Llegan las multas, pero no el médico
A la «Cañada profunda» de Valdemingómez llegan las multas y la propaganda electoral, pero no la ambulancia ni el médico. Rocío Ortega, de 24 años, sufre las aleatorias visitas ordenadas por la administración pública. Su hija Desiré, de cinco años, padece artritis reumatoide, una enfermedad ... inflamatoria de las articulaciones que puede afectar a cualquier órgano del cuerpo. La asistencia de urgencias es nula para esta madre.
«Le dan brotes y se pone muy malita. El otro día tuvo 41 grados de fiebre, llamé a la ambulancia y me dijeron que no venían hasta aquí». Mientras la madre cuenta con desesperación su drama, Desiré descansa en la chabola. No tiene ánimo para ir a jugar con sus primos. El cansancio es uno de los síntomas de su enfermedad.
Rocío no acepta la excusa de que la ambulancia no puede acercarse hasta su vivienda, en medio de la «Cañada sin asfaltar» de Valdemingómez, un camino bacheado y casi impracticable. «Cuando les interesa sí que vienen hasta aquí. El cartero no pasa nunca, pero la Policía viene a traernos las facturas, las multas y la propaganda electoral». Rocío sólo tiene un interés: su pequeña enferma, un angelito de pelo claro hasta la cintura y ojos verdes.
«Les da igual si se mueren los niños; lo tengo comprobado. Si no tenemos coche, estamos completamente aislados. Ya que vivimos en malas condiciones, por lo menos que nos pongan unos autobuses para ir al médico. La parada de autobús está a más de medio kilómetro, pero ¿y por la noche?». El hospital más cercano con el que cuentan es el de Vallecas. «Si te surge un problema a las cuatro de la mañana y tienes a un vecino que te quiera llevar, bien; si no, estás perdido a tu suerte», dice un familiar de la joven.
La pequeña Desiré está a la espera de que la realicen más pruebas para conocer mejor su caso. «Ahora la ingresan para sondarla y hacerle una biopsia. Una vez que le hagan todo no puedo traérmela aquí porque, si se pone mala, no tengo medios para llevarla de urgencias al hospital», reprocha Rocío.
Los desvelos por la salud de Desiré son mayores ahora que ni siquiera está segura si podrá proporcionar un techo, por mísero que sea, a su hija enferma.
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