CARTAS AL ALCALDE
Amar Lavapiés
La zona empieza a tener más peña de trapicheos que colonia de anticuarios
Sabina nunca se irá
Madrid
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Iniciar sesiónPor momentos, es el barrio de Lavapiés «noble y sucio», según la acuñación que nos acercó un clásico, a propósito de otras geografías. Siendo justos, lo diríamos más directo todavía: Lavapiés tiene poca nobleza, ya, y mucha suciedad. Usted esto ya lo sabe, alcalde ... , porque no es un recién llegado al consistorio, y trotó Madrid. Hablo hoy de Lavapiés porque he visto en la prensa que los anuncios de pisos en alquiler más deplorables del centro de Madrid se suelen agolpar en Lavapiés, donde te ofertan la miseria de veinte metros cuadrados por ochocientos euros.
Los que reunimos kilometraje de peatones, frecuentamos mucho Lavapiés en los años ochenta, cuando era semejante al barrio de ahora, que puede presumir de corralas de okupas, asfixia de grafitis, trampas de portales, y un alerón alegre de mugre por acera. Era, en el pasado, una galaxia de artistas y salvajes.
Eso, en medio de los males diversos del trapicheo. Ni exagero en lo de entonces, ni tampoco en lo de ahora. Lavapiés gastaba, en los ochenta, algo de barrio maldito, pero sostenía un prestigio de zona de tribus alternativas, con mucho poeta del trasnoche en sus garitos desguazados, con mucha vida de deshora en sus grutas de copeo. Ahora, el barrio ha regresado a su malditismo epocal, pero cambiando los artistas por forajidos, a veces okupas, incluso, y la creatividad por la precariedad. Se ve desmejorado el sitio.
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Ángel Antonio HerreraEn estos días de jolgorio de San Isidro vamos a ver lo mismo, pero más
Es cierto que el distrito resulta ameno en tribus de imaginación, y hasta en algún momento lo sopesamos como relevo libérrimo de Malasaña, con barecitos de diseño, peluquerías de futboleros y discotecas de sáficas. Pero eso fue hace un tiempo, porque se comprueba la devaluación de estas calles históricas, mientras uno se da un voltio por la escena y ve que en un bar de los de toda la vida levantan la misma queja los camareros, el dueño, y la parroquia de barra.
Todos coinciden en el abandono de la zona, que empieza a tener más peña de trapicheos que colonia de anticuarios. Toda esperanza de mejora, en el barrio, se acaba quedando en promesa, alcalde. Hay que amar Lavapiés, que es como decir que hay que mejorar lo que fue edén de exceso en los apasionados y apasionantes ochenta.
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