Mes y medio confinados: «Nunca me han parado en un control policial»

«En todo este mes y medio no me he encontrado ningún control, no me han parado nunca», afirma Mamen, en la puerta de uno de los establecimientos comerciales. La vecina cuenta que todos los días debe desplazarse a la capital por motivos laborales . «Llevo el salvoconducto en el bolso siempre, pero no sé para qué, no he tenido que enseñarlo. El único control que veo es el de la garita de seguridad que da acceso a la urbanización », continúa ella, ironizando: «Debe de ser cuestión de la hora del día, porque a mi hijo sí que lo pararon una vez para entrar , hace dos semanas. La Policía se debe ir rotando y a mí no me ha coincidido», dice.

Tras más de 40 días de limitaciones , asegura que los moradores están «cansados» y «sobrellevando» las medidas que deben acatar. «Los datos están ahí, los publican todas las semanas y siguen siendo parecidos a los de cuando empezó el confinamiento . Está claro que algo falla», sentencia: «Hace casi dos meses que hacemos vida aquí, no nos queda otra, antes intentábamos salir más de La Moraleja, pero ahora cumplimos y, a pesar de eso, no bajan los contagios . Tocará encerrarse una semana más».

El trasiego de personas aumenta conforme el día avanza. Los coches aparcan en las zonas señaladas para que sus conductores se tomen los primeros cafés, para repostar en la gasolinera o para comprar en el estanco . «Esta temporada sí que hemos notado un descenso de ventas significativo , aunque todavía no hemos calculado cuánto», cuenta el dueño de este último negocio , que también vende prensa y tiene una parte de tienda. A él le ha afectado, sobre todo, el confinamiento de la zona básica de Sanchinarro (Hortaleza), en la misma situación desde el 21 de diciembre y que acumula una incidencia incluso superior: 581,55 casos, con 170 positivos en las últimas dos semanas, muy por encima de la que registraba, a fecha de ayer y según el Ministerio de Sanidad , la Comunidad de Madrid, que se sitúa en 375,35.

«Parecemos la oveja negra de Madrid. También notamos miedo por parte de algunos clientes habituales, que no quieren salir ya a comprar y prefieren pedir por las aplicaciones de delivery», dice el responsable. Argumenta que, a pesar de que pocas veces ven controles, la gente no quiere arriesgarse. «En el confinamiento total, como éramos servicio esencial , podían venir de otros barrios como Valdebebas y justificarlo con el tique de caja, ahora no pueden hacer eso y no se acercan por miedo a que los paren», añade.

Pedro es otro trabajador de la zona que confirma el discurso de los anteriores. «No me ha tocado ningún control en este tiempo, ya más de un mes», asevera. «La gente está harta, cada semana cambian las normas: meten unas zonas, quitan otras, horarios nuevos... Nos vuelven locos y, encima, hay 17 medidas , una por Comunidad. No es normal», opina él. «Solo queda que la gente sea responsable, intente mantener las distancias y la higiene ; y quien no cumpla que se atenga a las consecuencias», zanja, antes de encaminarse a su puesto de trabajo.

En la gasolinera que hay tras los arcos, antes de entrar a la zona de los chalés de lujo , la opinión es diferente que en el resto de establecimientos. «Para tratarse de la época de Navidad, tenemos más trabajo que otros años. En estas fechas solían irse muchas personas de vacaciones , pero este año no pueden. Se ven muchos coches entrando y saliendo», cuenta el empleado, sin dejar de atender: «Estamos, aproximadamente, a un 80% de caja que antes del coronavirus».

La mañana avanza y las calles, en las 950 hectáreas que tiene la urbanización, continúan desangeladas; mientras que el tránsito de coches no cesa. A mediodía, dos patrullas de la Policía Local de Alcobendas se sitúan en la entrada del paseo de los Parques, la zona limítrofe entre Madrid y La Moraleja. «Voy a casa de una amiga, que vive en esa calle. No sé si está confinada o no», explica una conductora a los agentes, que le mandan dar la vuelta en la rotonda y volver a Madrid, al no tener un motivo justificado . Como a ella, en diez minutos devuelven tres coches a su lugar de origen. «Hay mucha gente que intenta acceder, a pesar de llevar tanto tiempo con limitaciones . Lo llevan intentando todo el confinamiento», cuenta uno de los agentes. Pasados los veinte minutos de control, la pareja de policías cambia de entrada y abandona el lugar. Si alguien sin motivo justificado accede por esa vía, no encontrará ningún impedimento.

A poco más de 15 kilómetros, en la zona básica de Andrés Mellado (Chamberí) viven la misma situación, aunque desde el 21 de diciembre, cuando entró en confinamiento junto a Sanchinarro, Felipe IIy Alcalde Bartolomé González (Móstoles) y Getafe Norte (Getafe), que también se mantienen. El área de Chamberí deja cifras nada halagüeñas , pese a las restricciones: 488,32 de incidencia y 116 positivos en los últimos catorce días. Las dos semanas de cierre perimetral que acumulan no sirven para que algunos de los ciudadanos aprendan. «Yo vivo cerca de la calle de Fernando el Católico y, aunque mi centro de salud es Guzmán el Bueno , esta zona me queda más cerca para pasear. ¿Por qué no voy a andar por aquí aunque esté confinada si solo es cruzar la calle?», se queja Pedro, uno de los residentes, que afirma que desconoce qué calles son las que engloban cada una de las dos zonas básicas. «He visto a coches de Policía pasar, pero a mí no me han parado nunca. Voy a seguir cruzando », afirma, haciendo caso omiso a las medidas.

Como cuenta él, los agentes no controlan las « fronteras invisibles » que hay entre Andrés Mellado y Guzmán el Bueno (con una incidencia de 519,52 pero aún no confinada) o con Reina Victoria. La gente cambia de una zona a otra –muchos por desconocimiento, otros por irresponsabilidad – sin ningún problema. «Las terrazas estaban llenas. Ahora no tanto porque los universitarios se han ido, pero tú pasabas por la zona confinada de la calle de Guzmán el Bueno y había gente fumando sin guardar las distancias y otros haciendo cola para poder sentarse», cuenta Jesús, dueño de una panadería cercana al centro de salud afectado. «Vemos algo menos de movimiento, también porque no hay colegios, pero al ser una panadería de barrio, a nosotros, afortunadamente, no nos ha afectado», dice él.

Enfrente, una docena de personas hacen fila en la acera para acceder al centro de salud. Tres aguardan para hacerse una PCR . «He tenido contacto estrecho con un positivo esta Navidad. No sabía que mi amiga estaba contagiada y nos juntamos. No tengo síntomas, pero me han citado», justifica Ana, nerviosa por la prueba y por ser, previsiblemente, una de las que contribuya a que las cifras no bajen.