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El oro de Moscú, vía Loeches

En su panteón se encuentran las sepulturas del Conde-Duque de Olivares y de la duquesa de Montijo, y los muros de su antigua cripta, dicen, sirvieron de alojamiento temporal al recordado «oro de Moscú». Es el Monasterio de Dominicas de la Inmaculada Concepción, un monumento histórico-artístico levantado en Loeches que se encuentra en fase de restauración

TEXTO: MABEL AMADO FOTO: ANDRÉS DE GABRIEL

MADRID. Cuenta la leyenda popular que el famoso oro del Banco de España «durmió» dos noches en su cripta antes de partir, vía Valencia, hacia Moscú. Lo que ya abandona la tradición y se ciñe a la historia viva es el recuerdo de cómo los habitantes de Loeches, en plena guerra civil, negaron la entrada en el pueblo a afiliados de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) que, en camiones, pretendían asesinar a las monjas de los conventos de lugar, Carmelitas y Dominicas. Puestos sobre aviso la noche anterior, los vecinos acogieron en sus casas a todas las religiosas, dejando los dos conventos vacíos. Así recuerda este hecho Pedro Díaz, alcalde de Loeches e hijo de uno de aquellos buenos vecinos que ocultaron en su vivienda a una monja, en concreto, a Sor Margarita...

Esta es una de las muchas historias que acoge entre sus muros el Monasterio de las Dominicas de Loeches, un monumento histórico-artístico que está siendo sometido a un profundo proceso de rehabilitación. A pesar de que las obras comenzaron en 1988, ha sido a partir de 2003 cuando la «inyección» monetaria ha acelerado los trabajos en esta joya arquitectónica fundada en 1640 por el valido del Rey Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares. Por ser descendiente de Santo Domingo de Guzmán, desde entonces acoge una comunidad de monjas dominicas.

Similar al convento de la Encarnación

Fiel ejemplo de la sobria arquitectura española del siglo XVII, su fachada se atribuye a Alonso Carbonell, discípulo de Juan Gómez de Mora y autor del Buen Retiro en Madrid. No es de extrañar, por tanto, las similitudes entre ambas construcciones -el estanque, la huerta, la capilla, los pabellones, la estancia real...- y el convento de la Encarnación, también en Madrid.

Este edificio monástico consta de iglesia, panteón, casa conventual y un gran jardín y huerta vallados. La planta del templo es de cruz latina de una sola nave y tiene las mismas dimensiones de la Encarnación. Se cubre con bóveda de cañón con lunetos en las naves y cúpula sobre pechinas en el crucero. La portada situada a los pies tiene tres arcos de medio punto que dan acceso a un atrio y está adornada con los escudos de los Conde-Duques y jarrones barrocos.

Enfrente del coro de las monjas hay una puerta de hierro forjado que da acceso al panteón, primero de la Casa de Olivares y, tras el matrimonio del X Duque de Alba con la Duquesa de Olivares, de los Alba. Fue en este momento, en 1909, cuando la cripta original del panteón dejó de utilizarse y se fundó un nuevo panteón sobre el antiguo palacio de los Olivares. Consta de una amplia rotonda cubierta con cúpula y friso de grandes ventanales. Los sarcófagos están dispuestos en varias series de tres pisos, y entre ellos se conservan las sepulturas del Conde-Duque de Olivares, de la duquesa de Santoña y la de Hijar, así como las del octavo, noveno y décimo duques de Alba. En este espacio destaca también la bella estatua realizada por el escultor Juan Bautista Clésinger para la sepultura de la Duquesa de Montijo.

En estos momentos, la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Consejería de Cultura y Deportes está realizando la restauración de las cubiertas de la iglesia y cripta original del panteón, cuyo proyecto es obra del arquitecto Pedro Ponce de León.

Se trata de espacios con mucha historia, no en vano, durante la guerra civil, monasterios e iglesias sirvieron de acuartelamiento. Por ello no es de extrañar las curiosas pinturas que aparecen en las paredes de la antigua cripta. Realizadas a carboncillo por milicianos o voluntarios franceses, y junto a las marcas de antiguos disparos en los muros, traen a la memoria del visitante un triste episodio de la historia española.

Guerras y expolio

De hecho, la iglesia también sufrió los estragos de la guerra y del expolio -primero con la invasión napoleónica y después con la contienda nacional-, y la mayoría de sus cuadros -verdaderas joyas de renombrados pintores italianos- fueron robados.

A falta de esas obras, tienen especial interés la escalera principal, la fachada de la plaza del Duque de Alba, la fachada sur y las cuatro capillas situadas en los muros exteriores de la huerta que asemejan pequeños pabellones de recreo. Como asegura Pedro Ponce de León, también director de los trabajos de rehabilitación, estas pequeñas capillas, casi como una réplica de los pabellones del Buen Retiro, recuerdan la construcción palaciega.

Y es que a la sobriedad de la arquitectura religiosa se unieron ciertos detalles algo más suntuosos. Como ha podido apreciarse tras las excavaciones en la huerta, contaban con cerámica de Talavera realizada en el siglo XVII ex profeso para este convento, además de conservar carpintería original, de la misma época, que sólo ha sobrevivido dentro de la región madrileña en Nuevo Baztán. También llama la atención el sillón y la mesa originales del Conde-Duque, que las monjas muestran orgullosas en la antesala de la sacristía, una zona en la que, según los arquitectos, puedo haber en su día un palacio.

Ya en la iglesia continúan los trabajos de restauración de la cubierta, tanto de sus materiales de cobertura como de sus elementos de soporte. En este espacio destaca una tribuna de hierro forjado, frente al altar, que originariamente se comunicaba con las estancias privadas del Conde-Duque. También, aunque ya entrados en la segunda mitad del siglo XX, se exhibe en el altar un gran fresco de Fernando Calderón inspirado en la obra «El sueño de Felipe II», donde se ha retratado a todos los Alba, desde el Conde-Duque.

Azulejos originales

Afortunadamente, y tras diecisiete años apuntalada, la biblioteca del monasterio está concluida, al igual que el comedor, una luminosa sala en la que se han podido recuperar en un frontal los azulejos originales. En esta última estancia destacan las lámparas, un singular invento ideado por las propias monjas con perfiles de peldaños de la que puso ser una escalera de madera.

La Consejería espera concluir las obras de la iglesia a lo largo de este año. Después vendrán otros pequeños proyectos para continuar con la rehabilitación integral que necesita este monumento. Y es que sor Teresa, antigua madre superiora, ya nos lo advirtió al entrar: «Aquí tienen ustedes su casa, aunque un poquito averiada».

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