Plan contra la soledad de los mayores: «No tengo a nadie y no puedo moverme de mi casa sin ayuda»
El Ayuntamiento de Madrid pone en marcha un programa contra la soledad no deseada de los mayores de 65 años con el objetivo de acompañar a los ancianos que carecen de apoyo familiar y de lazos sociales
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Iniciar sesiónJuan vive tras las cuatro paredes de un cuarto sin ascensor del barrio de Lavapiés. Las piernas y las manos le tiemblan tras una operación a corazón abierto de la que aún no está totalmente recuperado. Tiene «pánico» a salir de su vivienda, agarrarse a ... la barandilla de hierro que bordea la escalera y posar sus pies en los peldaños de madera, moldeados por las marcas de pisadas, por si se cae. Para él, enfrentarse al más de un centenar de escalones que lo separan de la vía pública es una odisea. Por eso, durante años ha vivido aislado en el interior de su hogar, recibiendo los táperes del servicio de comida a domicilio para mayores del Ayuntamiento de Madrid. Pero hay un motivo más: Juan no tiene familia ni amigos que lo puedan acompañar . «No tengo a nadie. La soledad es un problema muy grave. No puedo moverme de casa sin ayuda», dice sentado en el sofá de su casa, alumbrado por las luces que proyecta la televisión, sin volumen.
Juan Miñana es uno de los 162.500 mayores de 65 años que viven solos en la capital. Con 73 años a sus espaldas, no recuerda con exactitud las décadas que lleva sin compañía, pero sí que son muchas. Su situación cambió el mes pasado, cuando se puso en marcha un programa municipal para combatir la soledad no deseada . Al principio, fue reticente a aceptar la ayuda, tenía miedo de que las integradoras sociales dejasen de visitarlo y quedarse de nuevo solo. Después de 30 días, sabe que no será así, y mira con ternura a Patricia, la joven que lleva su caso y que lo visita en su domicilio.
Hacia ella solo tiene palabras de agradecimiento, que subraya con una enorme sonrisa que hacía tiempo que su rostro no dibujaba. «Desde que vino hace un mes, todo ha cambiado a mejor. Hemos forjado una amistad, me ha ayudado en la soledad y a conseguir ayudas», cuenta mirándola.
Su vida no ha sido sencilla. Quiosquero en la Puerta del Sol, tiene una pequeña pensión que lo ayuda a sobrevivir y a pagar los gastos de la vivienda. A principios de año, le detectaron un problema en el corazón que le obligó a pasar por quirófano tras una temporada sufriendo espasmos. «¿Y si no me opero?», recuerda que le preguntó al doctor. «Se muere», obtuvo como respuesta. «Pensé que estaba solo y no sabía qué hacer», rememora.
El postoperatorio lo pasó, durante tres meses, en una residencia cuya factura lo ha dejado en números rojos, pero al volver a su casa pronto recibió la llamada del equipo social. En la primera visita, Patricia y él se presentaron y ganaron confianza; en la segunda, dieron un paseo para obtener información sobre cómo conseguir un bono social; las siguientes las han dedicado a conocerse. Juan pisa la calle con ella, que se ha convertido en una especie de salvavidas para el septuagenario. «Ahora, tengo ayuda a domicilio y vienen a limpiar la casa varias veces en semana. Recibo las llamadas de Patricia cada dos días, pero el acompañamiento es lo principal . Si me pasa algo, enseguida están aquí», afirma. A veces es Juan quien la llama para decirle que todo va bien y preguntarle cómo le ha ido el día.
El entorno
Pero no solo lo acompaña. Patricia ha conseguido que Juan retome el contacto con parte de su entorno . Su mejor amigo murió hace años y, tras esto, la mujer y los hijos regresaron a su pueblo natal. No los llamaba para no molestar, pensando que no tendrían interés en saber de él, aunque nada más lejos de la realidad. La integradora social consiguió que se atreviese a dar el paso, que marcase ese número de teléfono que tantas veces había mirado en silencio. Ahora, mantiene conversaciones asiduamente con la mujer del que fue su compañero de batallas y ella, incluso, va a visitarlo y a acompañarlo a los médicos para interesarse de cómo evoluciona de la intervención que duró más de siete horas.
«Me ha cambiado la vida un poco», resume, apasionado del tenis y de Federer, mientras muestra la comida que le ha llegado esta semana y que guarda con mimo en un pequeño frigorífico: espinacas rehogadas, albóndigas, arroz con pollo y otro víveres que completan su menú.
El caso opuesto a Juan es el de María García . Ella participa en el programa para aprender a prevenir la soledad . «Voy al centro de mayores donde hago actividades. He aprendido a jugar al ajedrez, que lo tenía pendiente desde los siete años, y a nadar», cuenta esta vecina del distrito de Ciudad Lineal, en el que más asistencias se realizan. María lucha por superarse día a día. Trabajadora en un colegio y una residencia de ancianos, ahora es la escritora del centro Manuel Aleixandre, donde deleita con sus romances a los demás compañeros. «Lo que me sorprende es que a los mayores no nos preparen para envejecer. Yo quiero envejecer bien, tomando mis propias decisiones, pero todavía tengo muchas cosas que hacer porque he estado dedicada a mi madre, mi exmarido y mis hijos... Me toca a mí», confiesa.
Por casualidad, un día se apuntó a una actividad llamada ‘Aventura del Conocimiento’ y el profesor le pidió que escribiera un cuento. María se negó, sin saber que la escritura sería una de sus vías de escape contra la vejez. Tras el primero, han llegado romances y relatos sobre el convento en el que estuvo internada de niña e, incluso, los inmigrantes o la blasfemia. Todos los guarda en pequeñas libretas de anillas y algunos han sido publicados en un libro del centro de mayores.
«Creo que los mayores ahora tenemos una vida de lujo. Yo tengo una pequeña pensión, pero no me falta de nada», asegura. Por eso, cuando su integradora, Josefina, la llamó para hacerle seguimiento ella le contestó: «¿Para qué va a venir a casa si yo no tengo soledad?». Ahora, le recuerda por teléfono que beba agua, que no salga al sol y la visita en su vivienda, donde hablan del día a día y María aprovecha para leer sus creaciones. «Todo esto son lujos», piensa.
El programa se inició en junio, con la valoración de las características individuales y detectando las situaciones de soledad no deseada, y persigue establecer contacto con los mayores de 65 años a través de la realización de más de 7.000 visitas al año . En este primer mes, las ocho integradoras sociales que conforman el equipo han visitado a 241 personas y realizado más de 1.615 llamadas telefónicas. En otoño, además, se completará con la creación de tres talleres: prevención de soledad y envejecimiento activo; fortalecimiento de habilidades sociales, y atención psicológica.
Acogida
«El programa está teniendo una gran acogida. En las primeras actuaciones confirmamos que el perfil es el de personas insatisfechas con sus relaciones sociales y personas solas, resignadas ante su situación y pérdida de sus relaciones sociales, ocasionada en muchos casos por la situación derivada del Covid-19 », explica Pepe Aniorte, delegado del Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social.
Además de ofrecer un acompañamiento profesional, añade el edil de Ciudadanos, el plan «busca implicar a la persona mayor en su propio proceso , fomentando su participación en el entorno y facilitando información de recursos de proximidad donde se sienta segura, dado que nuestro objetivo es poner a las personas mayores en el centro de la sociedad».
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