Una Castellana en mantillas vio nacer el Santiago Bernabéu
1944. El estadio Santiago Bernabéu -que aún no se llamaba así- comienza a construirse, en una esquina del antiguo campo de Chamartín. Nada era igual que ahora: ni existía Palacio de Exposiciones y Congresos, ni la mayor parte de los edificios que ahora pueden verse allí. Y el paseo de la Castellana era apenas un trazo sobre la línea del horizonte.
MADRID. Aunque parezca mentira, así era Madrid. Corría el año 1931, y los aficionados «merengues» tenían una excursión hasta llegar al estadio de Chamartín, que con su aforo para 22.500 espectadores fue el primer estadio en propiedad del club madridista. El paseo de la ... Castellana era apenas un trazo que se extendía, por el norte, hacia la nada.
Desde que el Real Madrid jugó su primer partido en este estadio, el 17 de mayo de 1924 -tres a dos ganó al Newcastle United-, hasta que comenzó a construirse el actual Santiago Bernabéu, en 1944, pasaron muchos años y muchas cosas en la capital. Pero, a tenor de lo que dicen las imágenes, aquel era otro Madrid.
Tres años tardó en levantarse el entonces llamado «nuevo estadio de la Castellana». Y se inauguró con buen pie: con un tres a uno contra Os Belenenses de Portugal.
El aforo inicial de este campo -«incrustado» en el estadio de Chamartín mientras se construía- era de 75.342 espectadores, que llegaron a ser 120.000 -gran parte de ellos de pie- cuando se amplió hacia arriba, mediante un tercer anfiteatro popularmente conocido como «gallinero».
El Bernabéu se construía y a su frente no estaba el Palacio de Exposiciones y Congresos, porque aún no existía. La serie fotográfica permite ver la evolución, a lo largo de los tres años que duró la construcción del estadio del club blanco, de esa misma zona de la capital.
Contemplar cómo era el entorno de la Castellana, de la calle Concha Espina o de lo que luego sería el paseo de la Habana en los años 30 del siglo XX es enfrentarse a lo increíble. Apenas se reconocen los huecos -antiguas casas o simplemente parcelas de campo- sobre los que hoy se levantan conocidos restaurantes, hoteles o equipamientos culturales y administrativos.
Ahora que en los despachos de los responsables políticos se estudia con atención el proyecto de prolongación del paseo de la Castellana -imparable en su crecimiento-, extender la vista sobre sus futuros tres kilómetros equivale a otear un horizonte vacío. Vacío ahora; las propuestas que se anuncian supondrán transformar ese campo apenas salpicado de barriadas en un nuevo «brazo» de la ciudad sobre el que habrá viviendas, bloques de oficinas y hasta una docena de grandes rascacielos que serán emblema del nuevo urbanismo de la ciudad.
Igual que sucedió en Chamartín cuando se comenzó a construir el Santiago Bernabéu: aquel viejo campo de Chamartín, rodeado de la nada, y que ya se le quedaba pequeño al club de fútbol, vio cómo le salía en un ángulo un nuevo estadio que se agrandaba a medida que se le añadían ladrillos, hasta llegar a «comerse» a su antecesor.
El estadio de Chamartín, donde el Real Madrid consiguió sus primeros títulos de liga, se quedaba pequeño. Así lo vio Santiago Bernabéu, ya presidente del club desde 1943, y por eso al año siguiente se inició el proyecto que culminó el 14 de diciembre de 1947, con la inauguración del actual estadio. Que, por cierto, no se llamó como ahora se llama hasta el 4 de enero de 1955, cuando así lo decidió la junta directiva.
En el Bernabéu se han vivido páginas históricas del club Real Madrid. Y no sólo de él; también allí la selección española consiguió su título oficial, imponiéndose a la entonces U.R.S.S. en la final de la Eurocopa de 1964. A principios de los 80, fue de nuevo sometido a remodelación: hubo que modernizar la fachada y los accesos, añadiendo una cubierta. Eso redujo el aforo hasta los 90.000 espectadores.
Doce años después, en 1992, se construyeron las torres de acceso y varias tribunas, elevando de nuevo su capacidad hasta las 106.500 plazas. Las nuevas normas, que obligaban a que todas las localidades fueran de asiento, obligó a repetir obras, modificando el estadio y reduciendo hasta los 75.000 espectadores su aforo.
La discusión se inicia entonces sobre la necesidad de cambiar de estadio, trasladarlo de emplazamiento o hacer crecer éste. Esta última es la solución que adopta el actual presidente de la entidad deportiva.
Cuesta imaginar cómo será el entorno del estadio dentro de sesenta años, los mismos que han pasado desde las primeras imágenes tomadas del estadio de Chamartín a la actualidad. No faltará, en cualquier caso, quien se encargue de contarlo, allá por el año 2065.
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