Los siete kilos de coca que delataron al asesino de Nochebuena

Aquella noche, Renier acuchilló varias veces a Amelia Hernández, colombiana de 42 años, en la casa que compartían, antes de lanzar su cadáver al patio interior del bloque. Fue un vecino el que dio la voz de alarma al descubrir por la mañana la horripilante escena. El caso, sin embargo, no acabó ahí. Los investigadores descubrieron que la madre del asesino se había personado en comisaría dos horas antes de producirse la llamada de aviso al 091. Allí, había denunciado la desaparición de la novia de su hijo después de que este acudiese a su casa para advertirle de que la mujer «había desaparecido, no la encontraba y que incluso podría estar muerta».

Pasadas las 10.30 horas, madre e hijo se desplazaron por su propio pie hasta las dependencias policiales, siendo el joven, entonces de 21 años, detenido de inmediato. Tras el fin de las pesquisas, los agentes concluyeron que Renier intentó deshacerse del cuerpo hasta en dos ocasiones: primero bajó por el ascensor con intención de tirarlo a la basura, pero al observar la presencia de una pareja en las proximidades del portal, subió de nuevo a la casa para arrojarlo al citado patio. Pese a que fue condenado por ello, el sujeto mantuvo en su declaración que no solo no mató a Amelia, sino que cuando se despidieron ella estaba viva y él se marchó a una discoteca.

En 2011, la Audiencia Provincial de Huelva le condenó a doce años y seis meses de prisión tras quedar acreditado –según consta en la sentencia publicada en su día por Huelva Información– que Renier asestó a Amelia diversos cortes que le causaron la muerte en el acto. Por causas desconocidas, los dos iniciaron una discusión poco después de mantener relaciones sexuales. Aunque ambos convivían con el hijo de la víctima, entonces de 11 años, y otra mujer mayor de edad, la noche de autos se encontraban solos en la vivienda. Cenaron, pusieron música y bailaron. También tomaron algunas copas de alcohol, aunque «en ningún caso» esta ingesta «influyó en las facultades del acusado para comprender lo que hacía o para ajustar su comportamiento a esa percepción».

En mitad del forcejeo, Amelia quedó de espaldas a Renier, que aprovechó el momento para clavarle un cuchillo de cocina en el pecho y en el cuello. Antes de tirar el cadáver, trató de limpiar el reguero de sangre extendido por el rellano y el ascensor. La propia Audiencia señaló en su escrito que en el momento de los hechos «el acusado –aquejado de ataques epilépticos– no presentaba ninguna anomalía psíquica ni trastorno que pudiera afectar a sus facultades mentales».

Renier ingresó en el Centro Penitenciario de Huelva y, tiempo después, fue trasladado a un penal de Madrid. Permaneció allí hasta julio del presente año, momento en que decidió fugarse valiéndose de un permiso penitenciario. Parapetado tras una identidad oculta, fue descubierto a raíz de que la Unidad de Análisis de Riesgo de la Aduana de Madrid sospechara de un envío postal procedente de Colombia y cuyo destino era Torrejón de Ardoz. El contenido, una especie de polvo de color negro, declarado como filtros de carbón, resultó ser cocaína. Más de siete kilos de gran pureza que le han devuelto a la cárcel.