Cartas al alcalde

Cajero con mendigo dentro

Vive ahí, en la puerta misma donde otros van y vienen a las cosas de sus dineros

Huérfanos de asiento (19/12/2023)

Un hombre sintecho, en un banco del centro de Madrid DE SAN BERNARDO

Para la crónica de epístola, como es el caso, viene muy a mano el mendigo, como tema, porque el mendigo es una figura de fácil recurso literario, como la castañera, por Navidad, o la ninfa en bikini, cuando llega el sol macho del Manzanares. ... Le digo esto, alcalde, porque hay mendigos, y hay mendigos.

Resulta que hay el mendigo de Madrid Centro, y está ahí, como un clásico, a orillas de la Puerta del Sol, con su vino de cartón y su tristura de domingo, poniendo paisaje adverso a la ciudad, poniendo vergüenza para todos, si nos mira, porque un mendigo es un fracaso, con lo que el fracaso somos todos.

Y luego está el mendigo puntual, último y de acampada, que no vive a la vista de la afición del turisteo, sino disperso y por recodos. En concreto, hay un mendigo que ha logrado nido en el mismo rellano de acceso de un Banco de nombre popular, en la plaza de Lavapiés.

El mendigo vive ahí, en la puerta misma donde otros van y vienen a las cosas de sus dineros, y no sólo ha logrado nido de noche, cuando la intemperie obliga, sino durante todo el día de las jornadas festivas. El mendigo, a veces, tiene visita, y así el mendigo es dos mendigos. Los de la sucursal bancaria ya saben que tienen faena extra, cada mañana, porque hay que espabilar al mendigo, para ir abriendo la oficina. Eso, y que a menudo también toca limpiar la zona, aquejada de los restos de acampada de deshoras del pobre hombre, que a veces es dos pobres hombres.

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Esta carta, alcalde, no es una glosa de petición del desescombro de un mendigo, sino todo lo contrario. Se trata de un canto del fracaso que venimos siendo en la gran ciudad, donde hay gentes de desamparo que tienen la existencia echada a mal dormir donde un cajero 4B.

Creo que no hay denuncias o advertencias de los empleados de la sucursal aludida, pero sí hay suficiente queja desesperada de vecinos del sitio, a los que la escena aquí glosada les viene doliendo en el alma. A diario. Es una postal de navidad sin postal. Y sin navidad.

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