Callao, neón y verbena
Donde antes sonaba la voz del noticiario, ahora suena un remix
Callao de Rosalía
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónLa plaza de Callao es el ombligo con led del mejor Madrid, un parentesco de Times Square con churros, una esquina donde el taxi y el gentío se enredan en una misma órbita de bocinas, selfis y olor a castaña, cuando está el invierno. Rosalía ... nos ha traído la plaza de Callao, en estos días, porque ahí ha montado la chavala el colapso, pero es la plaza de Callao quien nos ha traído a Rosalía, como un día nos trajo a Madonna, y otro día a Raphael. Callao es una plaza, pero Callao es, ya, un plató.
Por allí pasan los famosos de estreno, y también todos los figurantes del siglo XXI. O sea, turistas con la cámara en el modo errático, chavales que hacen coreografías alegres para el TikTok, parejas que meriendan besos contra el cartelón luminoso de Schweppes, y jubilados que se sientan en el bordillo para ver cómo se acaba el mundo, pero con espectáculo peatonal enfrente. Antes de tanto led y tanta franquicia, Callao fue una plaza de cine. Literal, que dicen los chaveas.
Los cines Callao, Capitol, Rialto y Luna eran templos del prodigio, cuando el cine aún olía a butaca dominical y colonia barata. El cine Capitol sigue en pie, naturalmente, con su fachada 'art déco' que tiene algo de un barco caído entre escaparates. Desde sus ventanas se asoma el fantasma de una Gran Vía en blanco y negro, cuando Ava Gardner salía de juerga y los botones de hotel presumían de haberla visto pedir un penúltimo gin-tonic doble.
Hoy, sin embargo, el cine compite con los escaparates de ropa ancha y lencería de futbolista. Zara, Primark y compañía son los nuevos templos de la liturgia laica, donde los peregrinos hacen cola como antaño se hacía en el Price o en el teatro Lope de Vega. El Primark, con su cúpula de cristal y sus luces de misa mayor, es la catedral del consumo con aire acondicionado. Y hay otras catedrales. Callao es una plaza, pero también un estado de ánimo. O la síntesis del Madrid en curso: ruido, historia, deseo, pantalla y bocadillo. Un organizadísimo desorden, así en general. Donde antes sonaba la voz del noticiario, ahora suena un remix. Pero el fondo es el mismo: la ciudad queriendo mirarse a sí misma, noche y día. Hay neones, pero es la verbena que no cesa.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete