El bingo

El bingo, como local, parece llevar mucho tiempo en riesgo de extinción, pero ahí está, con su media salud de moqueta otoñal, con su jaleo de bolitas casi navideñas, con su clima de deshora a cualquier hora . El bingo, en Madrid, parece que no está, pero sí, y arrima gracia de compañía a mucho jubilado, solitario o no, y resuelve entre el gentío en general un rato distinto y exótico de copeo o tapeo.

No sé yo si es usted amante o no amante del bingo, alcalde, pero aquí le pongo que hay varios en Madrid, y no son necesariamente aquellos bingos de esplendor hortera, de cuando Pajares y Esteso eran Pajares y Esteso. El bingo tiene algún parentesco con el karaoke, que es un lugar de recreo españolísimo, entre el desmadre y el cantautor. En Malasaña hay un bingo muy metido en el color del barrio, el Ideal Bar , que en rigor es un local de toda la vida donde se monta mucho ‘show’ musical, con algún espontáneo o espontánea que pilla de escenario al asalto la barra misma del sitio. En Castellana está el Canoe , que es un gran local desperezado y veteranísimo, y luego queda el Casino Gran Vía , que merece la pena, aunque no se acuda a jugar algún cartoncito, por su fastuosidad de palacio ‘art decó’, por su solemnidad de mármoles verticales, por su desperezo de salones con gran lámpara de cristal, presidiéndolo todo, desde la cúpula del silencio. No se diría un espacio para un bingo, pero claro que sí, porque el bingo es entretenimiento antiguo, y no todo van a ser salas de halógeno mortuorio y mesas de merendero, que es un poco el ajuar clásico del bingo, demodé porque sí. En el Ideal Bar se cruzan las chicas de ‘piercing’ con las señoras de viernes tarde, que es cuando se monta ahí el bingazo en condiciones. Igual hay planes mejores en Madrid, alcalde, pero es un plan el bingo. A mucha gente de la que ha caído, por el Covid, les hacía mejor vida la vida.

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