Abre el primer club de España en el que se permite el consumo de cannabis

Los responsables de este colectivo se aprovechan de lo ambiguo de la legislación para llevar a cabo su actividad. La ley prohíbe el consumo de marihuana en lugares públicos, pero lo tolera en espacios privados. Al tratarse de una asociación que solo permite el acceso a los socios y prohíbe la entrada de público, fumarse un porro en el Private Cannabis Club no sería, en principio, nada ilícito.

Las contrariedades, en cambio, les pueden llegar por los pasos previos a ese consumo. Primero en la forma de conseguir la droga y después en su distribución a los miembros. El club ha solicitado licencia para plantar marihuana alegando que su fin es el consumo propio, algo que en la mayoría de casos está permitido. Su petición ha sido denegada -de hecho la policía destruyó la plantación ilegal que poseían en la Sierra de Madrid- y por ello tienen que adquirir la droga en el mercado negro. En cualquier caso, de conseguir cosechar su propio cannabis, les surgiría otro obstáculo, pues la legislación también considera delito el cultivo cuando está destinado al consumo de terceras personas.

Ellos se amparan en que la marihuana es para la asociación, cuyos miembros han de pagar una cuota mensual de 10 euros. Sin embargo, en esa tasa no se incluye la provisión de la droga. Cada socio puede llevar su propia mercancía o adquirirla directamente en el local por seis euros cada gramo, con un límite de consumo de 50 gramos al mes por persona. El Código Penal prohíbe la venta de cannabis. No obstante, ellos estiman que ese intercambio no debería considerarse tráfico de estupefacientes, pues no se trata de una empresa, sino de una asociación sin ánimo de lucro.

«Esto no es un bar, aunque lo parezca», comenta Pedro Álvaro Zamora, director del club. Y es verdad que lo parece. El otrora Restaurante Jarama conserva los elementos típicos de un establecimiento hostelero: barra, un amplio surtido de bebidas alcohólicas, cafetera y hasta un horno de leña. «Lo que pasa es que ya que disponemos de una sede hemos querido tener ciertas facilidades como poder tomarnos una hamburguesa o un refresco», añade.

El club, amén de la zona de (pseudo)bar, dispone de otras dos salas. Una muy amplia -con billar y futbolín incluídos- en la que incluso se programan pequeños conciertos; y un «chill-out» con sofás, televisión y videoconsola. «En el salón grande también queremos organizar desde talleres hasta pequeñas charlas de formación jurídica», asegura Pedro Álvaro. «El objetivo de club es que, dada la variedad de personas que pertenecemos a él, cada uno de nosotros pueda aportar algo a la causa cannábica desde su ámbito profesional», añade.

Al tratarse de una asociación privada, el Private Cannabis Club posee un filtro para la admisión de nuevos socios. «Está claro que nadie metería a un desconocido en casa, aquí no vale con llegar y decir pago la cuota y me quedo», señala Pedro Álvaro. Las cámaras de ABC visitaron ayer la sede de la asociación para conocer el local desde dentro y plantear los distintos interrogantes legales que genera la apertura de este tipo de establecimiento. Las respuestas, en el vídeo que acompaña a la noticia.