Más turistas para Madrid, pero con menos dinero

Los comerciantes de Sol, Preciados y Callao, una de las zonas más turísticas y transitadas de Madrid, ya está notando las consecuencias. «Durante el fin de semana es cuando más ingresamos. Sin embargo, hoy es sábado y estamos secos . Puede que haya más turistas, pero no sueltan un duro, o al menos, no como antes», se lamenta el dueño de un kiosco de refrescos y helados de la plaza de Callao.

La restauración en el centro de la capital también está teniendo que hacer esfuerzos para adaptarse al nuevo modelo de hacer turismo .«Hace algunos años, a las cuatro de la tarde un sábado cualquiera en julio estaría aún sirviendo menús. En cambio ahora, a pesar de bajar los precios, la gente está optando más por los bocatas o la comida rápida», asegura el camarero de una de las terrazas de la calle Preciados.

Aunque predomina un ambiente pesimista generalizado, los comerciantes reconocen que no queda otra más que « reinventarse ». «Si lo que hemos hecho toda la vida no funciona, habrá que pensar otra cosa. Lo importante es que siga viniendo gente a Madrid, y eso, por ahora, no es un problema», afirma una dependienta de una tienda de ropa de la calle del Carmen.

Los extranjeros que más visitan Madrid son los británicos, los portugueses, los franceses y los japoneses . La media de estancia en la capital es de 1,9 noches . Sin embargo, los que pernoctan en la capital, lo hacen en alojamientos más económicos que los hoteles. «Nosotros somos estudiantes en paro, pero queremos seguir viajando. Por eso, hoy dormimos en un albergue», decía Bruno, un joven portugués.

En España, los andaluces son los que más viajan a hacerse la foto con la famosa estatua del «Oso y el Madroño», seguidos de los catalanes y de los valencianos. Carlos y Julia, una pareja de sevillanos comentaba que antes de la crisis venían a Madrid cada tres meses «porque tenemos familia aquí.» Ahora sólo lo hacen «cuando encontramos un vuelo en oferta», admitían.

Hay quienes han encontrado en la crisis una oportunidad. Muchos de los animadores infantiles que se disfrazan de personajes de dibujos animados han visto en esta labor una alternativa para salir adelante. «Llevo tres meses en esto. Es verdad que no siempre me sirve para llegar a fin de mes pero, al menos, sí para cubrir mis gastos extras . Comprarme el traje cuesta unos 300 euros, aunque se va amortizando a lo largo del año», reconoce uno de los «muñecos Disney» de Sol.

Amenizar con música el paseo de los transeúntes por el corazón de Madrid también se ha convertido en una salida laboral. «Empecé por casualidad. Antes era ama de casa, pero necesitábamos dinero y probé esto. Es un oficio muy ameno, los niños te acogen muy bien. Nos pasamos aquí desde las diez de la mañana a las ocho de la tarde, pero compensa. Ver a un grupo de personas haciendo un círculo para escucharte es muy gratificante », confiesa la mujer que toca el organillo en Preciados.