La «marca amarilla»: extorsiones, drogas, inmigración ilegal, blanqueo y piratería
Son los menos ruidosos. Nadie denuncia. Nadie acusa a nadie. Los más herméticos. Pero, también, los más salvajes a la hora de cobrarse su particular «impuesto de protección». Las mafias o tríadas chinas han ido en los últimos 15 años conformando su particular «Chinatown» delictivo ... en barrios de la capital como la zona de la plaza de España, Lavapiés y Usera. Son redes criminales que tocan casi todos los palos, pero siempre partiendo de un mismo origen: el «impuesto de protección» que cobran a sus propios compatriotas, a los que no dudan en mutilar y hasta matar cuando no responden a sus reclamaciones.
Comenzaron a operar a principios de los años 90 en Barcelona, pero pronto se asentaron en la capital de España. Si bien las tríadas (triángulos: el cielo, la tierra y el hombre) estaban vinculadas a la mitología en sus orígenes y eran de carácter altruista, han degenerado en verdaderas jerarquías delictivas con la búsqueda de dinero a cualquier precio.
Al principio, ofrecían «protección» a los propietarios de locales compatriotas. Si no cumplían sus exigencias, se lo destrozaban, le prendían fuego o, simplemente, los ejecutaban. Pero, pronto, sus tentáculos se fueron alargando por buena parte de Europa, cuando se instaló en Holanda, conformada por 30.000 hombres, la llamada «Tríada 14K», que controlaban el 70% de estas redes delictivas en el continente, incluyendo a España.
Los «cabeza de serpiente»
Necesitan una base social en cada país. De ahí que, pronto, se decantaran por el negocio del tráfico ilegal de personas, que les resulta rentabilísimo. Así fue como nacieron los talleres clandestinos, en los que los compatriotas traídos de manera ilegal a nuestro país viven y trabajan de sol a sol de manera infrahumana, como auténticos esclavos del siglo XXI.
Los últimos datos que maneja la Policía es que estas mafias cobran hasta 30.000 euros a cada individuo que traen a nuestro país los llamados «cabeza de serpiente», que, dentro del organigrama de las tríadas, son los encargados de la inmigración ilegal. Los llegados son gente que proviene de las zonas más deprimidas del gigante asiático. La llamada «Banda de los 7», con sus jefes Menxong W. y Weng F., era una de las principales ligadas a estas extorsiones en Madrid.
La vía común de entrada sigue siendo el aeropuerto de Barajas y se utilizan pasaportes falsificados, de Hong Kong, Macao o Japón. La documentación falsa que elaboran es «canela fina» y les exigen un 40% de los 30.000 euros por adelantado. A cambio, mientras se cobran su deuda —algo que puede llevarles años—, les dan 30 euros a la semana para que se las apañen en el día a día. Se han encontrado hacinadas en pisos de 80 metros cuadrados hasta a 30 personas.
Pero no son sólo los talleres ilegales los únicos destinos de estas personas. Muchas jóvenes acaban en el mundo de la prostitución, donde es cada vez mayor la demanda de chicas asiáticas. En marzo de 2006 arrancaba una «macrooperación» que culminó, once meses después, con el descabezamiento de seis mafias que se repartían los 14 millones de euros que producía la prostitución china. Hubo 34 detenidos en los distritos de Usera, Centro, Tetuán, Ciudad Lineal, Salamanca y Puente de Vallecas. Se recibían hasta a 60 clientes diarios y algunas de estas mafias utilizaban empresas comerciales como tapaderas para legalizar a las prostitutas, a quienes vendían por su apariencia casi infantil.
Locales privilegiados al contado De todo esto también subyace el blanqueo de capitales, uno de los puntos que más investiga la Policía: se da tanto en restaurantes como en tiendas de conveniencia regentadas por chinos. Los agentes se sorprenden de cómo estas personas, de apariencia humilde, adquieren esquinazos en zonas carísimas para montar sus negocios, «levantándoselos», incluso, a entidades bancarias. La respuesta es bien clara: pagan grandes cantidades y a «tocateja». Es lo que tiene estar respaldados por mafias. Es su manera de blanquear dinero, sus tapaderas. «¿Cómo se explica que lleven años abiertos restaurantes chinos que apenas tienen clientela?», inquieren expertos policiales.
Pero las Fuerzas de Seguridad se topan con un mutismo general entre las víctimas y sus agresores que hace muy difícil la investigación de estas redes criminales. Nunca saben nada. Sólo se relacionan entre ellos y, además, en la zona de Lavapiés —donde se encuentra la mitad de los 600 negocios que esta comunidad posee en Madrid— tienen violentísimos enfrentamientos con la comunidad marroquí.
Dedos cortados como amenaza
El tráfico de droga a gran escala es, quizá, una de las facetas menos conocidas de estas mafias entre la opinión pública, pero también se produce. Y, en el otro lado de la balanza, lo más visible: la piratería audiovisual, donde las mafias chinas controlan el 65% de este negocio ilícito. En Madrid hay contabilizados un total de mil asiáticos —especialmente, chinos— que trabajan como «mochileros», frente a los 600 manteros, que suelen ser senegaleses la mayoría.
En esta faceta de la «mafia amarilla» también se produce la extorsión. Los capos de las tríadas son encerrados como presos. Pagan a sus superiores bien un fijo al mes, que oscila entre los 200 y los 300 euros, o bien por comisión: 0,20 céntimos por CD vendido y 0,40 por cada DVD. En caso contrario, les amenazan con mandarles un dedo cortado de un familiar que reside en China.
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