Una nueva oportunidad para los perros huérfanos del Covid-19
Las protectoras redoblan esfuerzos en busca del hogar ideal para los animales que han perdido a sus dueños por la crisis
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Iniciar sesiónCuco tiene 12 años, el pelo blanco y rizado, los ojos negros y redondos como dos hermosas canicas. Su rostro denota simpatía. Cariñoso y juguetón, desprende amor por los cuatro costados. Cuco perdió a su dueño, Antonio Cañete, fallecido en plena crisis del coronavirus, como ... decenas de animales que ahora buscan un hogar. Ahora tiene nueva familia, pero el cambio no ha sido fácil. La protectora Salvando Peludos se hizo cargo de este bichón maltés, alertada por una vecina. Lo acogieron con la premisa esencial de que ningún animal «pase de una casa a una jaula». Así lo expone su presidente y fundador, Fernando Sánchez, satisfecho por el logro conseguido. Misma suerte corrió Bandido, un hermoso Podenco de siete años que también quedó huérfano, «víctima» de la pandemia . «En este caso, el hijo del difunto vino de Canarias al entierro y nos lo trajo porque no podía hacerse cargo», expone Sánchez, consciente de la dura situación que han tenido que afrontar este tipo de asociaciones.
El proceso de adopción no es sencillo. Lo primero que hacen las protectoras es verificar la imposibilidad de que el animal rescatado pueda ser reubicado con algún familiar del propietario. «Esto sería lo ideal, por el vínculo que ya existe», explican desde Salvando Peludos, donde, de no poder barajar esta opción, tratan de encontrarle otro hogar, sea este temporal o definitivo: «Siempre que las condiciones sean las adecuadas, preferimos evitar que salgan de su entorno». Es el caso de dos cachorros que, a diferencia de Cuco y Bandido, han decidido que sigan con su madre en una finca de Ávila . «Cuando nos contactaron los familiares, fuimos desde Madrid y comprobamos que su situación no era peligrosa», añaden, por lo que su misión consiste en dispensarles comida y atención médica a la espera de encontrarles una salida satisfactoria.
Los problemas para las protectoras y centros de protección animal se acumulan. El hecho de que durante más de dos meses se hayan frenado en seco las adopciones debido al estado de alarma, ha provocado un significativo aumento de estos espacios asistenciales, al cerrarse los canales de salida, pero no los de recogida. A ello se suma el descenso de las donaciones de alimentos, a consecuencia de la falta de movilidad de la población; y económicas, fruto de la incertidumbre en la que se instalado el país tras el cierre temporal de miles de negocios y la consecuente pérdida de empleo.
Para paliar los devastadores efectos, han tenido que reinventarse y acometer todo tipo de iniciativas. Una de ellas es la exposición solidaria ConfinaDOGs , compuesta por 30 fotografías y destinada a recordar lo que ha significado para tantas personas la compañía constante de perros y gatos durante los momentos más duros de la epidemia. ¿Su objetivo? Recaudar fondos para la protectora que salvó, entre otros canes, a Cuco y Bandido.
Después de acometer una decena de rescates, en la Asociación por la Liberación y Bienestar Animal (Alba) redoblan ahora esfuerzos para que sus nuevos compañeros pueden encontrar el hogar ideal. Como las dos preciosas galgas Bimba y Piruleta, que esperan a ser adoptadas tras el trauma de haber perdido a su amo. «Las tuvimos que sacar en brazos porque estaban muertas de miedo», relata la presidenta, Carolina Corral, confiada en que la vuelta al trabajo de las educadoras sirva para que estos animales sean acogidos en las mejores condiciones posibles.
Las vidas truncadas por el coronavirus y otras enfermedades han dejado al descubierto una realidad con la que actualmente deben lidiar, no sin riesgos, los miembros de las protectoras. Para muestra, un botón. La semana pasada, los Bomberos del Ayuntamiento de Madrid hallaron el cuerpo sin vida de un hombre –que murió por causas ajenas al patógeno– en su domicilio del barrio de Canillejas. Fueron los vecinos los que, alertados por el fuerte olor y la creciente presencia de moscas, llamaron a los servicios de emergencias, personados poco después con sus correspondientes equipos de protección. Al entrar en la casa descubrieron a Luna, una perra mestiza de 6 años, que tuvo que ser rescatada por la asociación Cantileros bajo estrictas medidas de seguridad.
Ataviados con g uantes, mascarillas y otros elementos especializados , los integrantes de la protectora subieron al piso y sacaron a Luna, desorientada y muy asustada. «Estamos esperando a que la familia obtenga el certificado de defunción y nos puedan ceder a la perrita», explica Eva, una de las voluntarias. Pese a que la hermana del difunto no podía afrontar su cuidado, una conocida del dueño avisó a la asociación para acogerla en su casa. «Recibimos muchas peticiones, pero optamos por ella debido a que ya existía un vínculo», incide. La vida, pese al Covid, también se abre paso para sus huérfanos más vulnerables.
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