madrid
El último Pleno del Ayuntamiento, entre ratas
Voluntarios del poblado El Gallinero se concentran con pancartas denunciando la pasividad ante las condiciones de insalubridad de la zona
La Plaza de la Villa de Madrid presentaba esta mañana una curiosa estampa. Mientras en las dependencias oficiales se celebraba el último Pleno del Ayuntamiento de la presente legislatura, dos colectivos se concentraban en los aledaños para llevar a cabo distintas reivindicaciones. Por ... un lado los voluntarios del poblado rumano de El Gallinero , que exigen que las administraciones planteen de una vez por todas soluciones para dar a los 200 niños y niñas de la zona, infestada de ratas y basura, un mínimo de dignidad. Por otra, los empleados de limpieza, que amenazan con ir a la huelga el próximo mes de mayo. Ratas y empleados de limpieza. Resultaba irónico.
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Los voluntarios de El Gallinero acudieron a la concentración ataviados con pancartas, al estilo de los hombres-anuncio que pueblan las calles del centro, sobre las que podían verse fotografías de ratas y basura captadas en el poblado. Además, repartían trípticos informativos sobre los compromisos incumplidos por parte del Ayuntamiento a los viandantes, mayoritariamente turistas, que preguntaban con estupor si esas imágenes habían sido tomadas en la misma ciudad que llevaban días admirando. «¿Pero en qué país está pasando esto?», preguntaba con acento italiano una turista a los concentrados. «No es otro país, es Madrid, a 13 kilómetros de dónde estamos ahora», contestaban.
Peticiones de equipamiento básico
Francisco Pascual, voluntario de la Parroquia de Santo Domingo de La Calzada , a caballo entre La Cañada Real y El Gallinero, es un gran conocedor de la realidad a la que allí se enfrentan unas 500 personas. «Lo que estamos haciendo aquí es exigir que el Ayuntamiento cumpla las promesas realizadas el 27 de enero de 2010, en el que los tres grupos políticos coincidieron en que era urgente realizar una actuación en El Gallinero, empezando por eliminar la basura y dotar a la zona de unas letrinas », expone. Él y decenas de voluntarios se manifestarán cada miércoles en la puerta del Ayuntamiento hasta que se tomen cartas en el asunto.
En aquel Pleno el Ayuntamiento acordó solicitar a la Comunidad de Madrid que volviese al consenso alcanzado sobre las actuaciones necesarias en La Cañada Real y El Gallinero porque «No es ni moral ni políticamente responsable permitir que una situación semejante se perpetúe en el seno de una sociedad moderna e integradora como la madrileña.» Hoy, más de un año después, apenas ha cambiado algo en el poblado. Excepto una pequeña limpieza muy superficial, sigue habiendo toneladas de basura, sigue habiendo ratas, sigue habiendo cientos de personas defecando en una vía pública ante la ausencia de letrinas », asegura. Las cámaras de ABC, que peinaron la zona hace apenas un par de meses, fueron testigos de esa situación.
Los últimos contactos de Francisco con el Ayuntamiento son recientes. «Ayer mismo hablé con el equipo del Departamento de Limpieza y me han comentado que han dado orden de que se limpie pero que no pueden entrar las máquinas por la lluvia. Han pasado más de dos días sin llover en la ciudad... y ha habido un verano entero para atajar el problema», se lamenta. «Creo que ahora interesa la limpieza de otros barrios que dan más votos», añade.
La vida en El Gallinero
El Gallinero, a solo 13 kilómetros de la Puerta del Sol, es el sector más deprimido de la capital. Los gitanos rumanos que conforman la práctica totalidad de la población, entre las que hay más de 300 niños y niñas, viven rodeados de basura y ratas . Basuras que arrojaban los camiones que no querían pagar las tasas del vertedero y que contrastan con el orden y limpieza que predomina en las improvisadas calles entre casa y casa. «Eliminar esta basura, que no han generado ellos, es muy importante para que se den unas condiciones sanitarias mínimas», comenta Paco.
En El Gallinero, las ratas evidencian el grave problema sanitario. Apenas hay una fuente de agua para toda la población y ni un solo retrete. «Hemos pedido la instalación de unas letrinas. Nada del otro mundo, las que tiene el Ejército, las que se ponen en grandes concentraciones...», se lamenta Paco. Pero, a día de hoy, el campo sigue siendo lo más parecido a un cuarto de baño.
Aunque reconoce que se han avanzado algunos pasos, Paco cree que el grueso del trabajo está aún por hacer. «Lo que necesitamos no son más reuniones ni con la Comunidad, ni con el Ayuntamiento ni con el Gobierno. Lo que necesitamos es que nos pongamos todos a trabajar desde ya », señala. Un trabajo que, de momento, hacen como pueden un puñado de valientes voluntarios día a día donde pocos osarían siquiera a acercarse.
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