Preparar un maratón desde la risa

Un grupo de amigos se cita todos los sábados y domingos en la Casa de Campo para correr: mañana irán a la Media Maratón

Preparar un maratón desde la risa LAURA MARTA

LAURA MARTA

Son las 11 de la mañana y el sol de marzo ya quema sobre el lago de la Casa de Campo. El sudor de Alfredo, Natalia, Paco, Ana, Elena, Armando y Lucas así lo refleja, pero sus sonrisas lo ocultan. Han quedado, como ... todos los sábados y los domingos, a las nueve y media de la mañana, aunque cambiarán pronto el horario y adelantarán una hora su quedada de fin de semana, para disfrutar del parque, la naturaleza y del día, pero con un objetivo: entrenar. «Aquí nada de estirar piernas, sino los músculos de la cara, a reír, a eso venimos», dice Natalia, madre de una chica adolescente que luce cansancio con la elegancia de su risa.

Son madres, padres, hijos, altos cargos de empresas importantes, estudiantes, profesores, sanos, deportistas, humoristas y vividores de la vida. Correr es su aliciente , «aunque la mayoría ni tenemos cuerpo de atleta ni metas deportivas», aunque más bien es su excusa porque lo que realmente hacen es pasarlo bien, muy bien.

Alfredo Arán es el «culpable» de que las piernas de todos ellos ahora estén flojas y con ganas de descanso. Se juntó con unos amigos hace 14 años, se autodenominaron «los Paketes» y han ido añadiendo socios, también los han perdido, porque acudir cada sábado y domingo del año es voluntario, salvo la de pasarlo bien, aquí no hay ninguna obligación. «Pero si dices que no vienes porque tienes pereza o algo así, vienen a buscarte», apostilla Natalia, quien reconoce que entrenar con ellos le ha ayudado cada día desde que llegó.

«Los problemas parecen menos»

«Aquí todos los problemas parecen menos, comentas con uno, con otro y con el de más allá y te liberas mientras corres y uno cuenta algo gracioso y te ríes y te vuelves a reír y cuando te quieres dar cuenta, has hecho 30 kilómetros sin enterarte ». Maratones como terapia. El próximo, mañana domingo en la media maratón de la capital.

El sudor casi ha desaparecido, pero no así las risas, que les ayudan a levantarse por las mañanas, a salir al frío, al calor o a la lluvia y que les sirven para que el correr, y la vida, se haga menos difícil. «Corría solo o en el gimnasio, los conocí y me gustó muchísimo el ambiente. Tenían lo que yo quería: pasarlo bien sin pensar en tiempos », comenta Ricardo. Toca el estiramiento más gustoso: el desayuno. Los callos, la tortilla de patatas y las tostadas con aceite se disponen sobre la mesa y las risas continúan. «Aquí el entrenamiento es el sentido común. Los más veteranos aconsejan a los jóvenes, y cada uno se apunta al ritmo que mejor lleve . No hay metas ni marcas. Aunque uno de los miembros de este grupo es un preparador profesional y a veces nos da alguna directriz».

Lucas, el benjamín, tiene once años. Su padre, Alfredo, 44 maratones. Y Santiago, el abuelo del grupo, de 63 años, unos 73 o 74. No ha acudido a la cita de la Casa de Campo porque había un maratón en Barcelona y ni él ni otros cuatro han querido perdérsela. 42 largos kilómetros que impresionan solo al nombrarlos, aunque «si vienes a entrenarte con estos locos, caes. Paco se unió a nosotros y a los dos meses ya lo habíamos apuntado a un maratón», comenta Alfredo.

«Happy» maratón

Y no era cualquier competición. Tenía dorsal para correr los 42 kilómetros en Berlín . «Al principio dices "yo no puedo hacer eso ni loco”, pero luego vienes aquí al grupo, corres, uno te motiva, el otro se apunta contigo, te vas superando poco a poco y te ves por las calles de Berlín disfrutando de la carrera», asiente Paco.

Disfrutar, sí, porque su filosofía de entrenamientos y rivalidad se define por un término que ellos mismos han acuñado como «Happy maratón». «Lo duro es venir al parque todos los fines de semana. Cuando llegas a la carrera, solo tienes que disfrutar », asegura Alfredo, que en uno de sus maratones, al pasar por una iglesia, solicitó al párroco que les bendijera. Lo hizo «y nos tuvimos que parar de la risa que nos entró a todos».

Turismo maratoniano

Al desayuno se apunta Ana con su hijo que apenas llega a alcanzar la mesa con sus manos. Hace siete días fue a Roma a correr un maratón para recoger fondos para la Asociación Infantil Oncológica de la Comunidad de Madrid (ASION) . Hace tres meses le operaron para extirparle un tumor y no se lo pensó dos veces cuando vio la oportunidad de calzarse las zapatillas por una buena causa. «Hemos recaudado unos 6.000 euros. Y aun se me pone el vello de punta cuando recuerdo sobre todo la entrada a meta. Me acompañó mi marido durante una parte del recorrido y me dieron a mi hijo así que entramos los tres a la vez, con el Coliseo al fondo. Se me caían unas lágrimas», recuerda todavía emocionada. «Aquí somos muy llorones, es verdad -comenta Paco- si no lloras cuando terminas la carrera, no eres un pakete».

Lágrimas también hubo en otro gran acto que les llevó a todos a Gaza . «Me lo comentó una amiga de las Naciones Unidas, yo le dije que era una locura, pero un día tal como hoy, se lo comento a los demás y uno por uno me fueron diciendo "¿Y por qué no?". Y al final, allá que nos fuimos todos sin visado ni nada, a esperar que allí nos dejaran pasar». La lluvia y las tormentas de arena no fueron impedimento para ellos y la emoción aún les envuelve.

Berlín, Londres, París... y Nueva York

De forma menos solidaria, todos han viajado por el mundo para disfrutar de sus maratones. Berlín, Londres, Estocolmo, París, Roma, Praga y, sobre todo, Nueva York. «No hay ninguna carrera parecida a esta. Son 60.000 corredores, pero dos millones viviéndola. Todos sus habitantes y toda la ciudad se vuelca con la carrera. Y tiene una característica que las distingue del resto y que dice mucho de la cultura deportiva de Estados Unidos. Allí, cuanto más gordo, feo, miope, bajito, cojo y torpe seas, más te animan. Y eso, es lo mejor que te puede pasar cuando llevas 10 kilómetros o 20 y piensas en cuánto queda todavía. Nueva York es un gustazo de carrera».

Pero no hacen de menos a la Media Maratón de Madrid que se celebra este domingo. Irán, aunque no todos con dorsal porque ya no saben a cuál se apuntan de toda la lista de carreras que tienen en sus piernas. Quedarán el sábado y decidirán qué hacer , quién irá, quién está con ganas y a quién pueden animar para que se apunte. Y el domingo, disfrutarán del paseo, del recorrido, de los ánimos del otro y de los chistes, las anécdotas y lo que sirva para que tengan que parar porque sus risas puedan más que sus piernas.

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