CARTAS AL ALCALDE

Doscientos cincuenta y cuatro escalones

La cuesta de los Ciegos, paso frecuente de san Francisco de Asís

El día que san Francisco obró un milagro en Madrid

Perspectiva de la cuesta de los Ciegos IGNACIO GIL

En desperezo de zigzag se abre la cuesta de los Ciegos, que anuda la calle de Bailén con la de Segovia, donde rompe el Viaducto. Ayer mismo conté doscientos cincuenta y cuatro escalones, que se escribe pronto. Es el más pronunciado desnivel de ... la ciudad, muy decoroso de arbolado, y bien regado. La cuesta de los Ciegos, sí. De esto iba yo ahora a hablarle, alcalde. Una leyenda atribuye tal nombre a los milagros que entre los ciegos del sitio obraba san Francisco de Asís, de paso frecuente hacia su monasterio.

Otra leyenda insiste en que el nombre se adeuda a la costumbre de los ciegos, y de los pícaros, de hacer ahí aposento, en busca de limosna. La escalera es poco frecuentada, la verdad. No siempre fue esta escalera insólita, porque hasta principios de siglo XX era una brusca ladera de descuido por la que se deslizaban los jóvenes, en tobogán de riesgos.

Por estos menesteres fue conocida bajo el popular nombre de «Cuesta de Arrastraculos». Invento de rara hermosura con niños. Desde la corona de la escalera, en las Vistillas, se vislumbra una apoteósica vista de la Catedral.

En las cimas de césped de la calle Segovia, se apunta una breve placita, con fuente de piedra en medio. Tiene labrado un escudo de corona republicana, acaso el único escudo de Madrid, según los estudiosos del género, un escudo que pasó inadvertido durante los cuarenta años de franquismo, y ahí está, como reliquia y como rareza, vecino a unos columpios donde a veces se alborotan algunos críos.

Esta cuesta de los Ciegos incluye un pasadizo, aún abierto, cuyos muros se construyeron en pedernal. Por su costado más frívolo, nos trae la misma biografía el recuerdo de una película de Mariano Ozores, 'Yo hice a Rocky', carpetovetónico artefacto del año 80, donde Pajares, de púgil cómico, junto al inevitable Esteso, entrena subiendo y bajando muy de mañana los peldaños incontables, como un Stallone nacional.

De esta cuesta de los Ciegos escribió Mesonero Romanos que «más de cuatro han visto en ella lo que no querían». Maldades de las sátiras de la época.

Maldades de hoy mismo.

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