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Los vecinos de la calle más peligrosa de Malasaña: «Esto es un infierno. Así no se puede vivir»

Reyertas, drogas, jeringuillas, y hasta una violación tienen a los residentes de Tesoro, 28, en vilo. La culpa: un narcopiso

Entrada, en la calle del Tesoro, al «narcopiso» Guillermo Navarro
M. J. Álvarez

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«Todos los días viene la Policía. El lunes, hasta cinco coches. Estamos desesperados. ¡ No podemos más !». Este es el clamor de los residente del entorno del «narcopiso» situado en el número 28 de la calle del Tesoro , en pleno corazón de Malasaña. El problema empezó hace un par de años, pero ha ido empeorando de forma paulatina.

El trasiego de «clientes» que acuden en busca de su dosis, de los que consumen dentro e, incluso, duermen ha ido a más. «La hora punta del negocio es durante la noche y la mañana. Yo, a ojo de buen cubero, calculo que fácilmente acuden medio centenar de personas a comprar». Eso asegura una residente que, obviamente, no quiere decir su nombre. Ella, como la mayoría, tiene miedo. Una estudiante dice que hay más de una docena de personas viviendo en el interior. Son rumanos, africanos y españoles, pero el «negocio» lo controlan los «morenitos», indican.

«El espectáculo es constante y niños y mayores estamos obligados a ver lo que no queremos. Estamos amargados . Aguantamos lo indecible sin que nadie haga nada. Es una vergüenza. La Policía no puede desalojar la vivienda sin una orden judicial y, aunque hemos denunciado, nos tenemos que aguantar ». A él, como al resto de «sufridores», le faltan adjetivos.

«Cualquier día se matan»

En el portal el hedor es insoportable . Y crece a medida que se descienden dos tramos de escaleras, junto a los buzones. Un contenedor de basura está en medio, impidiendo el paso o como señuelo. Un colchón apoyado en un pequeño patio y el sonido de gente que masculla arrastrando las palabras, indican el lugar que se ha convertido en la pesadilla de la zona .

La situación afecta no solo a los residentes del «narcopiso», sino a los de los bloques colindantes que escuchan los gritos y las trifulcas constantes. Ha habido hasta apuñalados. «El otro día detuvieron a uno hombre con más de 100 antecedentes por clavarle a otro unas tijeras; cualquier día matan a alguno», recalca otro hombre. «No es normal que en el descansillo de las escaleras encuentres jeringuillas o preservativos usados. Las mujeres se prostituyen a cambio de algunas dosis y, para colmo, hace poco tiempo violaron a una toxicómana », aseguran varias personas.

La joven no quiso denunciar , a pesar de la insistencia de la Policía, pero varios testigos la acompañaron tras el dramático episodio que sufrió hasta que llegaron los agentes y emergencias. «Temblaba como una hoja. Fue un domingo hace un par de meses a primera hora de la tarde. Se cobraron en carne la deuda de la chica en coca y cuando, después, ella regresó en busca de más droga para aplacar el mono, la apalearon entre varios. La hallamos en el umbral de nuestra finca. Se lo había hecho todo encima», explica otro señor. «Muchos estudiantes que estaban de alquiler en los edificios aledaños se han mudado en vista del espectáculo y las broncas. No me extraña. Yo no puedo irme. Soy extranjera y no me alquilan con facilidad, me ha costado mucho encontrar esto», agrega una mujer.

En el inmueble de marras, de cuatro alturas y diez viviendas, sin telefonillo y sin cerradura, otro hombre asevera: «Las noches son de infarto. Son agresivos y peligroso . Dan golpes, rompen cosas, discuten. Ojalá que la Justicia haga algo», recalca.

El piso, de la comunidad de propietarios, se lo dejaron por pena a la hija de la portera, maltratada y alcohólica. No sabían lo que ese favor les iba a acarrear. «Se ha apropiado de la casa , a saber qué ha hecho y no la desalojan», indica un residente. «Empezó a meter a esa gente y desde hace más de un año estamos en vilo. Además, cualquier día salimos volando porque hacen fogatas cerca de la caldera de gas. Además, Sanidad debería intervenir por la mierda que tienen en el patio», recalcan varios.

«El narcopiso está degradando la zona», dice un joven en una tienda. «Han aumentado los robos en comercios y en la calle. A mí me quitan cremas y otras cosas al descuido. Y estoy perdiendo clientela porque se mudan, ya que no aguantan más», explica la responsable de una farmacia. «Hay mucha Policía pero también sensación de inseguridad », dice otro encargado.

«Esto es un infierno. Así no podemos vivir», exclaman los afectados.

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