Gallardo, la forja de un nuevo barón díscolo en el PSOE de Sánchez

Hace casi un año, en marzo de 2024, se presentó a las primarias para suceder al expresidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, y ganó a una candidata, Lara Garlito, respaldada por Ferraz. El sábado hizo lo mismo con otra rival igualmente avalada por la dirección, la exconsejera Esther Gutiérrez. Y lo hizo, incluso, aumentando su porcentaje de voto con respecto a hace un año, pasando del 56 al 65 por ciento de los apoyos de la militancia.

En la campaña de las primarias, durante el debate con Gutiérrez celebrado el pasado 3 de enero, se comprometió a abandonar la presidencia de la Diputación de Badajoz para centrarse en la oposición a María Guardiola, la popular presidenta de la Junta, que desde el año pasado ya no gobierna con Vox, tras la decisión de los de Santiago Abascal de salirse de todos los ejecutivos autonómicos en los que estaban junto al Partido Popular (PP).

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Ese cargo institucional le ha llevado a estar imputado por presunto trato de favor al hermano del presidente del Gobierno, David Sánchez Pérez-Castejón. Una acusación que él mismo negó ante la juez instructora, atribuyendo todo, en perfecto alineamiento discursivo con Moncloa, a una campaña de «la ultraderecha», a través de las acusaciones populares. Ambos aseguraron en sede judicial no conocerse entre ellos cuando se produjo la contratación en 2017 del hermano menor de Sánchez como director de conservatorios de dicha Diputación, antes de que su cargo evolucionase al de director de Artes Escénicas.

Pero ni eso ha logrado disipar el fuerte recelo hacia su figura de Ferraz, donde temen que se esté forjando otro barón díscolo como Emiliano García-Page, el presidente de Castilla-La Mancha o, en su día, el aragonés Javier Lambán e incluso el propio Fernández Vara, quien llegó a ser un feroz crítico de Sánchez, pese a que su alineamiento actual haya casi sepultado ese pasado.

En cuanto a Gallardo, el primer embate el verano pasado, cuando alzó la voz contra el cupo catalán pactado con ERC a cambio de la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat, no desmiente la prevención de la cúpula socialista. Él mismo presumió de esa discrepancia y de su negativa a aplicar el principio de ordinalidad en la financiación autonómica, que llevó hasta el Comité Federal del PSOE, durante la mencionada campaña de las elecciones primarias entre los militantes extremeños.

Gallardo, casado y con dos hijos, dedicado desde siempre a la política y a la militancia socialista pero con experiencia también en la empresa privada y un título superior en Educación Social, aspira ahora a recuperar para el PSOE un feudo que salvo en contadísimas y excepcionales situaciones ha tenido garantizado durante toda la historia de la democracia. Las hegemonías del carismático Juan Carlos Rodríguez Ibarra, primero, y de Fernández Vara, después, sólo se han visto amenazadas en dos breves periodos. La legislatura de 2011 a 2015, cuando el popular José Antonio Monago ostentó la presidencia de la Junta, y ahora con Guardiola.

El nuevo secretario general del PSOE de Extremadura aspira a que en 2027 la Junta vuelva a teñirse de ese color rojo socialista que casi siempre ha tenido. Y sabe que para lograr ese objetivo debe marcar un discurso propio frente a los pactos con el independentismo de su partido.