Primera jornada en el WiZink Center: vacuna, pádel y tarde de compras

En la tarde del día que empezaron a vacunar donde han triunfado Loquillo, Mickey Mouse sobre hielo o Raphael, el escenario a la puerta del Wizink es la viva estampa de la confusión y de la soledad. Y se comprende. Hay una ambulancia del SUMMA aprovechando la toma de tierra del Palacio y tres nacionales que patrullan el contorno de forma idéntica. Y también algún ídolo del pádel eliminado, con cuatro ‘groupies’ suyas, la mochila con las palas y la credencial de deportista en un callejero, el del barrio de Salamanca, más tranquilo de lo normal el viernes del primer pinchazo en vena. Hay taxistas ociosos que dan la vuelta al recinto, por si ‘pescan’ efectos secundarios. Pero los recién vacunados quieren andar. Ya que están en el centro de Madrid...

La cola mínima, que da casi frente a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, muestra ese temor al suero británico . Hay partidos en otras dependencias del WiZink Center en los que se juega la World Padel Tour: la pala y la aguja en el mismo recinto. Sin embargo, nadie ha confundido las puertas de entrada al coliseo del Barrio Salamanca. «Quizá a primera hora, que venían algunos con entrada, vacunados del Wanda, y se encontraron de repente con que iban a ser vacunados de nuevo».

En la esquina entre Fuente del Berro y Jorge Juan prenden más cigarrillos de lo habitual, que una sala de espera es una sala de espera, y un enfermero con jeringa impone. Así, Daniel aguarda a que su madre, Coro, de 63 años, salga de la inyección. «Recibimos el mensaje ayer —por el jueves— y te pones como un loco a buscar por Internet. En el fondo no queda más remedio, porque todo el mundo acabará vacunándose. O la gran mayoría. Convencí a mi madre porque acabas dudando, y más si enciendes la televisión ».

A pesar de todo, Daniel sí reconoce abiertamente «que estamos en vísperas de elecciones», y eso se nota en todo. Quien es más diligente es José Coronado, que antes de las 18.15 del puyazo exclama que «cómo no» no se iba a vacunar.

En la sala de espera que es el Madrid lluvioso, Diego aguarda a su mujer y el miedo que tiene es más coyuntural que otra cosa . «He oído que la gente tiene miedo». Su mujer no hace declaraciones, pide perdón, y el mutismo debe ser porque el pinchazo debe doler algo: a cada cual según sus necesidades.

El que entra nervioso, sale vacunado y a por un café . Antes ha aguardado unos quince minutos. La vacuna, a pesar de todo, anima al ciudadano a pasear la tirita por Madrid. Carmen, que vive por la zona del Wanda y que ha tenido miedo previo por «lo que están contando», lo tiene claro: se «va de compras» y a tomar «un café».

Carmen tiene «patologías», «y sí que podría no habérmela puesto». Pero Carmen trota por Jorge Juan arriba, «a merendar», que «el paracetamol» ya se lo tomó con la prevención reglamentaria. Otra Carmen, de la ONCE de los contornos, ha tenido «buen día» vendiendo el 69 y el 72. Y hay hasta quien dice que se vacuna hasta con «la de Putin» .