La elegante farmacia de Madrid donde se creó el ungüento mágico para callos y juanetes

El año 1798 es el que consta en el registro como fecha de su fundación porque es cuando se remodela la plaza y queda en su emplazamiento actual. Sin embargo, gracias a un artículo de Francisco Javier Puerto (catedrático de Historia de la Farmacia) donde se recopila la historia de este establecimiento, se habla de 1654 como año de su origen, siendo don Lucas López Moya su primer boticario . Fue uno de los primeros miembros de la Congregación de San Lucas y Nuestra Señora de la Purificación (institución precursora del Colegio de Farmacéuticos de Madrid) y además era familiar y notario de la Santa Inquisición.

Fue durante unos años la farmacia más al norte de Madrid cuando los límites de la capital estaban marcados por la Puerta de Santa Bárbara (hoy plaza de Alonso Martínez), Puerta de los Pozos de Nieve (hoy glorieta de Bilbao), Puerta de las Maravillas (hoy calle de San Andrés) y Puerta de San Bernardo (hoy glorieta de Ruiz Jiménez). Según recogen algunas publicaciones, a raíz de la construcción, en 1629, de una iglesia en esta plazuela , la población de la zona se incrementó y se hizo necesaria la instalación de una botica que pudiera atender sus problemas de salud.

Desde 1708, la farmacia estuvo regentada por Alfonso Gusano , uno de los fundadores del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid. Más tarde Nicolás Regidor se casó en segundas nupcias con la mujer viuda de Alfonso Gusano, sucediéndole así, en 1741. Otros de los titulares de esta botica fue el intelectual Carlos Ferrari Scardini que llevó a cabo estudios analíticos de aguas y bebidas . Con él la farmacia pasó a ser una de las más elegantes de la ciudad tras las obras de remodelación que llevó a cabo. Cooperó en la lucha contra las invasiones coléricas que asolaron Madrid. Durante esta etapa también se anunció la venta de las pastillas pectorales de La Ermita , las aguas minero-medicinales Salinas Frías, tituladas de la Margarita, Loeches, y la pomada para las grietas de los pechos del Doctor Roncal, entre otros productos. En 1890, a la muerte de Scardini, le sucedió en la farmacia D. Manuel Peñalver y más tarde acabó en manos de Silvestre Pérez Sánchez .

Llegamos al siglo XX y la farmacia pasa a ser propiedad de Antígono Puerto , pasando a llamarse Farmacia Puerto. Además de algunas obras en la fachada se amplió el escaparate y se creó un laboratorio químico-farmacéutico donde podía elaborabar sus famosas especialidades farmacéuticas. Entre ellas, Anticatarral Puerto, Antihemorroidal Puerto, Callidol líquido y la Crema Venus (producto cosmético que evita granos y arrugas). Y es la época del ungüento mágico que según la publicidad “suprime callos, juanetes y toda dureza en tres días” . Según recoge Julio Gómez García de Madariagae su trabajo de fin de grado “Catálogo de antiguas farmacias de Madrid” (Facultad de Farmacia, UCM), tras el comienzo de la Guerra Civil Española la Farmacia Puerto fue incautada por el sindicato Unión General de Trabajadores (UGT), mientras funcionaba a pleno rendimiento. “El 25 de abril de 1936 Antígono Puerto fue asesinado por un grupo no identificado y no es hasta finalizar la guerra cuando el negocio fue devuelto a la familia Puerto, haciéndose cargo del mismo José A. Puerto, hijo del anterior propietario, en el año 1941”, se afirma en el documento. La farmacia perteneció a la familia Puerto hasta los años 90, cuando la adquiere Felipe Gómez, propietario hasta 2015.

En esta nueva etapa Carlos González Bosch se muestra muy satisfecho con el resultado conseguido. Después de tener farmacias en Getafe y Villaverde, tenía la ilusión de establecerse en el centro. «La reforma ha respetado la tradición de este establecimiento y las incorporaciones realizadas se han hecho con coherencia», afirma el titular. Es una farmacia con mucho espacio y a pesar de las columnas que separan los espacios «permite mucha comunicación con el cliente». Atrás quedaron los años de las fórmulas y cremas propias, ahora el porcentaje de recetas es muy pequeño. Trabajan sobre todo con productos de cosmética, calidad de vida, fitoterapia y culto al cuerpo.

Detrás de las cuatro columnas, en lo alto de una puerta, se encuentra un bajorrelieve , alegoría de la Farmacia Química. También se han recuperado los mostradores y columnas de madera. «La farmacia ha quedado muy bonita, artísticamente bien dotada y cómoda y a la gente le gusta», recuerda el boticario. Reconoce que en varias ocasiones los clientes habituales han preguntado por objetos que había antes, algunos de los cuales «han acabado muy perjudicado por causa de la carcoma» y se han tenido que retirar. Abierta los 365 días del año de 9:30 a 21:30, cuenta con las técnicas más modernas para el mejor funcionamiento. A pesar de los cambios esta farmacia ha sabido mantener su elegancia y enriquece un barrio que tiene su propia personalidad.