Viaje a la 'España vaciada' a 60 kilómetros de Sol
La Sierra Norte muestra las luces y las sombras del mundo rural que algunos consideran la panacea tras la pandemia
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Iniciar sesiónEspaña es un país de eslóganes, algunos vacíos, otros a beneficio de inventario, otros que se sacan del colodrillo los asesores. Por eso mismo, en esta idea/fuerza de la España vacía , hay una mirada de alguien urbanita que quizá no haya leído ... nunca a Miguel Delibes. Que una escritora más o menos del agro como Ana Iris Simón refutara —en parte— lo que Moncloa planea del mundo rural da una idea del desconocimiento de esa España vacía, o vaciada, a 60 kilómetros de la Puerta del Sol. Porque existe el Madrid vacío, el de la Sierra Norte , donde aun se ven más carteles de la Diputación Provincial que de la Comunidad. Los primeros en azulejos, los segundos en chapa.
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Torrelaguna , sin ir más lejos, es de esas localidades donde ha llegado con cuentagotas el ‘boom’ de las segundas residencias, y los tejados no son suizos porque «tampoco nieva tanto». Torrelaguna es la patria chica del Cardenal Cisneros, y junto al cuartelillo de la Guardia Civil, en un balcón como para ver pasar el Corpus, con su bandera patria y todo, Teresa Hernández pide que entremos a «comprobar las humedades de la casa». Se le pregunta si son como las caras de Bélmez y responde, serena, que no, que «son como los cuerpos de Bélmez». Insiste en lo de «cuerpos» porque las manchas son de tamaño humano. Se da fe.
Sin futuro feliz
Teresa dejó la capital hace dos años y ahora, en Torrelaguna, muestra los estragos hídricos derivados de la casa abandonada de al lado, a punto de derruirse, y se queja de que eso del futuro feliz de la España vacía «será en otro pueblo, no aquí». Teresa cubre las susodichas humedades con máscaras del Carnaval de Venecia, fotos de sus nietos, y pone puñados de arroz en las esquinas, que parece que resecan algo el ambiente. Un poco más adelante, Torrelaguna, como toda cabeza de partido y en jueves laborable, hace su vida cotidiana: camiones de patatas fritas por las calles históricas, el afilador con su silbido y hasta dos adolescentes de novillos, al sol de la Plaza Mayor, donde andan preparando un negocio de gatos: «Compro una gata por 400 euros y la vendo por 700». ‘Emprendedores’ antes de entrar al Bachillerato. Bien.
En el Ayuntamiento, en esa misma Plaza Mayor, nos confirman consistorialmente los beneficios y los perjuicios de ese Madrid vacío. Básicamente que la vida es más fácil, que la integración de inmigrantes rurales, principalmente marroquíes, es más profunda que en la ciudad. Y que cuando llegó el alivio del confinamiento salían a pasear, siquiera una hora, en verde y sobre verde. Y luego, claro, un turbión de actividades ‘ecofriendly’ en tanto que no hay cine: cursos de sensibilización rural, de monitores de tiempo libre en Medio Ambiente, talleres de meditación y por ahí seguido.
Es sintomático que en Torrelaguna se quejen de lo abandonados que están los pueblos de alrededor. Hasta tal punto que se definen como «los grandes olvidados de la Comunidad de Madrid en materia de transporte» . Y abundan en que están en mitad del triángulo entre Madrid, Segovia y Guadalajara. Ahí es nada.
Desde el Ayuntamiento nos recomiendan ir a pegar la hebra a la barbería de Omar, que no es un peluquero de los de Garci pero se ha integrado tanto en el pueblo que ni piensa en «volver a Alcobendas». A Torrelaguna también ha llegado Curro Sevilla, poeta urbano de Chamberí, que vende ‘performances’ de sí mismo en fotocopias que recuerdan a Armando Buscarini. Cuando abandonamos Torrelaguna ( censo de 4.961 habitantes , algunos más con lo del teletrabajo) aún resuenan las palabras de Teresa cuando le ilustramos sobre las ventajas de la Agenda 2050 de Pedro Sánchez : «Que le den a la agenda (la de 676 páginas)».
Casas rurales
En toda esta parte de la Sierra Norte también se da la paradoja de que haya pueblos como Madarcos con más casas rurales que habitantes. Y estos mismos pueblos, a una semana del Corpus Christi, con las balconadas con las palmas secas del Domingo de Ramos y algo que sí que puede ser paradigmático de la España vacía o vaciada. La de los ‘números’ de la Guardia Civil tranquilos, echando un cigarro, antes de que empiecen a asfaltar la carretera.
Enfermero y médico
Luego está también el curioso caso de Cervera de Buitrago , localidad en la que el Restaurante El Lago opera como ayuntamiento apócrifo. En Cervera un paisano, que no quiere revelar su nombre, nos ilustra sobre varias cosas. Que la mayoría «se apellidan García», que después de que se acabara el cierre perimetral se sienten «abandonados», que en el pantano «está prohibido pero consentido el baño» y que «muchos de la capital llegaron y la liaron con lo del Covid».
En Cervera hay un bando municipal, colgado en el propio restaurante, en el que se avisa sobre la subvención para rehabilitar viviendas . Con un coste máximo, para la ayuda, claro, de 12.000 euros. La circular municipal, con su prosa burocrática, tiene algunas erratas que se han pasado por alto. Pero entender, se entiende. Sobre el urbanismo «y las trabas para construir» abunda el buen paisano, que recomienda ir al cementerio, «el único de la zona que está parejo a la Iglesia», y desde donde «hay unas vistas bonitas del pantano (el del Atazar) para cuando nos llegue el momento».
Recuérdese que aquí el enfermero atiende los martes y el médico, los lunes.
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