Tres años del mayor incendio de Madrid: Vigilantes a mil metros de altitud para detectar el infierno del fuego
Desde las 34 torres contra la quema de terreno, bomberos observan el monte para evitar el desarrollo de las llamas
El 28 de junio de 2019, comenzó un incendio que tardó quince días en darse por cerrado y arrasó 2.232 hectáreas en Cadalso de los Vidrios, Cenicientos y Las Rozas de Puerto Real
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Iniciar sesiónLa noche del 28 de junio de 2019, Madrid volteó la vista hacia Toledo. El cielo se tiñó de rojo y naranja, color de un infierno que tardaría cuatro días en controlarse, once en extinguirse y quince en darse por cerrado. Horas antes de que ... penetrase en el suroeste de la Comunidad de Madrid, un incendio se desató en la localidad toledana de Almorox y las llamas avanzaron imparables por las lindes de la región. No se pudo proteger el terreno fronterizo, no se pudo actuar hasta que el fuego ya estaba en suelo madrileño, y el resultado fue devastador: familias desalojadas en las localidades de Cenicientos , Cadalso de los Vidrios y Las Rozas de Puerto Real ; un viento que no cesaba y 2.232 hectáreas arrasadas. El mayor incendio de la región en este siglo . Era viernes y, aunque han pasado tres años, no lo olvidan los lugareños ni quienes lucharon para derrotarlo.
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Ángel Lastras recorre todos los días parte de los terrenos quemados hasta llegar a su puesto de trabajo: una torre de control contra incendios a 1.050 metros de altitud. Por el empinado camino de tierra y piedras todavía se encuentra troncos caídos y con restos de hollín, cicatrices visibles de la destrucción, pese al plan de reforestación en marcha. Tarda treinta minutos en realizar la travesía a pie –no hay otra forma de hacerla–, cargado con un macuto de ocho kilos en el que lleva la comida y bebida con la que aguantar una jornada laboral de 10 horas.
Lastras es uno de lo s 68 vigilantes de los 34 puestos de observación que existen en la región. Suyo es el de Cadalso de los Vidrios , que se construyó hace un año, y en el que a las 11 de la mañana ya está instalado. Allí lleva seis años, cuando la torre no era más que una lona verde anclada al suelo con cuerdas y palos. Ahora, es una pequeña atalaya cuadrada y cubierta que fue realizada con materiales que tuvieron que ser trasladados en helicóptero debido a la complicada orografía.
«Lo primero que hago es colgar la mochila, sentarme y coger los prismáticos para ver si hay humo», cuenta Lastras, desde el interior de la torre, que tiene visión panorámica de la zona fronteriza con Toledo y parte del suroeste de la Comunidad de Madrid. Luego da una vuelta por el exterior, de nuevo, con los prismáticos, su inseparable instrumento de trabajo. «Si hace mucho viento vuelvo a entrar, porque dentro también tengo visión», resume sobre su día a día.
Coordenadas exactas
Dentro lo que hay son, sobre todo, mapas de coordenadas , para dar la ubicación precisa en caso de la existencia de humo. «Los mapas están orientados al norte, con los grados señalizados y todo el perímetro de la Comunidad de Madrid, para poder dar el rumbo y la dirección concreta de dónde está el fuego, la población, carretera... Así, los medios llegan al punto exacto del foco. Ponen incluso los topónimos», continúa su explicación este vecino de San Martín de Valdeiglesias que conoce la zona casi como nadie.
Antes de ser vigilante, trabajó en los retenes de Bomberos. «Cecop (Centro de Coordinación Operativo de Emergencias del Cuerpo de Bomberos), aquí Peña Cadalso, estoy viendo un poco de humo en...», dice a través de un ‘walkie-talkie’ cuando vislumbra una incidencia. «Lo primero es comunicar qué esta ocurriendo ; luego, la ubicación; en tercer lugar, qué se puede estar quemando y el color del humo , si sube vertical, hacia los laterales o si el viento lo tumba», cuenta Lastras desde su ‘oficina’ privilegiada por las vistas, en medio de la Zona de Especial Conservación de las cuencas de los ríos Alberche y Cofio y de Especial Protección para las Aves, en la Red Natura. Por eso, buitres y águilas imperiales no dejan de sobrevolar.
Además de la sierra y el municipio de Cadalso, Lastras tiene como vistas un pequeño altar con la Virgen de Fátima y unas velas que actúan como santuario. «Antiguamente, en esta zona se tiraban muchas cenizas de difuntos . Ahora eso está prohibido. Había una cruz para recordarlos, pero se ha quitado y se han puesto velas», detalla. Durante su jornada, solo algunos días recibe la visita de Juan José Martín, el controlador de zona, que sube ladera arriba cargado con botellas de agua para su compañero . Ambos pueden dar detalles exactos, más allá de las marcas visibles en el terreno, de hasta dónde llegó el fuego. «El muro de la cantera [de granito, la más grande de la región] lo frenó», coinciden.
Riesgo extremo
La época de riesgo alto por incendios en Madrid comienza el 15 de junio. El trabajo de los controladores, un mes antes, y se extiende hasta finales de octubre, coincidiendo con el fin de la campaña. «El trabajo de vigilancia es de gran responsabilidad. Estás solo en el puesto, aislado en medio del monte. La detección precoz es muy importante para que los Bomberos podamos llegar a tiempo», dice Marta Jerez, jefe de Servicio de Incendios Forestales. «Cuando ocurrió este incendio, no teníamos un protocolo de actuación con otras comunidades. Tuvimos que esperar a que llegara a suelo de Madrid para actuar, y llegó muy abierto, debido a las fuertes rachas de viento», afirma Jerez.
A los pocos meses, el protocolo de actuación conjunta se firmó. Permite a los Bomberos de la Comunidad, Castilla-La Mancha, Castilla y León y la ciudad de Madrid pisar cinco kilómetros en cada zona limítrofe. El infierno de Cadalso de los Vidrios destruyó 2.232 hectáreas (1.259 de arbolado, 612 de pastizal, 237 de monte abierto, y otras de matorrales y riberas), pero sirvió, al menos, para cambiar las normas administrativas. Tres años después, a mil metros de altura, Lastras, Martín y Jerez –con los otros 68 controladores y los 1.500 efectivos que forman el Cuerpo– posan en sus ojos los prismáticos y trabajan para que el desastre en forma de llamas no recorra de nuevo el suelo de Madrid.
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