Alta tensión por los desalojos en El Gallinero
El poblado más mísero de Madrid, en el que duermen 89 familias romanís, vive bajo la constante amenaza de los derribos
NOEMÍ LÓPEZ TRUJILLO
Todos los martes, Paco Pascual , profesor jubilado y voluntario de la parroquia de Santo Domingo de la Calzada, se acerca al poblado chabolista El Gallinero para visitar a las familias y reunirse con los médicos voluntarios que prestan ayuda a la ... población romaní. Este martes ha sido diferente. Más de 400 rumanos de etnia gitana esperaban a Paco para preguntarle qué significaba la «carta» que habían recibido el pasado sábado. El documento al que se referían es el aviso de desalojo remitido por el Ayuntamiento de Madrid y que les entregó la policía chabola por chabola.
La mayoría de estos requerimientos están dirigidos a alguien en concreto , con nombre y apellido; en los restantes sólo figura la palabra «desconocido». «Los propietarios del terreno –los miembros de la Junta de Compensación de Valdecarros – engañaron a la población de El Gallinero haciéndose pasar por personas que iban a ayudarles buscándoles una vivienda», explica Paco Pascual. « Numeraron las chabolas y a cada una le atribuyeron nombres y apellidos», continúa, «y la lista se la pasaron al Ayuntamiento».
Orden de desalojo
Según el texto, el desalojo se debe a la situación de peligrosidad de la zona , «sistemáticamente utilizada como quemadero de cable de cobre , casi siempre de procedencia ilícita, con frecuentes incendios de chabolas». También alude al «riesgo de seguridad y salubridad» del asentamiento. Lo lee Paco rodeado de varias mujeres y algunos niños. Muchos de los habitantes no saben leer ni escribir, ni cuál es el siguiente paso.
«¿Nos desalojan mañana? ¿Qué hago con mis niños? », pregunta Ángela. «Es que está todo muy sucio. Al menos ya no hay casi ratas, pero hay que limpiar, limpiarlo todo, y os tengo dicho que no queméis cobre», exclama Paco. Las mujeres se enfadan y gritan con una mezcla de castellano y rumano: «Lo tenemos todo limpio, yo limpio mucho en casa, yo no tengo la culpa del cobre, necesitamos dinero », dice una. Otra añade: «Tú tráenos guantes, que yo le digo a la gente que hay que quitar basura y se quita». «Vale, pero los hombres os tienen que ayudar, que los tenéis muy mal acostumbrados», afirma Paco.
A pesar de todo, el ex profesor aprovechó para calmar los ánimos y explicar la situación al centenar de personas que se acercaron hasta él: «Según la carta, tenéis 15 días para reclamar . El viernes nos reunimos con los abogados y escribimos vuestra defensa, diciendo que no son condiciones insalubres , que para vosotros son vuestras casas, y que el Ayuntamiento no ha hecho nada para ayudaros. De todas formas, hasta que se produzca el desalojo puede pasar, al menos, un año, calculo yo».
Los niños también estaban asustados. «¿Mañana no vamos al cole?», «¿Tendremos sitio para dormir hoy?», «¿Van a romper las casas como el otro día?».
Desalojo reciente
El pasado lunes, 5 de marzo, la Policía Nacional se acercó hasta el asentamiento romaní, situado junto al vertedero de Valdemingómez, a orillas de la autovía de Valencia y a 15 kilómetros de la Puerta del Sol . El resultado fue el derribo de 8 chabolas, que comenzó poco después de que los seis autobuses escolares que pasan de lunes a viernes recogiesen a los niños para ir al colegio. Pero algunos menores, como de costumbre, no acudieron a la escuela y vieron cómo un grupo de antidisturbios en 16 furgones y un helicóptero que acompañaba a las excavadoras derribaban algunas de las casas . De momento estas familias no han podido reconstruir sus viviendas. Los niños sortean las ruinas, y las madres piden favores a las vecinas para cocinar y dormir. Y los voluntarios de la Parroquia de Santo Domingo de la Calzada rezan a través de la justicia para que no se vuelva a vivir una situación así.
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