Los alrededores de Las Ventas, frente a la 'doctrina Urtasun': «Tratándose de quien se trata es normal»
La calle reprende la prohibición del Premio Nacional de Tauromaquia por los «intereses personales» del ministro
La risa de Urtasun frente a Miura antes de suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia
Madrid
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Iniciar sesiónNo por esperada, la noticia ha sentado como ha sentado. No por prevista en la agenda del ministro Ernest Urtasun, el golpeo al mundo de la tauromaquia ha sido el que ha sido. De buena mañana, de un día laborable del puente de mayo ... se avisaba de la eliminación del Premio Nacional de Tauromaquia de los parámetros de su ministerio, el de Cultura.
El viernes fue un día de llamadas cruzadas, de taurinos que se quedaron ojipláticos. De manifiestos conjuntos y de movilización futura, interna, del universo de la Fiesta. Primero fue el volunto de eliminar el rastro de la Fiesta en Cataluña con Urtasun, tiempo ha, y en primera fila; después retirar la tauromaquia de los galardones a las Bellas Artes y, ahora, que nadie relacione a la Fiesta con la cultura, su negociado.
No hay mejor sitio para palpar las quejas al ministro, también con los que desconocían la noticia, que los alrededores de Las Ventas, aun sin el tráfago de los días grandes, son un verdadero ateneo sobre el toro. Alrededores que van desde el mismo coso de la calle de Alcalá a Bayona, a México, a Perú.
En Las Ventas, corría el silencio posterior a la corrida del Dos de Mayo, los extranjeros, siguiendo una banderita, veían el templo, pero sin interés por la medida de Cultura, ni por el idioma de los tendidos. Había que esperar. Y se esperó a la sombra escasa del monumento al Yiyo. Los reventas, este reventa en concreto, no quieren ni opinar, ni salir en los medios. Pero una maleta azul, gastada por el uso, delataba el oficio. No dijo su nombre por más que se le rogó, pero esa misma maleta era una señal inequívoca de su oficio. El mismo que amenazan desde arriba.
De Urtasun, de entrada, argumentó entre poco y nada, aunque hubo que escuchar la letanía «de lo caros que están los tendidos», quiso sacar un panfleto con los precios oficiales, y, anónimo por decisión propia, relató su nostalgia de «cuando vendía en la calle de la Victoria». «Estoy en la ruina» insistía, pero de quejas al poder público, donde se abre el abanico por tradición de su oficio, ningún comentario. La discreción de su bregar, o no se sabe qué temor a qué represalias.
Mientras que en Las Ventas pululaban de a poco los sospechosos habituales, muchas peñas se afanaban en los ordenadores por la unidad conjunta. Peñas madrileñas, o incluso riojanas, pero que tienen al templo matritense como rosa de los vientos de a lo que se dedican, de a donde van los desvelos. Miguel García, del Club Taurino de Calahorra, no se mordía la lengua ante las preguntas de este periódico: «Ya os podéis imaginar los intereses de Urtasun. Ir contra el arte, la tradición y la cultura».
Frente al argumentario del ministro, que no entiende que «con dinero público» se premie lo que a su juicio es «tortura animal», Miguel García contestaba con números en la mano. «En cinco años hemos multiplicado los socios por tres». E incidía en el error de «cargarse un premio» por «intereses personales». De hecho, recuerda que el ocho del pasado mes de marzo, «la Infanta Elena» presidió una gala que ponderaba el toreo femenino.
Entre los espontáneos, pese al escaso personal, había quien quería, sin salir en imagen, opinar sobre el tema. Rosa caminaba por las inmediaciones del patio de arrastre de la plaza, con un abrigo de entretiempo colorado, gafas de sol, prisa y un mensaje entre los labios. «Tratándose de quien se trata (Urtasun), es normal dentro de lo anormal de la situación. No llamo anormal al político, que seguro que también».
Una clásica de San Isidro, académica e intelectual, profesora, Rebeca Fuentes, de la junta directiva de la asociación El Toro de Madrid, ceñía a la Historia la decisión de Cultura. «El ministro cree que va a dar el paso que no consiguieron ni reyes ni papas. Desconoce el país que pretende gobernar. Como buen niño acomodado, la cultura del pueblo le molesta. Y la cultura del pueblo no la decide un arrebato de un ignorante». Y abundaba, en una reflexión cargada de intenciones: «Si ya va ser cultura lo que un ministro diga, igual nos viene hasta bien ser contraculturales».
Dejaba un recado a quien corresponda recoger el guante: «Más vale que se dedique a formarse y conocer la cultura española». Se preguntaba Fuentes que quién era el ministro para «decirle a un país cómo tiene que gozar o divertirse». Y mentó a la España rural, la que «en Madrid o en el Campo Charro» salmantino supone una forma de vida. Refirió el valor, y en su argumentación establecía que el valor del matador inhabilita al ministro para discriminar «qué es fascista» y que no.
En eso coincidía con Paco Ros, joven de Cartagena, al que, en mitad de la comida, se le inquiere por el asunto: «Es el ministro de incultura. Desde el minuto uno, este señor desconoce el cargo que ostenta. El puesto que ocupa. Ignora que la afición ha crecido como brotes verdes tras la pandemia. Al toro no se le da el respeto que merece un inmenso mundo cultural». Se confiesa, en este asunto, «no ser objetivo ni imparcial».
Aunque, eso sí, si no le duele «especialmente» que quiten el premio, lo que sí que sufre con el «ataque a algo inherente a la sociedad española». Rotundo, volvió al almuerzo. Su compañero de mesa suscribía cada palabra suya. Sin la vehemencia del amigo.
En este recorrido de primer momento por el mundo del toro más vinculado a Las Ventas, que es decir Madrid, el criterio más diáfano, el de las peñas, las asociaciones. Valentín Granados Aguilar, presidente del Club Taurino de Pinto, era meridiano: «Otra vez metiendo la patita donde no deben. Somos un patrimonio cultural. Habrá que movilizarse, pero una movilización conjunta, a nivel nacional». Sus cien socios están más que por la labor en este cometido.
Hay un dato, la tauromaquia genera ingresos públicos superiores a la suma del cine y el teatro de producción española, según recuerdan desde el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid. En el mismo informe se detalla que Anoet ( la Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos) cifró poco antes de la pandemia un impacto del toro en la región de 414 millones de euros.
En los alrededores del coso de Alcalá, en el dédalo de calles que siempre acoge la previa, el café antes del rito de la Fiesta, Rafael Rincón Jiménez, se decía «no taurino» para, a continuación, valorar la decisión de Urtasun como la de un «radical». Que «estamos en España y no en Polonia». Es verdad que aficionados hay para todos los gustos. Antonio, se presentó así, es de Bayona, tierra allende la frontera donde la Fiesta se valora sin epítetos. Casi imberbe, en un perfecto castellano, estaba muy informado de la decisión ministerial. «Siendo franceses esto nos parece muy triste. Las luchas aquí y allí son las mismas». Y un deseo: «Que se dé la vuelta a la moneda y los toros sean cultura».
Sus conmilitones lo miraban con unos aplausos que, por respeto al resto del establecimiento, los llevaban en los ojos. Ya sabía Antonio la respuesta de Roca Rey y la decisión de la Fundación Toro de Lidia de crear unos premios similares, para no dejar huérfano al arte.
Por cambiar de tercio, frente a Las Ventas, sin dejar de admirar el recinto, Zar, de Perú. No encontraba «belleza al sufrimiento de un animal», pero partía, lo dijo, «del desconocimiento». Tanto que le costó poner nombre a su paisano Roca Rey.
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Ministro de censura
Chapu Apaolaza
Conforme la tarde se echaba, las críticas eran más aceradas. En una terraza, un alma cándida señaló a Carlos, perejil de las tertulias, que en una terraza disfrutaba de los postres. La pregunta era inevitable; la respuesta, también. «Yo soy español y de Madrid. Ésta es la mayor estupidez que he visto de un ministro de Cultura. Menos más que un congénere suyo, en referencia los premios anunciados por el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, va a entregar unos trofeos. Todo esto es una falacia. No comprendo cómo se quieren cargar el espíritu de España».
La tarde se puso pragmática y dulzona, con el sabor del 2 de mayo reciente, y la novillada de esta tarde en el paladar de quien aguarda a los 'isidros' por demostrar el peso de la Fiesta. La calle habló, las peñas también. En el lugar más representativo. Donde, lejos de disquisiciones, alguien se juega la vida.
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