Los negocios de las drogas de diseño y la prostitución se trasladan a las fiestas ilegales

La Policía detecta un incremento de 'scorts' y 'cocaína rosa' en las juergas clandestinas

Agentes de la Policía Municipal intervienen una fiesta ilegal durante el toque de queda ABC

La eclosión de las fiestas ilegales en la capital (y en no pocos municipios de la periferia) va de la mano de los negocios clandestinos más antiguos y epidérmicos de la normalidad previa a la pandemia: el tráfico y consumo de drogas de diseño ... y la prostitución de ‘medio-alto standing’. Detrás de los titulares casi diarios sobre la celebración de estas reuniones, en las que se destacan el incumplimiento de las normas anticoronavirus y la sobreexplotación del aforo de sus escenarios, hay mucho más. Así lo explican a este periódico agentes que, día sí y día también, tienen que entrar a reventar estas reuniones que, en nada, se quedan en simples guateques o quedadas de amigos de siempre.

«Cuando entras en esas fiestas, te encuentras a la gente en una ‘pompa’. Lo normal es que esté borracha, pero también drogada. Y da igual la edad que tengan los participantes . Vemos a muchos chavales de 16 o 17 años colocados, aunque ellos no lo reconocen, pero es evidente su estado. Y eso que en algunas ocasiones nuestra llegada no les pilla tan por sorpresa, puesto que al percatarse de que vamos a entrar apagan las luces o intentan desprenderse de lo que tengan de ilegal encima, de las sustancias. Pero se está convirtiendo en una constante el uso de drogas, especialmente aquellas que se llaman de diseño o sintéticas», explican a ABC.

Las metanfetaminas en todas sus variantes, el ‘speed’, éxtasis, ‘pirulas’, incluso otras sustancias como el ‘popper’, son una constante: «Y ahora lo que estamos volviendo a encontrar es la llamada cocaína rosa, que no es más que una metanfetamina pero muy peligrosa y cara. Tuvo su momento fuerte de aparición en las calles y garitos de Madrid hace dos o tres años, sobre todo asociada al ocio de la comunidad homosexual; pero ahora nos incautamos de cantidades de este estupefaciente muy a menudo».

La treta de ir en taxi o VTC

Uno de los agentes consultados lo resume así: «La gente que acude a estas fiestas va buscando lo que antes encontraba en determinados ambientes de la noche, en la calle o en los locales habituales; y ahora, los organizadores procuran que vayan también ‘camellos’ cargados con estas pastillas, conocidas también como ‘tucibí’ o ‘2CB’, que también se procuran su negocio ahora que no tienen donde moverlas». El precio ronda los 70-80 euros el gramo, aunque puede alcanzar los 100, dependiendo del material y el ambiente. «Eso sí, estamos notando que está desbancando a la cocaína. Mientras que el hachís es una sustancia más residual en este tipo de situaciones, aunque en la calle del Espejo [el pasado fin de semana], sí que se encontró algo, pero es lo que menos», añaden.

Los controles no se circunscriben solo a los avisos vecinales en las propias celebraciones. También se han multiplicado las vigilancias a los taxis y VTC que circulan durante el toque de queda. Muchos participantes en estas fiestas utilizan estos transportes para moverse, pero los agentes les pillan, «y también con droga y otras sustancias encima».

La Policía interviene una fiesta ilegal en Madrid ABC

Sobre los asistentes a estos eventos ilegales, establecer un perfil concreto es limitarse: «Hay gente de 20, 40 años, menores de edad... Y este pasado sábado, por ejemplo, en un mismo local se juntaron españoles, dominicanos, franceses, británicos e incluso algún estadounidense».

La otra modalidad, en este caso alegal, que se está trasladando del mundo de la noche y los clubes a las juergas clandestinas es la prostitución . «Pero no es la que se ejerce en la calle, la que controlan las mafias; sino que son más bien las llamadas ‘scorts’ de cierto nivel que trabajan para un público distinto . Ahí es donde se mezcla la coca con el sexo. Son chicas que se buscan la vida, normalmente están de manera voluntaria, ejerciendo, y que ahora se han encontrado sin ese medio de vida. También las hay que no se pueden costear la droga, y se arriman a estos ambientes para conseguir que alguien de los asistentes, a veces el más pardillo, se la ‘subvencione’».

La Policía Municipal contabiliza entre 250 y 400 fiestas clandestinas en esta época de restricciones cada fin de semana. Las más concurridas, donde más allá del afán de diversión hay una búsqueda de lucro por sus organizadores, se montan a través de redes sociales. «Avisan por las mañanas para encontrarse esa misma noche. Alquilan el local al propietario, que en algunos casos desconoce la finalidad, y cobran por las entradas», explican los expertos policiales. Los precios van en función del lugar, número de asistentes, de lo más o menos selecto que se quiere que sea el ambiente, etcétera.

Por ejemplo, en los bajos de una conocida discoteca del centro, hay que pagar 80 euros por persona : «Te recogen en un punto, te llevan al lugar antes de que comience el toque de queda y te tienes que quedar dentro hasta, al menos, las seis de la mañana, que es cuando se puede volver a circular por la calle. Y en el precio están incluidas tres copas».

Lo más habitual es que las celebraciones sean en el centro, pero se dan por todo Madrid. «Lo que pasa es que hay una modalidad muy extendida, la del uso de los pisos turísticos , que están más en esas zonas; pero también se utilizan incluso habitaciones de hotel y, lógicamente, domicilios particulares. En cuanto reabran las discotecas, esto acabará», pronostican.

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