Un mena en Madrid
«Hay chavales que roban y otros no. Pero en España hay gente que piensa que todos robamos»
Tras pasar por un centro de internamiento de menores, Amin decidió dejar de cometer delitos y lucha ahora por abrirse un futuro: «Quiero trajabar y enviar dinero a mi familia»
Este adolescente marroquí de 17 años reside actualmente en el recurso de emergencia de la Casa de Campo: «Aquí hay muchos robando porque puedes correr a los árboles»
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Iniciar sesión«Mena... ¿Qué significa mena?». A sus 17 años, Amin (nombre ficticio) no sabe lo que significa el acrónimo mena. En realidad, tampoco le importa. Tiene demasiados problemas encima como para detenerse en un término tan denostado por unos como repetido hasta la saciedad por ... otros. Amin llega a su encuentro con ABC una hora tarde. Su «look» lo identifica de inmediato: pelo corto por los lados y algo más largo y rizado por arriba, pantalón de chándal pitillo, una camiseta negra ajustada, chanclas y la mascarilla colocada perfectamente. Esto último denota madurez, más si cabe, cuando acompaña el saludo con un gesto de codo. Amin vive desde hace más de un año en el antiguo albergue juvenil Richard Schirrmann, convertido desde enero de 2019 en un centro de emergencia para los menores extranjeros no acompañados (menas) llegados a la región. Pero no siempre fue así.
Antes de cumplir 15 años, este adolescente, natural de Marruecos, se ganaba la vida indicando a los conductores los sitios libres donde aparcar en un pequeño pueblo cerca de la playa. «Allí hay gente que tiene dinero y hay gente que no. Pero hay muchos pobres, en mi caso mis padres no tienen dinero. Nosotros somos pobres, pero...», explica tranquilo, antes de quedarse en silencio. Pese a que la entrevista tiene lugar en una de las mesas del fondo de un bar, Amin rechaza tomar algo. Su viaje a España comienza justo dos años atrás. Alejado de su familia, esperó seis meses en la frontera con Ceuta hasta encontrar la ocasión propicia para pasar a suelo español. Y lo hizo jugándose la vida, encaramado a los bajos de una furgoneta. Cuatro meses después de aquello volvió a hacer lo mismo, esta vez escondido en el suelo de un camión, que lo llevaría en barco rumbo a la península.
Al llegar a Algeciras, las autoridades lo condujeron a un centro de menores inmigrantes solos. Aguantó una semana. Se fugó y con el poco dinero que llevaba en el bolsillo, compró un billete de autocar para trasladarse a la capital. «Duermo dos días cerca de la estación de Méndez Álvaro hasta que me ve la Policía y me lleva a Hortaleza», explica con la dificultad propia de quien hasta entonces no sabía nada de español: «Bueno, solo una cosa, yo antes de venir hablo con chavales de aquí y ya sé que hay un centro». Fue lo único que escuchó la pareja de agentes que lo encontró en la calle: «Centro, centro, llévame al centro».
Es ahí, en Hortaleza, donde comete sus primeros delitos. Tirones de bolsos, cadenas, teléfonos móviles; en definitiva, robos con violencia. «Sí, sí, en Hortaleza siempre problemas [sic]. Están los chavales, sabes, no tienes dinero, ni ropa ni nada y el centro no paga. Nunca. Solo comer y dormir. Ropa no. Para cortarnos el pelo no. En Casa de Campo sí, pero Hortaleza no. En Casa de Campo nos dan 10 euros a la semana, pero si tienes un punto rojo o falta de respeto con un educador no te vas a coger el dinero. Si no te dan dinero, entonces te vas a robar para tener dinero, para fumar, para muchas cosas, sabes», reconoce sincero.
Un día, Amin fue enviado junto a otros dos menores al centro de emergencia de la Casa de Campo. Un traslado que, a tenor de lo acontecido, no le favoreció en nada. «Aquí he robado muchas veces, pero cuando no tengo dinero. Cuando tengo dinero voy a sentarme en la habitación tranquilo, me voy, vuelvo, voy a comprar un paquete de tabaco, cosas, como todo el mundo, sabes. Yo antes estaba en la Casa de Campo y me llevaron a un centro cerrado por robar. Me detuvieron cinco veces y me encerraron. Después, estuve en libertad vigilada y hace cuatro meses volví», recuerda, sin perder el pulso a la conversación. Desde entonces, no ha vuelto a delinquir. «Ya no quiero robar porque no quiero volver allí».
Pese a su cambio de comportamiento, Amin es consciente de la delicada situación que se vive en el enclave. «En Casa de Campo hay muchos chavales nuevos, hay chavales que están robando, hay otros que no. Pero hay gente aquí, de España, que debe pensar que todo el mundo está robando. Como yo andando por la calle y la gente me mira con miedo. Todo el rato. A mí no me gusta esto, sabes», rememora, con la imagen lúcida de alguna experiencia pasada: «Imagínate, el otro día yo estaba bajando del Metro, venía de Móstoles, tengo mi dinero, tengo todo, sabes, estaba bajando tranquilo cerca del Parque de Atracciones y viene una víctima y me dice: “Este chaval está robando”. Yo te prometo que no estoy robando ni nada. Pero viene la Policía y yo corriendo. Yo estoy corriendo por nada, ¿sabes lo que te quiero decir?».
Es en este tramo de la charla donde la facilidad para poner pies en polvorosa, en una zona de extensa vegetación, no escapa al adolescente: «Hay chavales robando en Sol, Hortaleza, en todos sitios, no solo aquí. Aquí, fácil, porque solo hay árboles, corres hasta...». Pero Amin ya no busca problemas. «Yo estoy ahora preparándome papeles, yo quiero estar con papeles de trabajo, sabes, para cuando salga estar con trabajo, así tengo dinero, una casa», incide, sin dejar de poner el acento en la dificultad que él y sus compañeros de residencia atraviesan: «A mí no me gusta estar en el centro, yo siempre hablo con educadores y les digo que quiero ir a un piso o algo así. Porque voy a cumplir 18 y de aquí voy a salir a la puta calle».
En cuarenta minutos de relato, Amin solo dice una palabrota: «Puta calle». La repite varias veces. El miedo a volver a vagar por la calle es demasiado fuerte para no reparar en ello. «Ahora es diferente, si llegas tarde puedes entrar al centro. Pero venir a las 12, a las 2 o a las 3 de mañana te vas a un punto rojo, sabes, no te vas a coger ni paga ni nada», aclara. Por eso, intenta cumplir las normas: estudiar español, terminar un curso de peluquería... Dejar a un lado su vida anterior.
El propósito no es sencillo. Amin sabe que el notable incremento de robos y agresiones en el entorno de la Casa de Campo le colocan en el disparadero. «Yo por la noche si quiero salir del centro, estoy cogiendo la línea de Lago, no coger esta (la de Batán). Aquí yo tengo miedo por la noche, porque mucha gente está robando», confiesa. Pese a todo, el joven no pierde la sonrisa: «Dale, yo confío en vosotros».
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