Rafael Amargo: así funcionaba el grupo criminal de tráfico de drogas que lideraba, según el juez

La operación Corax , comandada por el Grupo de Estupefacientes de la comisaría del distrito de Centro, arrancó hace casi dos años al percartarse los numerosos agentes que patrullan (sobre todo de paisano) las calles de Chueca y Malasaña un incremento de ciertas sustancias sintéticas, tanto en viandantes como en fiestas.

Los testimonios de compradores, los pinchazos telefónicos y las vigilancias en torno a las viviendas de Amargo y su pareja, la argentina Luciana Bongianino (en la calle de la Palma, en Malasaña), y del productor, enfrente de la plaza de Las Ventas, confirmaron, entre otros, indicios las sospechas. El cuarto detenido fue Miguel B.

Hace hoy justo un año, Amargo y los otros tres investigados fueron arrestados , en la víspera del estreno del espectáculo ‘Yerma’ del coreógrafo en el teatro de La Latina. Tras pasar por los calabozos y el juzgado, quedaron libres con cargos, retirándoseles el pasaporte para que no abandonen el país.

Amargo pasaba una mala racha económica. En el auto conocido ayer, al que ha tenido acceso ABC, el juez instructor habla de que «actuaban de común acuerdo en la recepción, preparación y distribución de sustancias estupefacientes, en especial metanfetamina» . Se trata de una de las sustancias más comunes y destructivas entre las drogas sintéticas. Y que precisamente tuvo un aumento de consumo durante el confinamiento y el inicio del fin de la pandemia.

Presuntamente, también traficaban con ketamina (anestésico de caballos), popper (vasodilatador para mantener relaciones entre hombres) y GHB (éxtasis líquido). La Policía también se incautó de mefedrona (droga potentísima), 2CB (la falsa ‘cocaína rosa’), Viagra y anaboliantes como la testosterona en casa del productor, Eduardo de los Santos.

Él era quien ponía el dinero para comprar las cantidades más importantes que luego revendían, y Amargo las «medianas». A casa de él y su novia (también bailarina) es donde acudían los clientes a ‘pillar’, tras haber llamado al móvil o al telefonillo. También enviaban dosis en Uber y ‘mulas’ que caminaban hasta donde estaban los clientes.