Carta abierta a Pedro Sánchez: de la tesis al síndrome de la Moncloa
El sanchismo incurrió muy pronto en el victimismo y la bunkerización
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Madrid
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Iniciar sesiónYa es oficial: Pedro Sánchez ha cerrado la campaña electoral sin conceder una entrevista a ABC, y bien que lo siento. Pero no es sólo eso: ni una sola entrevista desde que es presidente del Gobierno. Cinco años. Yo comprendo que ... encontrarte en la portada de ABC en septiembre de 2018 las pruebas irrefutables de que tu tesis es una broma es muy humillante. Lo comprendo, y es humano enfadarse hasta el punto de enviar un burofax amenazando con medidas legales. Incluso es legítimo y, más aún, deseable. Salvo que alguien te sugiera que mejor no lo hagas, a ver si además de publicarlo un diario serio lo va a acabar certificando un juez. Qué decir de aquella jauría de seudoanalistas (no periodistas) que durante unos días se dedicaron a decir que ABC mentía y su tesis era ejemplar; pero las mentiras tienen las patas muy cortas. O dicho de otro modo, con perdón: la mierda flota, presidente. A los comisarietes televisivos, aunque lo sean, también les fastidia quedar como la charito defendiendo aquel bodrio académico. Y, al final, todo el mundo acabó asumiendo que la tesis era indigna. A mí, presidente, el bodrio que más me gustó es el del embajador que dio una conferencia a la Universidad Camilo José Cela: él la improvisó, y usted la incorporó a un libro como si fuera idea suya. Magnífico, oiga. La cuestión es que, desvelada la trola, usted tomó una decisión poco democrática, pero muy sencilla: al ABC, ni agua. Y oye, ni una entrevista en cinco años. La última se la había hecho yo en 2015 cuando después de su ronda por los periódicos diciendo que representaba al ala liberal del PSOE; no como el tal Madina, que debía ser un rojo peligroso. Qué cosas, presidente.
Y los lectores se estarán preguntando a qué viene este desahogo. Discúlpeme, pero es que hoy puede ser su último día en La Moncloa y podemos elevar la anécdota de la no entrevista a categoría: negar el pan y la sal al discrepante ha sido una constante en el sanchismo, ya fueran periódicos o eso tan incómodo llamado oposición. Yo escuché desde la tribuna de prensa del Congreso su discurso de investidura en 2019, y ¿sabe cómo titulé aquel artículo?: «Matar a la oposición», porque usted dedicó demasiado tiempo a atacar a su predecesor -mal gusto institucional, por cierto-. Y ahí empezó todo: un veloz camino hacia la bunkerización, el síndrome de La Moncloa elevado a la enésima potencia, y una concepción de la libertad de prensa que se resume en atender sólo a los medios que a usted le parecen los buenos. Y no sólo usted, todos los suyos. Uno de ellos me explicó cuáles eran los criterios para conceder entrevistas: la rentabilidad. Es decir, pescar votos. Por eso fue donde Alsina y con Ana Rosa y Pablo Motos. Y con 'La Pija y la Quinqui', ese pódcast que escuchan chavaletes con derecho a voto. Esa es la visión primaria de su equipo de comunicación. ¿Dónde queda el respeto a la pluralidad informativa? Así que, considerándonos fachitas a todos los que trabajamos en medios no suficientemente progres, y tratando de eliminar a la oposición, ¿qué nos queda? Nos queda un presidente aislado, que no entiende por qué el 28M los españoles le castigaron, porque su gente no se lo advirtió. Me lo dijo hace poco otro de los suyos: «No nos dimos cuenta de la dimensión de la bola hasta la noche del 28M». Parece increíble, porque la prensa libre sí lo señaló, lo hicimos en ABC, y también en 'El Mundo' o en 'El Español', o en tantos otros medios libres a los que usted tampoco ha concedido una entrevista en campaña. Y lo grave es que no nos leyó porque no nos considera, un gravísimo error que comenzó con la tesis y acaba con una campaña sin dar una entrevista a ABC. Los periodistas no somos importantes, pero somos un primer filtro del comportamiento de los gobernantes. En esta campaña, Feijóo tampoco le ha dado una entrevista a 'El País' -sí a la Ser- y Abascal canceló la pactada con ABC en un ataque de victimismo. Yolanda Díaz rechazó todas nuestras peticiones. Así puede llegar a su fin este periodo bautizado como el sanchismo, aunque al ego del presidente le moleste la denominación. Vázquez Montalbán escribió un libro llamado 'La Aznaridad' y Fernando Jáuregui otro llamado 'El Zapaterato'. Y nadie se molestó, porque ni esos libros incluían plagios ni esos presidentes eran tan soberbios como para intentar silenciar a la crítica -y no escucharla-, desde el primer día hasta el último.
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