El Oso de Fuenlabrada, un narco indultado, primer detenido con pistola taser

El escenario no podía acompañar más: se trata de Vive Madrid, el mayor prostíbulo de la ciudad y siempre en el ojo del huracán por sus actividades. Está situado en la calle del Marqués de Viana, en Tetuán. El sospechoso, Juan Carlos M. R., nacido en Alemania en 1975 y con nacionalidad española, entró en el local cuando este estaba cerrando , sobre las seis de la mañana del 1 de septiembre. Aprovechó un descuido para penetrar en él.

Solo quedaban dos encargados y un empleado, en la planta baja, donde se encuentran las habitaciones, un jacuzzi y barras. De repente, Morente, al que se conoce como ‘el Oso de Fuenlabrada’ (más tarde dijo que era campeón de España en artes marciales), llegó gritando, hasta arriba de alcohol y de cocaína. Estaba desatado. Exigió que le despacharan bebidas y estar con una prostituta. Los trabajadores le negaron todo y le dijeron que se fuera.

La respuesta fue una sarta de improperios y amenazas de muerte a uno de los encargados, hacia él y su familia. En eso, bajó el encargado de mantenimiento, de raza negra. «¿Qué hace este negro aquí? ¡Vete!» . El hombre subió a la planta superior y telefoneó a la Policía.

Rápidamente, acudieron los primeros municipales, de la Unidad Integral de Distrito de Tetuán. Cuando llegaron al lugar, se encontraron con que el sujeto impedía a sus víctimas abandonarlo. Amenazó de nuevo a los del burdel por avisar a los agentes y a los propios uniformados. Estaba fuera de sí. En un lugar cerrado, casi a oscuras, con los efectos de la droga a tope y objetos contundentes a su mano. Es más, no estaba claro que, además, fuera armado.

Tuvieron que acudir diez policías municipales para intentar reducirle. Imposible. Llegó entonces el momento en que uno desenfundó la taser. La respuesta del Oso de Fuenlabrada fue levantarse la camiseta, mostrar una herida antigua y gritar: «¡Me da igual que me dispares con eso, a mí ya me han dado un tiro antes!». Aun así, recibió más advertencias antes de que se hiciera uso de la descarga.

Entonces, se le pudo engrilletar, pero incluso en esas condiciones, apenas se quejó del efecto de los arpones. Su fortaleza era algo extraordinario, hasta el punto de que los médicos del Samur tardaron hora y media en bajarle la agresividad. Antes, le metieron calmantes en vena, por la boca, la nariz... Pero nada, el tipo la emprendió a escupitajos y patadas contra los sanitarios. Tuvieron que hacerle un electrocardiograma, al ser la primera vez además de que se utilizaba una pistola de ese tipo en acto de servicio. El peligro estaba en las repercusiones de su consumo de cocaína y de alcohol.

Más tarde, ya en La Paz, cuatro vigilantes y dos policías tardaron una hora en atarlo a la cama. «Soy el Oso de Fuenlabrada, campeón nacional de kárate» , dijo entonces.