La ruta solidaria de «Pambu»: pedalear 11.000 kilómetros para cambiar otros mundos
Santiago Sánchez viajó desde Alcalá de Henares hasta Arabia Saudí en su bicicleta para ver ganar al Real Madrid la Supercopa España y acabó viviendo cinco meses en un campo de refugiados ayudando a los desfavorecidos
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Iniciar sesiónUn viaje, sin duda, te puede cambiar la vida. Dos te permiten hablar de tu yo como un hombre a estrenar. Eso es lo que refleja Santiago Sánchez Cogedor , un madrileño de 39 años cuyo periplo por un orfanato, inmerso en un ... voluntariado en las favelas de Río de Janeiro , hizo que le cambiara radicalmente el chip, el enfoque, la pregunta. El por qué ayudas dejó paso al por qué no lo haces. «Había niños con diez hermanos, que su padre estaba muerto y la madre les había abandonado. Iban a jugar al fútbol descalzos, pero con una sonrisa», recuerda a ABC.
Fue el punto de partida de algo muy grande. Acaba de regresar más de un año después a casa, tras recorrer 11.000 kilómetros en bicicleta desde Alcalá de Henares hasta Arabia Saudí para ver ganar a su Real Madrid la Supercopa de España. Aunque es un loco del fútbol, esto, dice, ha quedado en un segundo plano. A su regreso por la misma ruta, le pilló por sorpresa la pandemia, el cierre de fronteras, y vivió durante cinco meses en el campo de refugiados de Nea Kavala, en Grecia. Allí estuvo ayudando, enseñando boxeo y organizando partidos de fútbol, regalando sonrisas y aportando esperanza. «Toda historia trágica que te puedas imaginar, lo peor, estaba en este lugar», se lamenta. Su camino se cuenta en anécdotas, no en kilómetros . Y podrían ser más de 11.000. Santi iba a ver una final y descubrió que «las fronteras más grandes son las fronteras mentales» y que «la mayor de las llaves es la sonrisa, un pulgar hacia arriba, la actitud y las ganas».
«Pambu», apodo por el que se le conoce a este alcalaíno, llevaba trabajando cinco años en una empresa logística, pero la vida le tenía reservados otros derroteros. El balompié le marcó el camino, le puso un destino lejano. El trayecto fue cosa suya, una oportunidad para recoger basura, plantar árboles, conocer gente desfavorecida y hacer que lo fueran un poquito menos. Se fue con la mochila cargada de ropa y vuelve repleta de historias, sin harapos pero con experiencias, que al final es lo que mejor le viste. Partió un 15 de septiembre de 2019 de la ciudad Complutense y fue recorriendo España hacia el norte hasta llegar a Francia. Desde allí continuó su aventura por Europa y Asia, pasando por 24 países . Quería demostrar que se puede llegar lejos con poco, dice. «A lo largo del viaje me surgieron ideas, iba haciendo truques, con bolsas de basura vacías iba limpiando la ruta por donde circulaba. En los lugares en los que paraba, me presentaba y contaba mi proyecto, yo no había montado en serio en bici en la vida», cuenta. Un viaje muy austero del que dio cuenta en Instagram en el que pasó por orfanatos, escuelas, centros de discapacitados, poblados chabolistas, descampados y paisajes de ensueño.
Pertrechado con una bicicleta, ropa térmica, una cocina plegable, bombonas de gas, un purificador de agua, una tienda de campaña y mucha ilusión, logró llegar en enero de este año a Yeda . Aunque estuvo cerca de renunciar. En la mochila portaba una carga emocional demasiado intensa, su primo menor se había ahorcado antes de partir y Santi se enteró de que su madre tenía un cáncer justo cuando se disponía a cruzar a Francia. La llamó y le dijo que se volvía. «Ni se te ocurra. Camina, pedalea, me he hecho Instagram por ti, eres mi medicina» , le respondió. Tras miles de kilómetros a bordo de su bici y cientos de árboles plantados en su camino, vio campeonar al conjunto blanco. «Me recibieron los jugadores del Real Madrid, Butragueño y Sergio Ramos me entregaron una camiseta con mi nombre y me invitaron a regresar en su avión con ellos, pero les dije que no, tenía que seguir viajando. Regresar por la ruta que había hecho para agradecer y saludar a todas las familias que me habían acogido».
Aquí comenzó otra historia, con la pandemia como protagonista. Con el virus apretando, los países cerraron sus puertas y el instinto de supervivencia se avivó. Santi estaba en Turquía y tuvo que cruzar como pudo la frontera hasta Grecia, pero habían bloqueado el país. Se escondió en un control policial y llegó hasta una caseta pegada a las vías del tren. Allí estuvo ocho días, sobreviviendo con todo lo que la naturaleza le puso a su alcance, incluidas las ratas. Le sorprendió la policía griega y lo encañonaron para que se fuera. «Les dije que estuvieran tranquilos, que no era un terrorista ni nada. Dejé todo recogido y dejé una nota con un agradecimiento y mi cuenta de Instagram. Al poco tiempo me contactó aquel policía y hoy todavía nos escribimos », relata Pambu.
Tras dar varios tumbos, encontró un campo de refugiados . A las puertas, un niño le invitó a su «casa» a tomar un té. Y se quedó cinco meses. «Es la experiencia más dura y cruel que he vivido, pero la más reconfortante», explica. Allí compartió sus días con familias muy pobres del Congo, chicos a los que habían violado a sus progenitoras , a otros a los que les faltaba una extremidad porque habían pisado una mina e incluso residió con una familia a la que habían matado al padre los talibanes en las montañas de Afganistán. Allí ejerció de consejero, de educador, de entrenador, en definitiva, de amigo. También hubo cabida para momentos inolvidables. «Un día alquilé un coche y les llevé a lugares bonitos, al monte, al río... Me decía una niña que era el mejor día de su vida», rememora.
Tras aquella aventura, fue el momento de regresar. Hace pocas semanas que ha vuelto al primer mundo para contar que nuestra realidad no es tal en otros lugares más bien cercanos. El fútbol sigue marcando su camino, todos los fines de semana se viste de corto para jugar los partidos con el C.D. Valdeavero. Pero ¿y ahora qué? «No termino de encontrarme» , reconoce. «Me he dado cuenta de lo afortunado que soy, pero mi mente está allí». El «nuevo» Santi ya piensa en su próxima peripecia .
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