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Madrid cierra 2020 con un largo reguero de bajas entre sus negocios singulares

Comercios históricos, tablaos y restaurantes con estrella Michelin se suman a la nómina de víctimas que no han logrado resistir a la pandemia

En la tregua de la primera ola de la pandemia , cuando el calor devolvía a la ciudad a la vida, sorprendió ver como algunos de los negocios que echaron el cierre, a priori temporal, por la crisis sanitaria no volvieron a levantarlo. Era ... verano y quienes sí lo hicieron se han enfrentado desde entonces a los meses más cruciales de su historia reciente, con la guadaña afilada sobre sus cuentas bancarias y sus vidas. Los números –ni por el volumen de clientes, ni por la facturación– han salido para casi nadie en una ciudad sin turistas, con miedos lógicos y con obligadas restricciones que han variado el paso de la normalidad.  Madrid ha cambiado su paisaje a vista de peatón, con carteles de cese de negocio y de alquiler en muchos de sus ejes comerciales.

Entonces, ABC ya alertó del dramático destino de algunas de las tiendas más emblemáticas de la ciudad y de la difícil coyuntura añadida a la ya débil situación del comercio centenario . La lenta agonía que ya protagonizaba, con cierres sonados por falta de relevo generacional como el de la Papelería Salazar , se ha visto acelerada con el virus. El de los Almacenes de Aragón es un caso paradigmático. Dedicada a la ropa del hogar –desde selectas mantelerías y sábanas para los ajuares, hasta la ropa interior más común– cumplió el año pasado su primer siglo como fiel testigo de la vida en la Corredera Baja de San Pablo . Allí, la tercera generación de la familia Tello resistió hasta junio intentando despedirse de una manera menos triste de su clientela, ya muy mermada, y de su barrio. En el suelo queda aún la placa honorífica con la que el Ayuntamiento reconocía, en pleno confinamiento –qué paradoja–, esta tienda como comercio centenario.

Calzados Cantero, cerrado, en la plaza de Olavide Guillermo Navarro

Lejos de los cien, pero con 64 a sus espaldas, ha decidido no continuar la alpargatería más célebre de la Plaza de Olavide: Calzados Cantero. El matrimonio José Cantero y Catalina Blanco montaron en 1956 de la nada –«sin un duro», reconocían haciendo memoria con sus clientes– un negocio que se ha convertido en toda una vida tras el mostrador y que deja, espiritualmente, descalzos a medio Chamberí . Con él desaparece otro lugar en el que el trato cercano y el asesoramiento eran cortesía de la casa. «Había colas cuando llegaba el buen tiempo para comprar alpargatas de serraje en todos los colores que te pudieras imaginar. Tenían cosas realmente curiosas. Podías encontrar talla para un bebé o para un gigante», recuerda Nani, vecina desde niña de este barrio, ya jubilada.

Cafetería Hontanares, cerrado el pasado mes de noviembre Guillermo Navarro

La herida que ha provocado el coronavirus en el tejido social de la ciudad es especialmente sangrante para la hostelería. Heridos de muerte han quedado locales históricos como Hontanares . El cierre de este espacio, enclavado en un punto neurálgico de las comunicaciones como es la Avenida de América, supone la pérdida de una tipología propia dentro del sector: cafeterías con tienda, barra y recetas propias que quedarán para siempre en la memoria. Por ejemplo, sus «sfogliatelle» –un dulce típico de Nápoles– rellenos de crema de pistacho o limón. Su sucursal de la calle de Sevilla permanecerá, por ahora, abierta. Las pérdidas económicas acarreadas durante estos meses han hecho inviable mantener abierta su sede más emblemática, inaugurada en 1966, en el esquinazo con Francisco Silvela.

El último día de Zalacaín

No muy lejos de allí, en el 4 de la calle Álvarez de Baena , Zalacaín parece ya solo un bello recuerdo. Solo han pasado unas semanas, pero el camino que conduce hasta su puerta parece abandonado hace un lustro. El que fuera el primer restaurante español en lograr tres estrellas Michelin –será recordado por mucho más que esa anécdota– ha servido de escaparate para la triste realidad que atraviesa el sector de la hostelería. Tras medio siglo de éxitos, el grupo La Finca, al que pertenecía, desde que fuera vendido por sus fundadores Jesús María Oyarbide y Consuelo Apalategui , se vio obligado a solicitar el concurso de acreedores después de intentar sobrevivir a los embates del Covid.

Entrada al restaurante Zalacaín, cerrado definitivamente por la pandemia Efe

Su pérdida supone una muy mala noticia para la hostelería, cuyos protagonistas reclaman «un plan de salvación» más allá de Ertes y créditos ICO. Desde la Academia Madrileña de Gastronomía lamentan cada una de estas pérdidas y su presidente, Luis Suárez de Lezo, ha venido defendiendo la necesidad de planes más «ambiciosos». En su opinión, la caída de estos negocios singulares e históricos «no augura un futuro mejor para el resto del sector».

99 KO Sushi Bar, el primer estrella Michelin cerrado por la pandemia en Madrid Belén Diaz

En ocasiones el problema no es solo económico. Las restricciones de aforo y la obligada distancia de seguridad llevaron al cierre a algunos espacios que, por su configuración propia, estaban abocados a soportar elevados costes con muy pocos ingresos. Es el caso del estrella Michelin 99 KO Sushi Bar , un restaurante en formato de barra para 16 comensales al que la nueva normalidad desmontó su éxito de un plumazo. Los «sushimen» David Arauz y Héctor Escalona preparaban sobre la marcha, y delante del cliente, muchas de las elaboraciones. «Nos hemos visto obligados a echar el cierre por una cuestión de centímetros. La nueva normalidad destruye el concepto gastronómico de nuestra flamante estrella Michelin», anunciaron a sus clientes, en sus redes sociales, el pasado mes de mayo.

En julio, era el chef Roberto Ruiz  el que ponía también el broche a su proyecto Punto MX –el primer mexicano en Europa en obtener una estrella Michelin– tras resistir el obligado cierre de sus restaurante en marzo con un  servicio a domicilio . Este escenario nada halagüeño, junto a otras razones de peso –el local alquilado en General Pardiñas, 40, acarreaba problemas– que el propio chef explicó a Carlos Maribona, crítico gastronómico de ABC, han dado al traste con otro de los espacios gastronómicos mejor valorados de la capital. Prometió volver a rehacer Punto MX con un nuevo proyecto en noviembre del que aún no se tienen noticias. En estos meses también ha trascendido que el dos estrellas Michelin Santceloni no volverá a abrir –al menos tal y como existía antes– tras una decisión de la propiedad del hotel Hyatt Regency Hesperia Madrid en el que se ubicaba.

Los problemas derivados de las negociaciones de los contratos de alquiler han llevado al cierre a otros espacios que, sin la excelencia de los mencionados, son icónicos para la capital. Es el caso de Hard Rock Café de Colón que, tras 26 años de historia , informó en junio de que no volvería a abrir en esa privilegiada localización. La cadena alegó que el arrendamiento de su local expiraba en esa fecha aunque desde fuentes del sector inmobiliario explicaron que la bajada drástica del turismo y las pésimas previsiones que auguraba entonces la nueva normalidad hacían inviable pagar la renta solicitada por la propiedad. La intención inicial de la compañía, según apuntaron las citadas fuentes, era renegociar el alquiler.

El «SOS» de los tablaos

La bajada drástica del turismo –por encima del 70% en los siete primeros meses del año, respecto a 2019– ha llevado a la ruina negocios que prosperaban hasta ahora y que habían logrado abrir sucursales como fórmula de su éxito. Una carga excesiva de costes, cuando llegaron mal dadas, que ha llevado al pastelero Alejandro Montes a poner fin a su aventura con Mamá Framboise . Sus seis pastelerías y sus diez años de existencia como marca se han ganado un hueco en la historia reciente de la gastronomía como la «primera boulangerie-pâtisserie» –así lo definía el pastelero de origen asturiano y campeón de Europa en 2010– que comunicó también en redes sociales la triste decisión.

Casa Patas, uno de los tablaos que no volverá a abrir tras la crisis sanitaria Isabel Permuy

Esa falta de turistas con alegría en el bolsillo es la que ha puesto la puntilla a alguno de los rincones con más sabor y duende de la ciudad. Tablaos como el Café de Chinitas , abierto desde 1970 en la calle de Torija, han sucumbido al desastre . Su propietaria María del Carmen Mira confirmaba a este diario en septiembre, que tras seis meses de agonía no volvería abrir el templo en el que aliñaron las noches artistas de la talla de José Mercé, Enrique Morente, Carmen Linares, El Lebrijano o Dolores Amaya, entre otros. Mismo final ha tenido el emblemático Casa Patas tras 33 años de historia. La pandemia frenó en seco su programación –más de 300 espectáculos al año– dejando sin trabajo a decenas de artistas que tenían en este tablao, a mitad de camino entre Tirso de Molina y Antón Martín, su casa.

De los tablaos dependen «el 95% de los artistas flamencos», tal y como defiende Juan Manuel del Rey , presidente de la asociación nacional de estos locales y director del superviviente Corral de la Morería. El último en caer ha sido el también flamenco –y taurino– bar de copas El Burladero que llevaba en marcha un cuarto de siglo en el 19 de la calle de Echegaray. El virus continúa, sin escrúpulos, su suma y sigue.

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