La doble vida de Mauffer: dos familias en Bolivia y Madrid hasta ser detenido por violar a su hija

El progenitor arrestado en Carabanchel por los reiterados abusos tiene cuatro hijos de dos relaciones paralelas

Mauffer S. T., en el taller mecánico donde trabajaba hasta su detención ABC

Mauffer S. T. es un camaleón. Presenta hasta tres perfiles abiertos en una conocida red social. No se oculta, pero algo llama la atención. En dos de ellos, posa sonriente junto a una mujer, con la que está casado desde el año 2003, y el ... hijo que ambos tienen en común. Las muestras de afecto son continuas. «Mis únicos dos amores», comenta en una de las fotografías. «Gracias por querernos tanto, amor. Nosotros también te queremos mucho», responde ella. Pero Mauffer deja pistas de su doble vida. Replica un lema, aparentemente sin maldad («Nada amarra a un hombre, ni un niño, ni una prueba de embarazo, ni el mejor cuerpo, cada quien está donde quiere estar»), de no ser porque este hombre, de 43 años y natural de Bolivia, mantiene una segunda relación en España con una mujer, también boliviana, madre de sus otros tres hijos.

En el seno de esta última familia es donde Mauffer da rienda suelta a su impulso de depredador sexual. Durante al menos los últimos tres años, este sujeto, afincado en el barrio de Opañel (distrito de Carabanchel), presuntamente droga, viola y graba a su hija menor en reiteradas ocasiones. En todo ese tiempo, consigue que nadie –al menos de puertas hacia fuera– sospeche de sus actos. Para ello, no duda en amenazar a la madre de la joven, quien, a diferencia de su hija, sí es consciente de lo que sucede. Una repulsiva situación que salta por los aires el pasado 14 de octubre.

Ese día, Mauffer decide actuar. Irrumpe en el salón de su casa y aborda por la espalda a la menor antes de taparle con una bolsa la cabeza y maniatarla en la cama. Pero fruto del forcejeo, le provoca un profundo corte en la muñeca, poniéndose al descubierto por primera vez. Los narcóticos con los que había logrado que su víctima no fuera consciente de todos los abusos anteriores ya no son suficientes para salvaguardar su identidad. Así, sin margen para reaccionar, urde un macabro plan. Desnuda y amordazada, obliga a la adolescente a grabar un vídeo, en el que advierte a sus padres de un posible secuestro si no pagan a su captor la cantidad de mil euros.

Desde el móvil de su hija, de 17 años, Mauffer transfiere la secuencia al suyo y se la envía a su otra vástaga, advirtiéndole de que alguien le está extorsionando mientras se encuentra en su lugar de trabajo, un taller mecánico ubicado en el barrio de Ríos Rosas (distrito de Chamberí). De inmediato, la interlocutora alerta al 091, por lo que varias unidades de la Policía Nacional se desplazan hasta la vivienda. Para entonces, el agresor se ha esfumado a fin de consolidar su coartada. Los agentes encuentran a la menor tumbada en la cama y todavía desorientada por las sustancias farmacológicas ingeridas.

La afectada relata a los investigadores lo sucedido, incluyendo el robo de su teléfono móvil, un ordenador portátil, dinero en efectivo y una tarjeta de crédito. Dado el supuesto rapto, el caso cae en manos de la sección de Crimen Organizado del Cuerpo Nacional, que en apenas en ocho días consigue derrumbar el castillo de naipes levantado por el agresor. A preguntas de la Policía, Mauffer acusa a otro hombre que se mueve en silla de ruedas y acosa a su familia en las inmediaciones del domicilio. El relato hace aguas, más si cabe, después de que llegase a asegurar que había visto a este individuo levantarse de la silla en alguna ocasión.

Completadas las averiguaciones, los agentes se personan en el taller y detienen al sospechoso. Allí, registran su taquilla y descubren un móvil donde almacena numerosos vídeos de contenido sexual realizados a su hija. La recolección de pruebas continúa en su domicilio, donde hallan el teléfono de la víctima, así como bridas, cinta de carrocero, cuerdas y sustancias narcotizantes empleadas en el falso secuestro. Ya en prisión, los perfiles públicos de Mauffer siguen mostrando a un «padre ejemplar». La realidad, en cambio, era diametralmente opuesta. Dos familias, cuatro hijos y una vida destrozada.

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