Faltan quioscos

Yo he pasado siglos despachando con mi quiosquero de la Puerta del Sol, que se llama Carlos, y sabe latín en todos los idiomas. Carlos es, además, lector de varios periódicos al día, un vicio de virtuoso, que ya va siendo un hábito insólito, recóndito y malherido, porque el periódico de papel se lee menos, y ya no digamos varios periódicos en papel.

Los que nos hemos criado en la lectura del periódico en la mañana sabemos muy bien que el periódico es el pan no de panadería, un pan paralelo al pan propiamente dicho que alimenta la salud de estar enterado y sostiene la vitalidad de los juicios o argumentos. Quiero decir que el quiosquero colabora en la democracia a modo, porque propaga la alegría de la información.

Noticia Relacionada

Cartas al alcalde

Antes del paseíllo

Ángel Antonio Herrera

Uno ha presumido a veces de rehén de la lujuria de la lectura del periódico, y aún me recuerdo a veces trasnochando porque sí, en órbitas de la Puerta del Sol, hasta que llegaban los periódicos casi al alba, en un quiosco embocado en la calle Mayor, que no cerraba nunca, como las comisarías, o los hospitales. Uno ha madrugado mucho sin dormir, para llegar el primero a la compra del periódico amaneciente, como el que se apura por pillar el primer pan de la mañana. El periódico es el pan de los que no tienen prisa por comprar el pan.

Hago esta glosa, con elogio, del quiosquero, alcalde, porque Madrid no puede dejar de auxiliar a estos profesionales convencidos y valiosos que nos acercan el pan de la noticia o la opinión, cuando rompe el día. Espero que lleguen pronto a Sol los quiosqueros. Están entre el reportero que se ha quedado quieto y el tertuliano sin plató.