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Yo, robot

Un grupo de alumnos prepara sus robots antes del toque de salida para que inicien su recorrido por el circuito. Julián de Domingo

Isaac Asimov planteó, en una de sus más conocidas novelas, «Yo, robot», un mundo en el que los engendros mecánicos rozaban casi la humanidad plena y ponían su mundo patas arriba.

Los alumnos de Ingeniería Industrial de la Universidad Politécnica de Madrid se conformaban ayer con mucho menos. Sólo pretendían que un robot recorriera de forma autónoma un circuito gracias a un sensor que «leía» el camino. Se trataba de una nueva edición de CyberTech 2001, un encuentro para los más creativos, aquellos empeñados en demostrar que la Ciencia Ficción ya no es lo que era.

Los robots contaban con unos sensores de infrarrojos para seguir la línea negra que marcaba el recorrido sobre un fondo blanco. La competición constaba de una serie de pruebas clasificatorias, que consistían en recorrer una pista en forma de óvalo, una cronometrada y la final, constituida por una serie de eliminatorias sobre un circuito de carreras.

El polideportivo de la Escuela de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica se ha convertido en el escenario en el que ha tenido lugar este concurso tecnológico.

Todos los prototipos, excepto uno con motor de gasolina, funcionaban con pilas, no podían pesar más de cinco kilogramos y su tamaño máximo era el de un folio DIN-A4. Ésas eran las reglas del juego.

Al certamen se presentaron 175 alumnos integrados en 35 equipos, de los que sólo participaron dieciocho debido a problemas técnicos y sólo trece se clasificaron. «La Junta de la Trócola» fue quien finalmente se alzó con la victoria y recibió un premo valorado en cien mil pesetas gracias a un robot construido con piezas de un destornillador eléctrico y un avión teledirigido.

Sus integrantes sólo tienen 20 años y son estudiantes de segundo de Ingeniería Industrial. Según declaró uno de ellos, Sergio Veguillas, trataron de hacer un «diseño simple» e intentaron que su prototipo fuera «lo más ancho posible y con fuerza para evitar ser adelantado». Alberto Chinchilla y Jorge Artieda completaban el grupo. Según Veguillas, su robot era «probablemente el más rápido de la competición, ya que puede alcanzar los 0,8 metros por segundo», aunque reconoció que tuvieron problemas con los motores por el tema de la potencia.

Además, la competición otorgó otros premios a los tres siguientes mejor clasificados, al mejor diseño, elegido por los propios alumnos de la Escuela y que fue a parar a SuperIván, y otro a la innovación tecnológica, que concedía el jurado.

En la competición, el segundo premio lo consiguió el grupo «CyberManolos 2», mientras que «Nos crecen los enanos» quedó en tercer lugar en la clasificación, que también obtuvo el premio a la mejor aportación tecnológica, junto a «TRYLR-5». El cuarto puesto lo obtuvo el grupo «Vax Bunny».

El objetivo de este concurso, según Ramón Galán, subdirector de Investigación en la escuela y profesor, es «potenciar el interés de todos los estudiantes de nuestra escuela por poner en práctica sus ideas de ingeniería, fomentando la creatividad, el trabajo en equipo y el espíritu crítico».

Para amenizar la competición, «acudieron» a esta cita un robot autónomo con capacidad para hablar, creado para ser azafata en ferias y presentaciones; un perro-robot con sensores que le permiten saludar y responder a distintos estímulos y un pequeño helicóptero con motor de gasolina, que sobrevuela líneas de alta tensión. Estos proyectos han sido creados por profesores del departamento, excepto el «canino tecnológico», llevado a cabo por Sony.

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