«No hagáis enfadar a mamá», les pedía a sus hijas el padre de las niñas asesinadas en Cuenca
Santiago habló con ellas el martes por la noche; oyó que su ex les gritaba y cree que las mató justo después
La guardia civil que asesinó a sus hijas amenazó a su ex con su pistola
Una agente de la Guardia Civil mata a tiros a sus dos hijas y se suicida en Quintanar del Rey (Cuenca)
Madrid
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Iniciar sesiónSantiago Escribano habló por teléfono con Iris (9 años) y con Lara (11), sus niñas, el martes por la noche. Una de las dos le contó que tenía un examen al día siguiente. Escuchó cómo su exmujer, la guardia civil Paola Buforn, de 43 años, ... les gritaba. No le sorprendió porque no era una novedad, aunque no le gustó, claro. «No hagáis enfadar a mamá. Portaos bien», les pidió como solía hacer. Fue la última vez que escuchó sus voces.
Iris y Lara estaban en el pabellón del cuartel de Quintanar del Rey (Cuenca), donde vivían con su madre. Casi con seguridad, a esas horas, estaban solas las tres, dado que el puesto cierra al mediodía y otra de las familias que vive, al parecer, estaba de mudanza. Santiago, a poco más de un kilómetro en la casa familiar de la calle San Marcos, a la que se trasladó tras la separación, no podía imaginar que estaba a punto de pararse el reloj de su vida.
«Él cree -por lo que le han dicho- que las mató justo después, o a lo largo de esa madrugada», explica a ABC su íntimo amigo desde que eran unos críos, que no se ha separado de él en estas horas. A él, derrumbado, le ha contado el pesar que lo rompe: que no ha sido capaz de proteger a sus niñas y que esa culpa no podrá arrancársela nunca. «No tiene consuelo. Ninguno lo tiene», dice en un aparte tras salir del tanatorio al que ayer al mediodía llegaron los cuerpos de las pequeñas para ser velados hasta hoy, que serán enterradas.
Un examen del colegio
El jueves a las 7.20 de la mañana, el compañero de Paola con el que tenía que haber entrado de servicio, halló los tres cadáveres en la vivienda oficial después de varias llamadas a la agente que no obtuvieron respuesta. La mujer se había suicidado con su Beretta oficial tras asesinar a sus hijas. Nadie escuchó nada.
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Cruz MorcilloEl hombre dejó a su pareja porque la relación era tóxica y decía a sus allegados que tenía miedo de que le arruinara la vida
El miércoles, Paola no trabajó e Iris y Lara no acudieron al colegio, el CEIP Valdemembra de Quintanar, muy próximo al cuartel, donde cursaban tercero y sexto de primaria y en el que eran unas niñas queridas y en apariencia muy felices. La sospecha, que despejarán las autopsias ya practicadas, es que podían llevar muertas alrededor de veinticuatro horas.
Ese miércoles por la tarde y por la noche, el padre volvió a llamar a sus hijas pero ya no pudo hablar con ellas. No sospechó de ese silencio, a veces su exmujer se comportaba así: lo castigaba por pecados que solo ella parecía apreciar.
El amigo de Santiago, como otros allegados muy cercanos con los que ha podido hablar ABC, describen a una mujer introvertida, rara, problemática, que le hacía la vida imposible a él, mientras seguía trabajando con normalidad como guardia civil. Estaba destinada en Seguridad Ciudadana, pero asignada a la vez a violencia de género desde la Compañía de Motilla del Palancar de la que depende el puesto de Quintanar.
El exmarido alertó a los compañeros de Paola de que la vigilaran porque no estaba bien, según asegura su entorno familiar
Ninguno de esos allegados al padre, pese a los episodios tan extremos que detallan, sostiene que Paola pusiera una mano encima a sus hijas. «Les gritaba o se comportaba con frialdad en ocasiones, pero ya no nos extrañaba». La palabra «bipolar» corre con ligereza aunque es imposible confirmar si existía un diagnóstico oficial. La Guardia Civil asegura que no tenía constancia de ningún problema mental y la hoja de servicios de Paola, que accedió al Cuerpo como alumna en 2006, aparece sin tacha.
Los episodios «extremos» se fueron amontonando y dinamitaron la vida de la pareja. Solo contamos con la versión del entorno de él, que ayer seguía haciendo piña en el tanatorio de Quintanar para velar a Iris y Lara. «La noche antes de que se casaran, en la despedida de soltero de Santiago, ella se tiró al suelo y empezó a gritar que se quería morir y que no iba a casarse. Al día siguiente estaba tan normal». Habla de nuevo el amigo íntimo de Santiago. «La dejó porque no podía más. Era insoportable la convivencia. Ella le amenazaba y le pegaba. Santi se lo contó a compañeros de ella, les dijo que la vigilaran porque no estaba bien, pero nadie le hizo ni caso».
Santiago optó por apartarse; no la denunció. «Para él sus hijas eran lo primero. Es falso que quisiera quitarle a ella la custodia. Él le pagaba lo establecido cada mes y las niñas eran las primeras que querían estar con su padre y sus abuelos», añade un familiar de los Escribano.
Sin amigos
Cuentan -también los vecinos de la calle de San Marcos- que Iris y Lara andaban por la casa familiar casi a diario y que Paola las traía o las recogía con aparente normalidad. La abuela Mari, la madre de Santiago, era la que solía tratar con ella. Su hijo procuraba evitar el contacto, aplacar... tenía miedo de acabar detenido en un estallido de su ex. Las niñas habían elegido pasar la Nochebuena y la Nochevieja con los Escribano donde se juntan abuelos, tíos y primos. Se lo habían dicho a su padre. La madre, en teoría, pasaría sola esos días festivos.
Las niñas le dijeron a su padre que quería pasar Nochebuena y Nochevieja con sus abuelos y su padre; la madre se quedaría sola
Paola, tras la separación hace un par de años, se ennovió con otro vecino, pero este -que no quiere escuchar ni el nombre de ella- también la dejó; fue una relación muy breve. Eso cuentan. «Dice abiertamente que era una loca y que le iba a buscar un lío». A una madre asesina no la elogia nadie. Pero es llamativo el silencio y la distancia que marca todo Quintanar con «la andaluza» (Paola era de Algeciras). Si tenía amigos, prefieren callar. Los cercanos a la familia paterna aseguran que no los tenía y que estaba sola, por eso quería dejar el pueblo, aunque no había solicitado cambio de destino. «No vino nadie de su familia a la boda. ¿Eso es normal?», avivan con más pena que rabia. La agente era melliza de otra guardia civil, destinada en Ceuta. Tampoco parece que hubiera sintonía. Esta hermana llegó ayer a Cuenca para hacerse cargo del cuerpo de Paola. En Quintanar, que sigue de luto, han borrado hasta su nombre.
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