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El realismo mágico de Viladomat

Once años después de su muerte, el Museo de la Ciudad ofrece la primera retrospectiva del artista madrileño Domingo Viladomat. El tesón de su hija ha hecho posible reunir las obras, la mayoría en poder de instituciones y coleccionistas privados

«Toledo», composición en la que el artista Domingo Viladomat evoca una naturaleza geológica de roca

TEXTO: MABEL AMADO

MADRID. Bodegones, panes, catedrales sumergidas, vistas urbanas, olivos... Las constantes pictóricas más representativas y recurrentes del polifacético artista Domingo Viladomat pueden admirarse hasta el próximo 16 de octubre en el Museo de la Ciudad (Príncipe de Vergara, 140).

Su hija, Alicia Viladomat, ha hecho posible la organización de esta retrospectiva que visitará más ciudades, «aunque el punto de salida es el que yo quería, Madrid, y este Museo, el lugar más apropiado para acoger la obra de mi padre», afirmó.

Aunque durante toda su vida Viladomat se interesó en las más diversas disciplinas artísticas, desde la escenografía a la ilustración, pasando por el cine, esta exposición se centra en su faceta como pintor.

Los 74 óleos y los 8 dibujos que se muestran recorren los temas más representativos de este autor, que mezcla como nadie el realismo con el surrealismo y con la abstracción. Así, como explica la comisaria de la exposición Ruth Gallego, «los cuadros se han organizado por orden temático, pues nunca fechaba sus cuadros y eso imposibilitaba un desarrollo cronológico ordenado».

Bodegones

La excepcional visita comienza por uno de los referentes en la obra de Domingo Viladomat: los bodegones. El color, la luz y la forma son los conceptos básicos de los que el pintor se sirve para acercar el motivo central de todas sus obras, la naturaleza. Como reconoce Ruth Gallego, «en sus bodegones los objetos adquieren una categoría excepcional por su carga conceptual y su intento de vencer el tiempo en un espacio imaginario en el que quedan suspendidos e indiferentes a las leyes de la gravedad». Algo que se aprecia muy especialmente en sus papeles arrugados, cardos, telas, hojas, frutas o panes.

Tras los bodegones el visitante se acercará a otro de los motivos recurrentes en la obra de Viladomat; los olivos. Estos árboles, nervudos y retorcidos, ya se acercan a los paisajes mediterráneos que esta exposición exhibe como recuerdo a aquellas largas temporadas que este pintor rescatado pasaba en su taller de Polop de la Marina (Alicante).

Pero la referencia a Castilla, a la Castilla de Antonio Machado, también es destacada con los muchos campesinos que vuelven de la vendimia o las espigadoras cargadas con sus aperos y fardos.

Catedrales sumergidas

Y del campo volvemos al mar, a esas catedrales sumergidas que transmiten a la retina un paisaje submarino del que surgen veladas y onduladas formas arquitectónicas y escultóricas. Algo similar a sus vistas de ciudades en las que deforma la naturaleza geológica de roca y río, al estilo que inmortalizó El Greco.

Por último, el recorrido por esta inédita exposición lleva a los retratos, desde el familiar, cercano y espontáneo -su mujer o su hija-, al de encargo, como el «Retrato del Rey Juan Carlos I». Pero todos, como definía el propio Viladomat, están «basados en el color y la forma y, por tanto, en la luz, pues ella es con frecuencia la protagonista».

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