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La desescalada de los negocios chinos: una hoja de ruta propia y más lenta que la del Gobierno

Los comerciantes asiáticos cerraron sus tiendas antes del estallido de la crisis. Ahora, no tienen prisa en abrir

Una empleada de un supermercado asiático de Usera toma la temperatura a una clienta antes de entrar FOTOS: DE SAN BERNARDO
Aitor Santos Moya

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Frente al número 7 de la calle de Nicolás Sánchez, dos personas portan sendas pistolas, aunque de muy diferente tipo: la primera es un Policía Municipal, quien, obligado por el comportamiento incívico de un hombre, se apea del coche patrulla para proceder a su identificación. «¿ ... Ha bajado a comprar una cerveza? Dos veces le he visto ya. Si vuelvo y sigue por aquí, le denuncio», corta el agente, incrédulo ante la respuesta vacilante de su interlocutor: «Me apetecía una cervecita y no tenía en casa». En la otra acera, justo a las puertas de un supermercado asiático, una mujer aprieta el «gatillo» de un termómetro láser cada vez que los clientes desean acceder al interior. Si la temperatura arroja un resultado por debajo de los 37.5 grados, el paso está permitido, en una escena más propia de un laboratorio que de esta humilde zona de Usera, conocida desde hace años como el «Chinatown» madrileño.

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