Alerta en Cenicientos por la invasión del rabilargo: «Llega y destroza la cosecha; ya es como una plaga bíblica»
En torno a 150 agricultores de Cenicientos y Cadalso de los Vidrios piden a la Administración más medidas
El eterno viaje a la vendimia francesa del jornalero andaluz
Un agricultor valorando los efectos de la plaga. A la izquierda, el animal
Cenicientos, Cadalso de los Vidrios. Donde se enseñorea el minifundio de la trilogía mediterránea a la que se refirió Apicio con delectación en su 'De res coquinaria': vid, trigo y olivo. Aquí el paisano adopta, en estas bajuras de Gredos, acentos meridionales como para ... sacar al niño ante una becerra bravía. Aquí llega la primavera antes, con los almendros de nieve en flor en los inicios de febrero. Y el otoño se alarga, y el verano es abrasador. En la esquina suroccidental de la región se dan unos vinos de los que, en sus 'Apuntes Carpetovetónicos', ya habló Camilo José Cela mirando al vecino Cebreros. Andan, sin embargo, los agricultores, y no sólo los de la uva, deprimidos con los estragos del rabilargo.
Hay que presentar al rabilargo ibérico, en vascuence más conocido como 'Mika Urdina', que de alguna manera trae resabios de la milana bonita de Paco Rabal en 'Los Santos Inocentes' que fue de Miguel Delibes y de Mario Camus y Paco Rabal. El rabilargo, así, de primeras, parece loro pero es de la familia de los 'Corvidae' y de la orden de los 'passeriformes'. El rabilargo tiene sus costumbres, como todos; con alas o no. Si le cambian el biotopo, el animal va a donde hay abundancia. En este caso a lugares donde la relación del hombre con el terruño viene de muy lejos.
Situémonos. Alberto Ayuso. Fincas de poca extensión, un agricultor requemado de soles, pedriscos, raposas, pajarracos de Hitchcok y de toda esa fauna que visita al viñedo. Tercera generación en la cepa, ya jubilado, pero con ese amor al terruño como una extensión de sí. Situémonos más aún: 2019, incendio en Cenicientos, y la biología, según el escritor del campo Ignacio Alcalá, lo que hace es buscar sustento. Pero, ay, el sustento son las viñas de la buena gente de Cenicientos o de Cadalso de los Vidrios.
Y no sólo las viñas, también los olivos. Que es zona de «minifundio agrícola» como insisten los vecinos, ya con esa prosodia interiorizada de tener que pedir una 'bula' a la Administración para cualquier gestión mínima. Y el palabro 'Administración' lo repiten, porque transmiten que es más fácil hacer una roturación del terreno que pedir un permiso mínimo a ella; a la mentada Administración.
La nube
El sentir es que quien ha cuidado del campo desde que el hombre el hombre y el vino es vino, es ahora culpable del cambio climático. Alberto Ayuso es uno de esos agricultores afectados por esta proliferación del rabilargo, que él, como recreando una escena de 'Jarrapellejos', de Felipe Trigo, ve como «una nube que destroza la cosecha, una plaga bíblica». Una nube que huye y vuelve al rico sabor de la uva garnacha, que es la que mayormente se cultiva. Ayuso está en su patio en este octubre que desmiente otoño. «Rabilargos, conejos»; el agricultor siempre sabe que parte de su cosecha va para estos animales. Y lo dice alguien que sabe que el rabilargo, una especie de cacatúa hispánica a primera vista, va buscando su subsistencia. Desde antaño no han tenido problemas, la vecindad de la pajarería y el hombre. Se han querido.
Aunque el incendio del 2019 cambió el duro bregar del agricultor de la zona. Alberto Ayuso tenía su bodega, «pero el campo es muy duro», y las pocas hectáreas son eso: pasión por las raíces. Y él ha visto. Ha visto como hay «destripaterrones» que sueltan conejos por doquier por esos llanos, para que «cace el señorito». Aún aquí, a 321 kilómetros de la Extremadura donde se ubicaron 'Los Santos Inocentes', sigue esa distinción del señorito urbano y los «sanguinarios» que acaban con todo un ecosistema de la España seca.
Cita con voluntad a 'Los Santos Inocentes', y no por casualidad. Y los «destripaterrones» a los que señala con fiereza son los de la escopeta, los sin conciencia, no esos cazadores, amigos, que pudieran reducir una plaga de rabilargos, especie bella, sí, pero terror de viñas y olivares. Habla de esos que tienen las señales del pueblo. Habla de una economía de subsistencia.
«Aquí vivimos pendiente del cielo, de los animales, a los que queremos. Lo que no podemos es aguantar esto». Y esto es mucho más, no sólo la nube bíblica de rabilargos que dice Alberto; también que «resulta impensable que el ecologismo de señoritos impida reducir una amenaza para el ecosistema». Esos mismos señoritos que «ven una abeja y la matan», pero a un jabalí que «hoza en el olivar» y, eso sí, que a «nadie se le ocurra dispararle». Las dos Españas en algo tan sencillo como evitar una plaga. La que mata el rincón más extremeño de Madrid.
Alberto Ayuso cifra, en el año pasado, un «40% de pérdidas». Algún olivo tiene Alberto, que el rabilargo le da al buen aceite y al buen vino. Se le deja descansando del duro bregar y descansando en la luna menguante. Y Alberto, aunque tranquilo, disfrutando bajo la brisa veraniega de octubre del cielo, explica algo más: «No hay que permitir los escopeteros, que son asesinos; no son cazadores, que forman parte de la familia, del campo, de lo que hemos sido siempre». El año pasado, Alberto cuantificó las pérdidas en un 40%.
Técnicos regionales valorando los daños
El rabilargo es familia de los cuervos según aquella clasificación de la infancia, y omnívoro, que es otro punto en el que insisten en la zona. «Va a por lagartijas, tan necesarias». Por si hubiera más confusión, cuenta Mónica Álvaro, vicesecretaria de UPA en Madrid, que estamos en una zona ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves). Una norma, que tiene, o debería tener, sus prebendas para los afectados de la zona, como compensaciones y medidas en caso de un desbarajuste poblacional como el presente. Alberto Ayuso, no obstante, compara las ayudas del «Gobierno español al campo marroquí» cuando en la Península, «el agricultor, además de llevar 20.000 años cuidando el medioambiente, ahora resulta que es el agresor».
Mónica Álvaro recuerda que el año después del incendio sí, «se pusieron vallas, bebederos» para evitar que los invitados a la cena, esa parte de la familia ( «yo quiero a los rabilargos») fuera ya a la joya; a la uva. Mónica Álvaro sabe que hay otra reunión prevista con técnicos de la Administración, y exhala un «oh, por fin nos hacen caso». Es cierto que no son pocos los escritos que los agricultores minifundistas de esta zona han remitido al Estado.
Efectos de la plaga avícola en la vid
En poder de este periódico constan varias, concretamente seis. La primera está fechada un dos de octubre de 2019; la última del 7 de septiembre de 2022 según fuentes de UPA (Unión de Pequeños Agricultores). Lo más farragoso son los expedientes, esos expedientes que según Mónica Álvaro «se estancan» por miedo y por burocracia: Miedo y burocracia. No obstante, reconoce Álvaro, es «la primera vez que las instituciones se han tomado el problema en serio». De hecho, hay prevista otra reunión entre técnicos de la Comunidad y los afectados hoy mismo. Afectados como Ricardo Moreno, presidente de la Cooperativa del Vino de Cenicientos, vuelve a situar al reportero; «estamos a la sombra de Gredos y hacemos uno de los mejores vinos de España, tanto a nivel interno como a nivel externo». Cuenta, con pena, cómo antes había «un viñedo abundante» pese a estar en tierras de minifundios. De suelos arcillosos. Tan permeables al pedrisco o al conejo. En este apéndice de Madrid en la provincia de Ávila, Ricardo Moreno vuelve a presentar al rabilargo: «Es un pájaro de la familia de los cuervos, es extremadamente inteligente. Y se mueve en bandadas grandísimas». Según la bióloga María Rosario Pintos, «el rabilargo se encuentra en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial aunque no en el Catálogo Español de Especies Amenazadas».
Recomienda poner comederos y bebederos para no afectar al cultivo, algo que, reconocen los agricultores, se hizo ya el primer año: tras el incendio de 2019.
La vida y la viña
Según UPA, en 2021 «se vieron afectados un total de 14 propietarios con unas pérdidas de unos 8.567 euros» y en el 2022, «18 propietarios perdieron 10.380 kilogramos de uva y 7.172 euros» en Cadalso de los Vidrios. En Cenicientos, a través de la contabilidad de la SAT (Sociedad Agraria de Transformación), se vieron afectadas, en 2022, 126 hectáreas de viñedo, 80 hectáreas de olivar y 130 propietarios.
Son datos que en un entorno de minifundio pueden decir poco. O decir mucho. Aquí la reina es la variedad garnacha, que antaño era condimento de vino peleón y hoy es la prima donna en las cosas del beber en la capital. Y alrededores.
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La Consejería de Medio Ambiente, Agricultura e Interior ha tomado cartas en el asunto. Tal y como aseveran, tras una «reunión» entre expertos de la Comunidad con «los viticultores de la zona para conocer la situación y tomar medidas». Medidas que pasan por esa dificultad: «El rabilargo es una especie no cinegética y tiene cierto nivel de protección, por lo que hay que actuar sin dañarlo».
De momento, en Sol, esperan un «informe de daños» para «iniciar actuaciones concretas de ayuda». Alberto Ayuso, después de doblar el lomo de siempre, de mirar el infinito, el campo. De ver cómo ya nadie entiende qué es el arte de oler la tierra y, pese a las amenazas y a Bruselas, mantiene una parcela que es toda una vida.