Historias Capitales
La bronca del Siglo de Oro que acabó en el asalto a un convento
Unos escritores ágiles con la pluma y la espada, un mal de amores y unas monjas de clausura trenzaron este suceso histórico
Sara Medialdea
Las noche de verano en Madrid, ya se sabe, son calientes. Por eso no es extraño que fuera en plena canícula y cuando ya había caído el sol el momento en que se produjo uno de los episodios más chuscos en el vecindario más ... extraordinario que vieron los tiempos, en este país o en otro: el Barrio de las Letras . Por entonces, en el siglo XVII, no se le conocía por tal, ni eran conscientes sus residentes del valor que atesoraban ese conjunto de calles plagadas de nombres que han pasado a la historia de la Literatura universal.
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Eso sí, no era un vecindario rico, ni por las bolsas de sus habitantes -escribir ha sido siempre llorar en España- ni por la calidad de las construcciones: las viviendas eran en general de adobe -la piedra era muy cara-, y la escasez de cal convertía el mortero en un lujo . El Madrid de la época estaba en plena transformación de poblacho a capital: de los 20.000 habitantes de1561 pasó a los 80.000 cuando llega la Corte. Pero no tenía cloacas, y las aguas -mayores y menores- se tiraban por la ventana a partir de las diez de la noche.
En ningún otro lugar del mundo existe una zona que, en unas pocas manzanas, se haya reunido tal cantidad de genios: Lope de Vega, Calderón, Tirso de Molina, Góngora, Quevedo, y hasta Miguel de Cervantes vivían prácticamente pared con pared, y se encontraban cada mañana, cada tarde y cada noche en cuanto salían de sus casas.
Muchos coincidían a la caída del sol en el Mentidero de Representantes, entre las calles de León y Prado , y donde se reunían a diario artistas, poetas y escritores. Un micromundo en el que se cazaban papeles para nuevas obras, se buscaban mecenas para representarlas, y se vertían cotilleos de todo género.
Allí ocurrió, una noche de verano de 1629, el suceso que viene hoy a estas páginas, y que dio lugar a una descomunal bronca que trajo sus consecuencias, según explicó el historiador Fernando de Prado, promotor de la búsqueda de los restos de Cervantes. Por el Mentidero de Representantes paseaban Pedro Calderón de la Barca, recién llegado de Flandes, junto a su hermano pequeño, José. A su paso, un hombre embozado se les acerca y, en un segundo, asesta una puñalada por la espalda. Es el actor de comedias Pedro de Villegas , con cuya hermana dicen que tiene una relación el pequeño de los Calderón; lavaba así -o lo intentaba- una afrenta de honor.
Pedro Calderón se gira para sostener a su hermano, y enseguida vuelve la cara hacia el hombre del puñal, que ya huye a la carrera. Le persiguen en tromba por la calle, al grito de “¡Asesino, asesino!” . Al llegar al convento de las Trinitarias -de clausura-, el embozado aprovecha el andamiaje que se ha instalado por unas obras y trepa por él, saltando al convento.
Sus perseguidores no se lo piensan dos veces, ni se frenan por lo sagrado del lugar: penetran en tromba y asaltan a las monjas, zarandeándolas por si el agresor se ha camuflado, disfrazándose, entre ellas. Una de las baqueteadas es sor Marcela, hija de Lope de Vega. Calderón y el resto se marchan sin hallar al culpable de la puñalada. Pero Lope no olvidará la afrenta a su hija.
El Fénix de los Ingenios corre a denunciar los hechos ante su amigo, Fray Hortensio Félix de Paradicino, bien relacionado con la Casa Real. Éste arremetió contra comediantes y alimentó con el nuevo suceso la enemistad que ya mantenía desde tiempo atrás con Calderón. Éste no tardó en vengarse, satirizando al personaje en alguna de sus obras.
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