Vacunas para los sintecho: «Ahora nos sentimos protegidos, ha sido muy duro»
El Ayuntamiento comenzó ayer a inocular Janssen a 1.630 personas sin hogar en los albergues y confía en que el colectivo esté inmunizado en 14 días
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Iniciar sesiónCuando en 2015 Manuel perdió su trabajo, tras 43 años sirviendo cañas y raciones detrás de la barra de un restaurante, no imaginaba el giro de 180 grados que su vida iba a dar . En aquel entonces tenía un piso en propiedad y estaba ... casado, pero el pequeño castillo de naipes que había construido con esfuerzo –abandonó la escuela tras cursar Primaria para ayudar a sus nueve hermanos– comenzó a desmoronarse: perdió a la que hasta entonces había sido su compañera de vida y también su vivienda, se quedó en la calle e hizo de un banco de San Blas su hogar. Seis años después, Manuel reside en el Centro de Acogida Municipal Para Personas Sin Hogar San Isidro, donde ayer comenzaron a inocular la vacuna de Janssen . «Ahora nos vamos a sentir protegidos, más tranquilos frente al coronavirus . El confinamiento fue muy duro, pero ya se ha pasado. Quiero vacunarme , sin dudarlo», dice en la biblioteca, una hora antes de que los sanitarios comiencen a poner el suero monodosis.
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Lleva en San Isidro tres años y medio y, asumiendo los errores, no repara en contar su historia. «Después del despido, mi mujer y yo nos divorciamos. El piso que teníamos se lo adjudicaron a ella, y con la liquidación alquilé una habitación en San Blas », comienza. Sus compañeros de piso, bolivianos, decidieron regresar a su país, y Manuel no pudo hacer frente a la renta. Con los ahorros gastados, se vio en la calle e hizo suyo un banco de la avenida de Guadalajara. «En ese momento me desmadré, me lié con el alcohol . Llegué casi a perder la cabeza», confiesa, haciendo hincapié en que la adicción ya está superada. «La gente que pasaba por allí me daba mantas, bocadillos y dinero. Los bocadillos los comía pero, ¿qué hacía con el dinero? Me iba al bar», dice poniendo los ojos en blanco al recordarlo.
Un día, sufrió un ictus que lo llevó a ingresar en el Gregorio Marañón, donde le detectaron, a tiempo, un cáncer en el intestino grueso . «Voy a acabar mal, esta es mi oportunidad para cambiar», pensó. Ya recuperado, le ofrecieron la plaza en San Isidro que no ha abandonado. «Aquí me acogieron, me dijeron que iba a estar a gusto y así ha sido. No me gustaría que me mandaran a otro sitio, porque me he ganado el cariño de todos los trabajadores», explica. «Aunque ha habido dos brotes, no me he contagiado. Este año ha sido muy complicado, pero ya es pasado. Esto nos permite recuperar poco a poco la normalidad», dice antes de enfilar la cola que ya comienza a formarse para entrar al punto de vacunación que Madrid Salud ha establecido.
Desde el Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social que dirige Pepe Aniorte (Cs) llevaban tiempo reclamando incluir al vulnerable colectivo en la estrategia de vacunación. Junto al Samur Social y Madrid Salud diseñaron el protocolo tras recibir el visto bueno en el Consejo Interterritorial , en el que se recoge que primero comenzarán con las vacunas en los centros con convenio, aunque también valoran inocular en la calle a las personas que no acudan a ellos. Solo la primera fase incluye a 1.630 sintecho y confían en que en dos semanas todo el colectivo podría estar inmunizado.
Varios brotes
Helena es otra de las personas que ocupa una de las 268 plazas que tiene San Isidro. Fue una de las afectadas en el brote que sufrieron en agosto, donde 53 personas dieron positivo. «Lo pasé casi sin enterarme, fui asintomática , pero para que guardase cuarentena yo sola me trasladaron a un hostal en Alcobendas con otros contagiados», rememora la mujer, que camina acompañada de una muleta por una pequeña secuela que un ictus le dejó en la pierna izquierda. «Yo nunca he estado en la calle, pero fui tonta. Vivía con un hombre en un piso de alquiler , y yo pagaba la parte de los dos. Un día dejé de poder pagar y la casera me echó», cuenta: «Pero ahora estoy aquí y hay que quedarse con lo positivo. Tengo un techo, una cama y comida caliente». Sobre la vacunación, no duda en dejar que la pinchen en cuanto llegue su turno . «Ahora que lo he pasado estoy más relajada, pero es necesario ponérsela para estar fuerte», concluye.
Dubitativo se encuentra Ramón, usuario desde abril. «Antes ya había estado aquí, pero voy y vengo cuando se crea un poco de tensión», manifiesta. Fontanero, comercial y conductor, su vida cambió cuando murió su padre, en 1991. «Tomé decisiones equivocadas , pero el pasado es historia», dice. Antes de llegar al centro, deambuló por Puente de Vallecas, Atocha, y Pacífico en busca de recovecos en los que sobrevivir. «Recuerdo que la primera noche pasé frío. Fueron años duros. A lo malo no se acostumbra nadie», dice. En marzo del año pasado, cuando se declaró el estado de alarma, estaba en San Isidro. «La fastidiamos», pensó en ese momento, y terminó dando positivo, aunque sin síntomas. Con un libro siempre bajo el brazo –ahora ‘Los reyes de la ciudad’, de Raúl del Pozo–, camina por los pasillos pensando si se pondrá la vacuna .
Al frente del centro se encuentra Maribel Cebrecos, la directora. «Nos hemos reinventado y hemos sobrevivido adaptando los protocolos. Hemos llorado y trabajado», dice sobre el 2020. Además del brote de agosto tuvieron que hacer frente a otro en enero que afectó a 80 personas . «Con la pandemia se vivieron situaciones de más tensión y ha supuesto una merma en cuanto al estado emocional», añade Marnye, la médico, apoyada por Mayte, la subdirectora: «Organizar y concienciar a tantas personas no fue fácil. Muchos vivieron momentos tensos por las adicciones , sobre todo, al tabaco ».
El equipo de Mario Nacarino-Brabo, director del centro de salud comunitaria de Centro, es el encargado de la vacunación . «El martes vinimos a ver en qué lugar podíamos establecer los puntos de inoculación . De momento, ningún usuario expresa miedo, aunque habrá alguno reticente», explica sobre las primeras horas. Hoy, continuarán inmunizando.
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