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Iglesias de Madrid

Nuestra Señora de la Consolación: una nueva normalidad, una nueva parroquia

El templo celebró hace poco su camino sinodal y la asamble creó cuatro grupos de trabajo

El altar de la parroquia de Nuestra Señora de la Consolación ISABEL PERMUY
José Francisco Serrano Oceja

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El P. Miguel Ángel Ciaurriz, Agustino Recoleto, es el párroco de Nuestra Señora de la Consolación , una apacible comunidad, con un no menos agradable templo en el barrio La Estrella, bien pegada al parque Roma y al Colegio Agustiniano. El P. Miguel Ángel ha llegado no hace mucho a esta parroquia después de 42 años de misionero en Iberoamérica. Y también con su título de periodista. Si el Evangelio es comunicación, dice el P. Miguel Ángel, hay que saber comunicar, hay que comunicar bien. Para eso están las modernas técnicas que permiten una comunicación efectiva. En un barrio en el que la feligresía es mayor de edad, aunque se percibe un cambio demográfico, en una zona en la que la vida es tan apacible como el entorno, después de la pandemia la parroquia se han planteado un lema para este curso, «Una nueva normalidad, una nueva parroquia».

El P. Miguel Ángel, que está acompañado por tres religiosos Agustinos Recoletos , los PP. Javier, Jesús y Víctor, de 85, 83 y 82 años, considera, no sin razón, que «la forma de avanzar en la Iglesia, de acuerdo con los responsable de la acción pastoral que somos los sacerdotes, está en que nos dejemos llevar por las iniciativas de los fieles lacios que viven en la realidad, en una realidad que nosotros muchas veces desconocemos. La renovación eclesial debe nacer de la iniciativa de los de abajo por la inspiración del Espíritu Santo que vivifica a la parroquia».

Muestra de ese aliento de vida es la ornamentación de la gran cubierta triangular que cubre el templo de la parroquia, simbología de los dones del Espíritu Santo. Por cierto que el templo es un ejemplo de sencillez y de acogida, modelo circular, con un altar bien visible, y con una gran imagen de quien es también Madre de Consolación, una advocación muy de la familia agustiniana. Filomena hizo estragos en la cubierta , de ahí la campaña «Una fe sin goteras» destinada a recoger dinero para el arreglo de los desperfectos.

Bendita por Rouco Varela

La parroquia Nuestra Señora de la Consolación fue erigida en 1965. Entonces tenía el nombre de Santo Domingo del Val, monaguillo zaragozano martirizado en el siglo XIII. En 1973 la titularidad de la parroquia se cambió y pasó a llamarse Nuestra Señora del Hogar. No se disponía aún de un templo. Fue en 1990 cuando el arzobispo de Madrid ofreció a los agustinos la animación de la parroquia por el trabajo pastoral que realizaban en el colegio. En 1991 se volvió a cambiar la denominación y se le asignó el nombre actual. Para entonces la parroquia, que se reunía en los locales del Colegio Agustiniano, tenía ya una vida que la había convertido en un referente en la zona. El 9 de junio de 1996, el cardenal Rouco Varela inauguró y bendijo el templo parroquial actual, que cuenta con amplios salones en los que se llevan a cabo las actividades parroquiales, ahora recuperadas tras la pandemia. Una mañana cualquiera de la semana se puede ver a las personas que se reúnen para los talleres de memoria, gimnasia y pintura.

La parroquia celebró no hace mucho su particular camino sinodal a través de una asamblea. Ha llegado la hora de un tiempo nuevo, de un nuevo comienzo. De entre las conclusiones de la Asamblea se encuentra la creación de cuatro núcleos con sus grupos de trabajo . El primero, dedicado a la vida espiritual, al cuidado de las eucaristías, a la oración. El segundo está volcado en la comunicación para que la comunión venga a través de la información compartida. El tercero, destinado a la educación en la fe, a la formación. Dentro de sus actividades están las 'Noches de coloquio' en las que se invita a una persona para que aborde un tema de actualidad.

Por último, el grupo de solidaridad, con un proyecto de acompañamiento de las personas que viven solas en el barrio, que no son pocas. Antes de la pandemia, la Cáritas parroquial se encargaba de un programa de alimentos que iba destinado 20 familias de un barrio marginal de la parroquia de Vicálvaro. Ahora Cáritas está en un proceso de reflexión sobre cómo ayudar en las necesidades de otras comunidades. Atraer a los jóvenes a la parroquia es una prioridad en la que ya está trabajando un grupo de cuatro universitarios. La parroquia, una Casa abierta, un lugar de encuentro en torno al calor del carisma de san Agustín.

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