Del apoyo al rechazo en la colonia obrera de Vallecas de la que se marchó Iglesias

Los vecinos de la Colonia Fontarrón, en Puente de Vallecas, recuerdan el paso del líder de Podemos antes de mudarse al chalé de Galapagar

Venancio pasea, ayer a mediodía, por el parque de las siete tetas, en Puente de Vallecas ISABEL PERMUY

En la Colonia Fontarrón hace años que no ven a Pablo Iglesias. De hecho, ni siquiera todos le recuerdan. El barrio ha cambiado mucho, tanto, que ya nadie conoce su esencia. «Aquí hay de todo, gente que vota a Vox, a Podemos...», aseveran sus parroquianos. ... La diversidad de opiniones es palpable, «la misma que en cualquier rincón de España». La visita no termina de ser entendida: «¿Por qué los periodistas no vais a la casa de Ayuso a ver si la quieren?». El silencio es la única salida. Un grafiti saluda a los visitantes: «No seas del montón, cuida Fontarrón». Sus edificios, de ladrillo visto y dispuestos en escalera, se abren paso entre la A-3 y el parque de las siete tetas, donde, coinciden casi al unísono, emergen las mejores vistas de Madrid. Y razón, al menos en este caso, no les falta.

La parada es obligada. Madrid, no es tu mejor momento y aún estás hermosa. Venancio asiente. Boina calada; manos en los bolsillos. «Esto es muy fácil, Rajoy maneja los billetes; Pedro (por Sánchez), al obrero. A más partidos, menos acuerdos», se arranca a hablar, medio en broma medio en serio. Pese al lapsus, Venancio no pierde el discurso: «Si la izquierda se divide, no gana». Colina abajo, una abuela juega con su nieta. «¿Qué dónde vivía Pablo Iglesias? Allí abajo», apunta, sin la necesidad de citar aquí el número exacto de la vía.

Frente al portal, descansa Ziskin, un obrero búlgaro con la ropa, literalmente, salpicada de pintura. «Los políticos deberían hacer más por la gente, me da igual que sean de un lado o de otro», dice, con la convicción de no votar tras más de 20 años asentado en España: «Nunca lo he hecho y no creo que lo haga ahora». La clave, para él, es la falta de oportunidades a los jóvenes. «Siempre son los mismos. Aquí nadie se preocupa de que la gente de menos de 30 años no tenga futuro». El mensaje es claro. Turno ahora para los mayores.

Dos jóvenes pasan por delante de una pintada, en la Colonia Fontarrón ISABEL PERMUY

«Si me dieran un millón de euros, tampoco votaría a Pablo Iglesias», advierte una anciana, que prefiere preservar el anonimato. Santiago, por su parte, tampoco piensa en depositar la papeleta con el nombre del líder de Unidas Podemos, si bien por causas muy diferentes. «No tengo claro que vaya a votar», reconoce, antes de apurar su cerveza y volver a tomar asiento. A las 2 de la tarde, Julia cierra su panadería. «Llevo aquí 40 años», apunta, sin entender la inacción política en la plazuela de su negocio: «He presentado varias quejas y la zona sigue igual». Los restos de basura se entremezclan con algunos desperfectos, fiel reflejo del abandono institucional.

Julia resopla cuando es cuestionada sobre el ya ex vicepresidente segundo del Gobierno central. «Yo no le voy a votar. Me parece un impresentable», justifica. Para más inri, alude al traslado de Galapagar, «una casa de un millón de euros», y al desapego con una clase política «que dice ser de barrio, pero solo viene a hacerse la foto en tiempos de elecciones». Aarón, por su parte, valora de forma positiva el anuncio de Iglesias. «La derecha siempre tiene un votante fiel, así que todo lo que sea movilizar a la izquierda es bueno», incide este simpatizante de Más Madrid. A sus 42 años, la misma edad que el dirigente político, no recuerda haber visto nunca a Iglesias: «Tampoco mis amigos».

En realidad, Pablo Iglesias vivía en otra zona del distrito de Puente de Vallecas. «Aquí venía todos los veranos, a casa de su tía-abuela», recuerda una vecina. Pedro, militante tiempo atrás en el Partido Comunista y acérrimo defensor de Iglesias, refrenda tal extremo: «Bajaba mucho a jugar al baloncesto». La bicicleta era otra de sus pasiones. Durante años, alternaba en el Río Lobo, una pequeña bodega devorada por la pandemia. Un cartel, en el que se puede leer «Al que pillemos meando aquí, lo vamos a acuchillar», luce ahora en el cierre.

En otro bar, a dos pasos del Lobo, charlan Paco y Leopoldo. No les gusta Iglesias y no tienen reparo en que se les note. «Vamos a votar a Vox porque, si no, el voto es para el otro», remarcan, cansados de que se relacione a Vallecas con un punto tradicionalmente de izquierdas. «Hace poco estuvo aquí», corta uno de ellos, en alusión a una visita del candidato regional al Cerro del Tío Pío: «Estuvieron grabando algo».

Aarón, 42 años, vecino y simpatizante de Más Madrid ISABEL PERMUY

La Colonia Fontarrón fue rehabilitada íntegramente en 2003. La Comunidad de Madrid destinó cerca de cinco millones de euros para reformar 1.320 viviendas. En 2015, el representante morado abrió las puertas de su piso a una conocida presentadora de televisión. Dentro, el político presumía de mantener los muebles de la casa heredada de su tía abuela. Por aquel entonces, el hecho de residir en apenas 60 metros cuadrados servía al inquilino para arremeter contra la «casta» política en buena parte de sus intervenciones públicas.

Tras la mudanza a Galapagar, junto a su compañera de partido Irene Montero, algunos usuarios de las redes sociales le recordaron el tuit que publicó contra el exministro de economía Luis de Guindos en 2012. «¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000€ en un ático de lujo?», escribió el secretario general de Podemos. Una cantidad algo inferior a la gastada años más tarde en el polémico chalé (615.000 euros), con vistas a la sierra de Guadarrama. «Aquello escoció mucho entre los suyos», rememoran en Fontarrón.

El hecho de que la nueva finca contase con 268 metros construidos, 2.000 metros cuadrados de parcela, piscina y casa para invitados, contrastaba con la modesta cocina vallecana, bastante estrecha y con algunas tuberías a la vista. Por si fuera poco, lo que más decía valorar el político era la posición geográfica del inmueble: «Es un barrio popular, a mí por eso me entusiasma», comentaba, en un claro intento de conectar con el pueblo. «Más peligroso me parece el rollo de aislar a alguien, porque entonces no sabe lo que pasa fuera», proseguía, «como los políticos que viven en Somosaguas, que viven en chalés, que no saben lo que es coger el transporte público».

Tampoco ayudaba la circunstancia de que Galapagar estuviera entre los cien municipios de más de mil habitantes con mayor renta per cápita de toda España (32.248 euros en 2016). «Nos cambió para irse con los ricos», bromean ahora los que un día se sintieron identificados con su discurso. Vallecas (mejor dicho, Vallekas), bandera años atrás del líder de Podemos, hace tiempo que olvidó a su corsario. La vida pirata no es la misma, si hace años que no surcas la mar.

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