El parricida de San Blas, a la Policía: «No les puedo abrir la puerta. Mi madre está muerta»

Los agentes de Seguridad Ciudadana se vieron obligados a forzar la puerta y encontraron a Virtudes tendida en la cama con al menos un fuerte golpe en la sien. Como no respiraba, comenzaron las maniobras de reanimación hasta la llegada de los sanitarios del Samur-Protección Civil, que lograron revertir su estado. Sin embargo, poco después volvió a entrar en parada cardiorrespiratoria, de la que ya no saldría pese a los esfuerzos realizados durante 40 minutos. Los funcionarios policiales procedieron a la detención de Juan Antonio, que contaba en su historial con tres detenciones por golpear a su madre en 2009, 2011 y 2015.

Hasta allí también se desplazaron agentes del Grupo VI de Homicidios, encargado de la investigación del caso, y de la Sección de Delitos Violentos (DEVI) de la Policía Científica, que realizaron una inspección ocular del domicilio, a fin de encontrar el mayor número de pruebas posibles. Aunque será el resultado de la autopsia el que determine la causa de la muerte, todo apunta a que la mujer falleció fruto del traumatismo craneoencefálico severo sufrido.

La discusión, según apuntaban ayer varios residentes, se inició alrededor de la 1.30 horas por causas que se desconocen. «El chico que llamó a la Policía escuchó a Virtudes gritar varias veces “¡Vete de aquí! ¡Vete de aquí!”, hasta que se hizo el silencio», explicaba una mujer, consciente de que este desenlace tarde o temprano iba a llegar. Al parecer, Juan Antonio había regresado a la casa de su madre en Navidad, después de estar internado en un centro tutelado. «Le habían ingresado muchas veces en casas de acogida, también había estado en el psiquiátrico», añadía otra vecina.

Virtudes, madre de tres hijos y viuda desde que Juan Antonio, el mayor de los hermanos, apenas acababa de cumplir la mayoría de edad, nunca salía de casa. Al menos en los últimos tres años, momento en que el resto de moradores del bloque dejaron de verla. Su otro hijo varón, José, se encargaba de prestarle las atenciones necesarias, con visitas frecuentes en las que le llevaba la compra, medicamentos y otros productos básicos.

Juan Antonio, por su parte, llevaba una vida tranquila, «sin meterse con nadie», a tenor de lo relatado en la barriada. «Si te veía, se ponía a hablar y no te soltaba», subrayaba un matrimonio, sin entender el porqué de la falta de control en lo relativo a su enfermedad: «Una vez bajó a la calle en camisón, medio desnudo». El problema llegaba cuando dejaba de medicarse y la tomaba con su progenitora, lo que motivaba la presencia habitual de la Policía. «Pero ella luego retiraba la denuncia y él volvía porque ya no tenía orden de alejamiento», continuaban los vecinos, con la única justificación que se les venía a la cabeza: «Qué iba a hacer, al fin y al cabo era su hijo».

Después de cada violento episodio, los que conocían a Virtudes siempre la advertían: «Un día te va a matar». Este homicidio se suma al ocurrido la pasada madrugada del sábado al domingo, también en ese distrito. Ya son nueve las muertes violentas en el presente año.