Más de 50 clanes criminales croatas lideran el robo de viviendas a plena luz del día

Los especialistas de la UDEV Central en delincuencia itinerante añaden: «Es un tipo de criminalidad que llega a niveles internacionales, con redes muy importantes». El trabajo, por lo tanto, es ingente. «Hay tantas bandas como familias, porque son clanes relacionados entre sí por parentesco. Hay un patriarca y una matriarca, y luego sus hijos ‘heredan’ la organización, y así ocurre luego con las generaciones venideras», explica la inspectora al mando.

La gran problemática, como ha enfatizado en numerosas ocasiones ABC, es el poco reproche penal sobre estos delincuentes (son ilíticos patrimoniales, como robos con fuerza o incluso intentonas), se diluyen en multitud de juzgados distintos y acumulan numerosos antecedentes. Amén de la facilidad que tienen las croatas para regresar a su país y cambiarse de nombre e incluso fecha de nacimiento de manera legal. «Hay gente que ha tenido desde dos a siete identidades distintas», explica el mando policial.

Aunque los delincuentes del Este de Europa son multidisciplinares, en el caso de los robos en pisos, las mujeres son las que se encargan normalmente de perpetrarlos y los hombres (sus maridos, hermanos, hijos o cuñados) se encargan de la planificación y de la logística.

El ‘modus operandi’ más habitual es que ellas se trasladen en coches alquilados, en taxis o en transporte público a los barrios de clase alta o media-alta por donde se mueven. Es el caso de las Nicols, más conocidas como el clan de las Top Models , de actualidad tras el tercer golpe asestado por la Policía Nacional contra ellas en apenas nueve meses. En esas tandas (abril, diciembre y enero), han caido 16 ladronas, pero ningún juez las ha mandado a la sombra.

«Las organizaciones croatas se ‘hacen’ una vivienda en apenas 20 minutos. En una tarde o mañana que les vaya bien, pueden hacerse buena parte de un edificio», añade la inspectora. De hecho, suelen escoger fincas con un amplio número de pisos, para pasar más desapercibidas. Porque, como es el caso de las Nicols , van muy bien arregladas para no despertar sospechas por su aspecto. Van llamando piso a piso, para comprobar quién responde o no, y así saber dónde meterse. Casi siempre, además, utilizando el fácil método del resbalón, consistente en introducir una lámina de plástico (tarjeta bancaria, trozo de botella o una rafiografía, por ejemplo) para abrir aquellas puertas cuyos propietarios han cerrado sin echar la llave al marcharse de casa.

«Es gente que viene de Croacia, aunque muchos de ellos son nacidos en Italia y tienen la doble nacionalidad. Los hay que llegaron a ese país huyendo de la Guerra de los Balcanes», a primeros de los años 90.

En cuanto a su perfil, son «familias en las que predomina el heteropatriarcado antiguo»: « Conciertan bodas entre hijos de estos clanes , pagando grandes cantidades de dinero por aquellas ‘novias’ a las que venden, disfrazándolo de dote, al otro grupo. Lo hacen con las que saben que son muy buenas en estos robos», añaden fuentes policiales. Hay casos detectados de alrededor de 100.000 euros de pago por algunas de estas mujeres en los casamientos.

La Policía Nacional está «en contacto directo con la de Croacia y la de Francia»; porque estos delincuentes itinerantes se aprovechan de la falta de fronteras en el espacio Schengen para moverse entre países. Pueden alquilar un coche en España, robar en cualquiera de nuestras ciudades, y largarse luego en ese mismo vehículo a seguir haciendo de las suyas en Francia, por ejemplo.

«Siempre tienen una base de operaciones, aunque no compren viviendas aquí. En una de estas familia puede haber, sin contar a los niños, 20 personas. No están continuamente en España, sino que se mueven por otros países. Nuestro trabajo resulta fundamental, también, en ir rompiendo de manera total esos clanes, que vean que hay problemas para sus integrentes y líderes, y que así los otros grupos vayan tomando nota», explica la experta policial a este periódico.

¿Por qué eligen España? Por varias razones: «Nuestro clima, nuestras leyes, la facilidad para captar a víctimas de algunas estafas y la posición geográfica, con frontera directa a dos países como Portugal y Francia».

Buscan, sobre todo, bienes no detectables, como joyas y oro, pero también dinero en efectivo. Luego, se los esconden en las vaginas, en calcetines o incluso en ‘caletas’ realizadas en habitáculos de los coches, como los embellecedores, y se van de esos barrios. Pero también hacen lo que se llama la ‘caza del tesoro’: entierran los botines de sus robos en el campo, literalmente. Luego, una tercera persona, probablemente un hombre, acude al lugar señalado para ‘rescatarlo’.

El material tiene dos tipos de salida: por un lado, los venden al mejor postor a receptadores españoles; por otro, cuando acumulan suficientes joyas, dinero y demás bienes, viajan en coches ‘caleteados’ con ellos hasta Croacia y lo revenden a peristas de allí. El oro lo suelen fundir los peristas y los clanes invierten el dinero en coches de gran coste (se han corroborado la posesión de algunos de 100.000 euros de precio de mercado); mansiones ostentosamente decoradas, «en las que curiosamente no suelen vivir, son sus santuarios; pero les sirven para hacer alarde de esos lujos antes los vecinos de sus pueblos...». No están claras todas las maneras que utilizan para el blanqueo de estos beneficios delictivos, habida cuenta de que, por ejemplo, los controles de los registros de la propiedad en Croacia no son tan estrictos como los nuestros.

El perjuicio anual que la Policía calcula a manos de estas bandas puede superar el millón de euro. Y eso solo contando los hechos conocidos, «porque hay gente que no denuncia».

En esa cantidad hay que incluir la especialidad de los varones croatas, las estafas por el método del ‘rip-deal ’: contactan con alguien que quiera blanquear algún tipo de bien o dinero y les pagan con billetes que realmente son fotocopias o facsímiles. Son menos golpes, pero muy cuantiosos: desde 100.000 a 400.000 euros. E incluso el caso de un hombre que les vendió un diamante por un millón de euros... que resultaron ser falsos. «Les agasajan, les llevan a comer, de fiesta, alquilan unas oficinas o la suite de un hotel y luego les timan, incluso con criptomonedas y diamantes que no son copias», indican.