Una primavera de telón caído

El Teatro Bodevil es otra apuesta de fórmula alternativa, en lo cultural, que se apaga, como antes se han venido apagando otros locales de mayor o menor mérito en la ciudad, desde el Comercial, última reliquia de los Cafés literarios, hasta algunos teatritos próximos a la Puerta del Sol, que son gimnasios recientes. Será que a lo mejor el peatonaje prefiere una mancuerna a una comedia.

Hay poco estímulo municipal para proyectos de vertebración cultural, y se abren muchas tiendas de calzoncillos de metrosexuales, en la Gran Vía, pero se cierran los pocos cines que nos van quedando. Cines o teatros, ya decimos. Hay mucho teatro en la Puerta del Sol, teatro repartido entre quienes van ahí, entusiasmadamente, en romería de reivindicaciones varias , y los espontáneos que cumplen a diario su número para los turistas, entre la estatua de show y el truco de magia bajo el sol.

Pero lo que no vemos es la inauguración de un teatro propiamente dicho, con lo que los teatros, en Madrid, van perdiendo mapa, y los cafés de tertulia son una cosa que salía en la hemeroteca de los de la Generación del 27. La Gran Vía perdió, en su momento, no tan remoto, aquellos cartelones de los estrenos cinematográficos, pintados por artistas, y ahora los cines van cediendo el local para acomodar las catedrales de la ropa de baratura, que son catedrales con escaleras mecánicas y un segurata que te da los buenos días, cuando te marchas, en la misma acera. Habría que hacer algo por locales como el Teatro Bodevil , que funcionan bien, y tienen un público atento y sostenido. Algo, mucho. La primavera es una primavera de telón caído. Que llegará a muchos inviernos.