Madrid recupera su Escuela de Tauromaquia: «Cuando me pongo delante de un becerro olvido los miedos»
Cerca de 70 jóvenes de toda condición, edad y sexo reciben una completa noción del toreo. ABC comparte una tarde de entreno en el templo mundial de la tauromaquia
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Iniciar sesiónNubes y claros sobre la Monumental de Las Ventas a pocas horas de la Feria de Otoño : la vuelta del toreo seguido y del ambientillo al coso de la calle de Alcalá. La mirada se va hacia jóvenes espigados, sin esbozo de ... barba, que van con un chándal azul y una bolsa con los trastos. Alguno lleva su nombre bordado, otro no pasa de los ochos años y ya se pone muy en torero mientras quizá, como en una letanía, vaya recitando la tabla del 7.
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En la Escuela Taurina José Cubero 'Yiyo' , se respira la emoción de la tauromaquia o la tauromaquia emocional. Son cerca de 70 alumnos, a las órdenes del maestro José Pedro Prados Martín, 'el Fundi' . Un maestro que reparte alegría y pescozones a sus discípulos mientras van llegando. 'El Fundi' tiene la generosidad del torero bueno en el sentido machadiano de la palabra. Por eso, se sabe «amigo, padre, psicólogo» de sus pupilos. Unos pupilos que apuran los últimos días en Las Ventas hasta que vuelvan en breve al Batán , «verdadera casa de la escuela». Aunque nadie les quitará nunca el privilegio de haber dado muletazos en el templo mundial del toreo.
Los torerillos de 'El Fundi' son lacónicos, llevan el triunfo en la mirada pero sin asomo de chulería. Entran en silencio en el recinto por la puerta de arrastre, miran al suelo, y siendo en su mayoría adolescentes, guardan un respetuoso silencio; muy diferente de otros coetáneos suyos. Porque incluso el toreo de salón tiene su ritual. Hay no pocas historias humanas entre su alumnado. Como la del novillero Guillermo García, que toreó en el Festival del 2 de Mayo y que donó sus honorarios (3.000 euros) a las cinco escuelas taurinas que había en mayo en la Comunidad de Madrid. Hoy ya son seis.
Dan clases teóricas que van de anatomía a veterinaria e historia.Reciben lecciones magistrales de cirujanos, ganaderos y matadores
Guillermo estudia Derecho y ADE, es novillero de silencios graves, pero quiso devolverles a las escuelas todo lo que le han «aportado en la vida». Está también el caso del joven Braulio Almeida, nieto por parte de padre del célebre matador ecuatoriano. Braulio, con trece añitos, tiene ya una cosmología espiritual del toro, por eso dice que delante de una becerra olvida sus miedos: «Me concentro en torear lo mejor que sé». En gustarse, dicho con otras palabras. Podría interpretar, si quisiera, un biopic de César Rincón cuando niño, porque por sus venas, aunque nacido en Madrid, corre la brava tauromaquia del continente americano.
La Escuela Taurina 'Yiyo', en estos momentos de zozobra, ante unos movimientos animalistas tan acendrados, les inculca a sus alumnos los valores morales que rodean al toro. Por eso hay clases teóricas que van de la Anatomía a la Veterinaria, de ahí a la Historia. O charlas mayéuticas impartidas por la Fundación del Toro de Lidia.
En la Escuela no sólo se forman toreros, sino respetuosos aficionados que, a pesar de la edad, se saben deudores de toda una forma de entender la existencia. Por eso, para refutar a los antitaurinos, reciben cada poco lecciones magistrales de todos los actores del mundo del toro: cirujanos, ganaderos, matadores. Todo para enriquecer su formación y hacerla lo más completa posible.
Las seis jóvenes inscritas no ven ningún trato discriminatorio. El límite es el arte, el valor y el escalafón con el que sueñan
En esto insiste 'el Fundi', en preparar cuerpo y mente para el torero que tendrá que afrontar unas circunstancias complejas de aquí a unos años, bien andado ya el siglo XXI. Porque la Escuela es «un ente vivo», y gracias al nuevo pliego firmado con la Comunidad, «al novillero que ya haya tenido su faena con picadores no se le deja en la estacada, en el abismo, sino que se le sigue formando». Es ese calor que necesita un artista que debe andar siempre en el camino de perfección.
Sorprende también que haya seis chicas , como Eva, que se acaba de apuntar. O de Candela 'la Piyaya' («con y griega», apunta), que no ve ningún trato discriminatorio por ser chica. Y es «una más» y así va a todas las capeas y a las tientas que le pueda deparar el futuro. Aquí sí que no hay discriminación, ni positiva ni negativa. El límite es el arte, el valor y el escalafón con el que sueñan.
Los estudiantes pasan por delante de un mapa del cuerpo humano, concretamente del sistema circulatorio, pero no hacen caso a un cartel que forma parte del ‘attrezzo’ del tour de Las Ventas. La ilusión les hace ignorar femorales, arterias y por ahí seguido. Ellos, afortunados, hacen caso al fotógrafo y al reportero mientras siguen concentrados en una pose torera. La estampa más tierna es la de los capotillos mínimos que, algunos en la más tierna infancia, van arrastrando con la barbilla pegada al pecho y mueven fuerte y flojo, como toreaba Curro.
Los alumnos siguen con sus trastos, fibrosos como juncos mientras la franela roza la arena en un sonido inexplicable al que sólo falta el bufido del novillo. Se les deja al sol de otoño, antes de la Feria de Otoño y bajo la atenta y nostálgica mirada de Miguel Abellán , director del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid. Así, la Escuela Taurina José Cubero 'Yiyo' mantiene las esencias del toreo entre una chavalería que ayer mismo, como quien dice, recibió la Primera Comunión.
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