Lavapiés llora el fin del Candela, el ‘fuego flamenco’ de Madrid
Los clientes rinden un homenaje al tablao y cuelgan mensajes de despedida en las ventanas cerradas de una de las cuevas históricas de la capital, que ha echado el cierre el año de su cuarenta aniversario
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Iniciar sesión«El fuego flamenco de Madrid solo tiene un nombre: Candela ». Esa frase, pronunciada desde 1982 por Miguel Aguilera, fue premonitoria. Él convirtió su pequeño local de Lavapiés –cuando todavía no se consideraba un tablao – en la cuna del arte en ... la capital y reunió en la blanquecina cueva a personalidades de la talla de Enrique Morente, Camarón, Paco de Lucía, Tomatito e incluso estrellas internacionales que nada tienen que ver con el cante jondo, como Alicia Keys.
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Cuarenta años después –sin que se haya podido celebrar el aniversario –, únicamente los recuerdos mantienen vivo el espíritu de esta suerte de guarida de artistas y trasnochadores de la calle del Olmo que anunció su cierre a principios de año. En el exterior, poco queda del templo que fue otrora, tan solo el nombre con las letras en negro incrustadas en la fachada, un cartel con la programación dormida en marzo del 2020 y otro que advierte del horario, aforo y la reserva en el derecho de admisión .
Cerrado a cal y canto, para desgracia de fieles y vecinos, las ventanas acumulan un polvo amarillento y de las rejas salen hojas secas, las mismas que se concentran en el pequeño cuadrilátero a pie de calle que daba acceso al establecimiento. Pero pese a su reciente fin, El Candela tiene quien le llore y lo añore. En las ventanas empiezan a sucederse folios con palabras de despedida de aquellos que saben que no volverán a ver amanecer desde sus poco más de 30 metros cuadrados. «Gracias, Candela, por dar sentido a tantas noches. Flamenco siempre», se puede leer en uno,
«Hoy el flamenco llora, no se nos va un cantaor , se nos va una cueva , se nos va un templo», reza otro. «No os olvidaremos nunca. Eternamente agradecidos», han escrito en el siguiente. Y así, agradecido, aunque nada tiene que ver con ese rótulo, se muestra Eugenio, amigo del difunto Miguel y durante 32 años ayudante en el mantenimiento . «A los del barrio, nos dejaba entrar por la puerta de atrás. Eran otros años, otra vida... Ahora, con las medidas del Covid , no compensa tener el local. Era previsible», comenta, y recuerda las eternas jornadas en las que el establecimiento abría de 17 a 5.30 horas: «El local con más horario del barrio».
Desconocen cuál será la nueva vida del Candela, que ya ha sido vendido a manos desconocidas. «Cuando estaban llenos, nos mandaban a gente aquí para que se tomase algo, y luego venían a buscarlos. Es una verdadera pena que no hayan aguantado », recuerda Gaby, propietario del bar de rock que hay enfrente. «El Covid ha sido la puntilla, pero ya la gentrificación había afectado. Pocos negocios de barrio quedamos», concluye.
Otros vecinos rememoran «la esquina» en la que se ponía Camarón, las partidas de ajedrez del dueño y las noches eternas «de juergas que pasarán a la historia». Tal vez ese 'fuego flamenco' en el que se transformó El Candela, gracias a los adeptos, nunca se apague.
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