Narcotráfico
Vigilancia Aduanera, el primer escudo de España frente a la avalancha de cocaína
El brazo policial de Hacienda, junto a la Policía y la Guardia Civil, se enfrenta al desafío de un tráfico de drogas cada vez más globalizado y sofisticado
ABC les acompaña en un patrullaje por aguas de Arosa, la emblemática ría gallega que en los 90 corrió el riesgo de convertirse en una nueva Sicilia
Vilagarcía de Arosa
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Iniciar sesiónLa avalancha de cocaína que en 2023 se ha colado por la costa española, y en particular por Galicia, no tiene precedentes. Ni en los estertores del siglo pasado, cuando las maneras de los históricos capos gallegos amenazaban con convertir la región en una nueva Sicilia ... , el volumen de incautaciones se acercaba al del año que ahora termina. En total, se han intervenido en 2023 unas 60 toneladas de este estupefaciente que consiguieron franquear la costa española. Unas cantidades de récord, pero también una variedad de métodos para introducirla nunca vistos. Y tras los alijos, organizaciones criminales cada vez más internacionales y sofisticadas. Un reto mayúsculo para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Un desafío para las unidades especializadas de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, pero también para el Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA), el brazo policial de Hacienda, con competencias para la investigación de delitos de contrabando, narcotráfico y blanqueo de capitales. «Desde el punto de vista marítimo, somos la primera línea de defensa del Estado español para la represión del contrabando», explica a este diario el coordinador de Vigilancia Aduanera en Galicia, Fernando Iglesias, sobre la cubierta del Águila V, el barco de 55 pies con el que los funcionarios de la Agencia Tributaria peinan la ría de Arosa.
Por tierra, mar y aire
Vigilancia Aduanera cuenta con un total de 2.286 funcionarios distribuidos por toda España, de los que 1.186 trabajan en tierra y 1.100 en el mar. Casi la mitad de esos efectivos se reparten entre Andalucía (565), donde la principal batalla que libran tiene que ver con la ruta africana del hachís; Galicia (346), la región española con más kilómetros de costa, y la Comunidad Valenciana (221), con un importante puerto en su capital, que muchos cárteles usan de coladero. Y para combatir el tráfico ilegal en el ámbito marítimo, Aduanas dispone de 22 embarcaciones interceptadoras, 17 patrulleros de altura, dos buques para operaciones especiales y cuatro helicópteros, además de pequeñas lanchas y nuevas herramientas para la investigación, como los drones, en auge para seguir la pista a unas organizaciones criminales que cada vez tienen más músculo tecnológico.
«Somos la primera línea de defensa del Estado español para la represión del contrabando»
Fernando Iglesias
Jefe de Vigilancia Aduanera en Galicia
Una de esas embarcaciones interceptadoras —usada para persecuciones y patrullajes— es el Águila V, con base en el puerto pontevedrés de Vilagarcía de Arosa. A ella se ha subido ABC para acompañar a los funcionarios de Vigilancia Aduanera en uno de sus patrullajes ordinarios por «la ría más complicada de Galicia, que es lo mismo que decir la más complicada de España», explican desde la cubierta del barco. La de Arosa es la más grande de las Rías Bajas y la más compleja para navegar, por sus múltiples recovecos y grandes piedras que asoman —o lo que es peor, se esconden— con la marea baja. Unas peculiaridades geográficas de las que históricamente se han aprovechado especialmente los traficantes gallegos; primero, para el contrabando de tabaco, y luego, entre finales de la década de los 80 y principios de los 90, para empezar a colar hachís y cocaína, lo que acabaría convirtiendo esta ría en un emblema nacional del narcotráfico.
Lo sabe bien Ambrosio Fontes, 'Sito', un veterano funcionario de Aduanas con casi cuatro décadas a sus espaldas de persecuciones y abordajes a narcotraficantes. Conoce cada palmo de la ría. «Mira, allí están los astilleros Facho, los de Sito Miñanco», explica, señalando una nave industrial, en el término municipal de Cambados, en la que finales la década de los años 80 se diseñaron las primeras narcolanchas, que el famoso traficante, junto a otros muchos, pilotaba con singular destreza jugándose la vida entre bateas. Este funcionario recuerda otros nombres de avezados pilotos, como Manuel Durán Somoza, 'Kubala', que murió en 1996, precisamente, en un accidente al timón de una lancha. Hubo varias muertes en persecuciones, tanto en las filas de los narcos como en las de quienes los combatían.
Eran otros tiempos. Primero, con el contrabando de tabaco, en buena parte heredero del estraperlo y las penurias de posguerra. Luego, aprovechando esa infraestructura, algunos de los traficantes se pasaron al al hachís —el clan de los Charlines, por ejemplo, fue pionero— y unos cuantos capos dieron un salto más y pasaron a la cocaína. Ahora, a bordo del Águila V, Fuentes rememora aquellas persecuciones, casi siempre de noche, porque los narcos necesitaban alijar —es decir, descargar en tierra la mercancía— antes del alba. Policías, funcionarios de Aduanas y traficantes, casi todos de la misma comarca, se conocían bien: «Dependiendo de hacia donde te llevara la planeadora en la persecución, ya sabías que patrón la pilotaba».
«Dependiendo de hacia donde te llevara la planeadora en la persecución, ya sabías qué patrón la pilotaba»
Ambrosio Fontes
Funcionario de Aduanas
Unos seguimientos en los que la embarcación de Vigilancia Aduanera no tenía otro remedio que seguir la estela de las narcolanchas —que recogían la droga en buques nodriza para introducirlas en tierra, donde los esperaban con coches y furgonetas— sin poder atajar ni siquiera en las curvas para cortarles el paso. De noche, con zonas rocosas y poco calado, y un laberinto de bateas de mejillones —que ahora están ordenadas por polígonos pero antes se distribuían de forma más anárquica—, la ría de Arosa era un verdadero campo de minas.
A día de hoy, el helicóptero del SVA siempre es un apoyo fundamental para ellos, «los ojos» de las embarcaciones de Aduanas en esas persecuciones. «A veces, tienes la lancha de los narcos al lado y de noche y en el mar no la ves, pero desde arriba no tienen forma de esconderse», explica Fontes. Otro funcionario se une a la conversación con ABC durante el patrullaje para aportar un dato curioso: «En ocasiones, aunque de noche no las veíamos, sabíamos que sus lanchas estaban ahí por el olor a gasolina».
Los abordajes en alta mar
Pero las batallas de Vigilancia Aduanera contra el narcotráfico no solo tenían como escenario la costa gallega más inmediata. También practicaban —y practican hoy— abordajes a buques y veleros en mar abierto. Para ello, cuentan con dos grandes buques de operaciones especiales; uno de ellos, el Petrel, el más icónico, tiene base en Vigo. Este tipo de intervenciones empezaron a ser habituales a finales de los 80, y esa modalidad, la de los abordajes, como dice Fontes, «ya es otra historia». «Lo peligroso es la reacción de un tío que no se espera que aparezcan de noche en su camarote dos agentes encapuchados«. «Yo he visto a hombres que saltaban de la cama con una navaja e intentaban clavártela», relata el veterano funcionario.
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Fontes participó en muchos de esos asaltos a buques nodriza en alta mar; algunos, tan lejos de la costa española que en el horizonte se intuían las Guayanas: «Cuanto más lejos los cojas, más droga vas a intervenirles». Este funcionario recuerda, por ejemplo, el asalto en alta mar al Tammsaare, en 1999, un buque que escondía diez toneladas de cocaína, en el que también participaron efectivos del Grupo de Operaciones Especiales (GEO) de la Policía. «La tripulación del Tammsaare venía con el huso cambiado; cuando los abordamos, estaban jugando una partida en popa«, explica Fontes. Ante él, murió su jefe de máquinas.
Pero, a día de hoy, las cosas «han cambiado mucho», tal y como coinciden en señalar Fontes y varios de los funcionarios a los que acompaña ABC en este patrullaje por la ría de Arosa. También lo confirma a bordo del Águila V Fernando Iglesias, el máximo responsable de Vigilancia Aduanera en Galicia. La incautación de tabaco de contrabando, por ejemplo, es ahora casi anecdótica. Pero mientras en el Mediterráneo los mayores desafíos en cuanto al tráfico de drogas se centra en la marihuana, y en el sur en el hachís, en la costa gallega —pero no exclusivamente— la entrada de cocaína es uno de los mayores retos para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Su avalancha hacia la Península y Canarias no cesa, sobre todo por la sobreproducción en origen y la consiguiente caída de su precio de venta, casi a la mitad, en relación a hace unos pocos años.
Un nuevo paradigma
Las operaciones contra el tráfico de cocaína de estos meses ilustran bien el nuevo paradigma del narcotráfico. Por las cantidades ingentes de cocaína intervenida y por el 'modus operandi' de las organizaciones en auge, pero también por quienes conforman esas nuevas generaciones de narcos, que poco tienen que ver con aquellos que se foguearon con el trasiego del 'winston de batea'.
En agosto, se desbarató en Algeciras un alijo de 9,5 toneladas de cocaína, una partida sin precedentes en suelo español en lo que a esta sustancia se refiere. Había viajado escondida desde Ecuador en cajas de bananas dentro de un contenedor refrigerado. Y este diciembre, un operativo conjunto de la Policía y Vigilancia intervino en una nave de un polígono de Cambre (La Coruña) algo más de 7.500 kilos de cocaína —el alijo más importante jamás cazado en tierras gallegas, y eso es mucho decir—, que habían entrado por el puerto de Vigo. Los investigadores relacionan esa partida con otra interceptada en Valencia. Detrás de ambas maniobras estaba la misma organización.
Pero más allá de tratarse de cifras de récord en cuanto a volumen, tanto la operación de Algeciras como la de Vigo-Cambre-Valencia radiografían bien el panorama actual del narcotráfico. Sobre todo de la cocaína. En primer lugar, por el 'modus operandi', en ambos casos el conocido como 'gancho ciego', consistente en ocultar la sustancia estupefaciente entre mercancía legal tras manipular disimuladamente los contenedores que la portan desde los puertos sudamericanos hasta el continente europeo.
El riesgo de los grandes puertos
Un método habitual en Algeciras, pero también en otros grandes puertos de la Península como Valencia, Barcelona, Vigo o el portugués de Leixões, en Oporto. Una mecánica de importación de estupefacientes cada vez más frecuente, que a las organizaciones les permite traficar con grandes cantidades y son difíciles de detectar. Suponen, por tanto, un gran desafío tanto para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado como para el Servicio de Vigilancia Aduanera. «Tenemos que elegir bien que contenedores abrimos», admite Iglesias, pues deben entorpecer lo menos posible el funcionamiento normal de los puertos.
En este sentido, las investigaciones previas y la recopilación de información —los patrullajes, además de su efecto disuasorio tienen también esa finalidad— son esenciales para afinar la puntería. En el caso de la mencionada intervención de Vigo y Valencia, tanto Aduanas como la Policía disponían de información fiable para que el golpe fuese certero.
Pero el sistema de contenedores pese a ser muy importante por el volumen de droga y la complejidad para detectarla, es solo una de las cada vez más variadas técnicas para la introducción de cocaína. Las 'narcolanchas', contra las que los funcionarios de Aduanas siguen batiéndose en la ría, no han desaparecido. Y en los últimos meses, se intervinieron astilleros en Galicia como el norte de Portugal que las fabricaban; incluso, con intención de exportarlas al sur para el tráfico de hachís.
No acaba ahí la diversificación de métodos. Algunas organizaciones, por ejemplo, tratan de meter la cocaína directamente a través de buques y veleros que atracan en los puertos, como el narcopesquero intervenido en Camelle (La Coruña), en agosto, con 1,4 toneladas de cocaína. Y mención a parte merecen los narcosubmarinos, esos semisumergibles que cruzan el Atlántico con miles de kilos de cocaína en sus entrañas. El primero de Europa, se localizó en la ría de Aldán (Pontevedra) en 2019 con tres toneladas. En ese operativo, por cierto, participó también Fontes. El segundo 'narcosumbarino' asomó este marzo en la ría de Arosa. Lamentablemente, estaba vacío: los narcos habían conseguido alijar antes toda la droga.
Pero tanto la operación galaicovalenciana como la algecireña, antes mecionadas, tienen otro punto en común, también paradigmático de los nuevos tiempos del narcotráfico. Aunque pudiesen contar con colaboradores nativos, las protagonizaron organizaciones extranjeras, en este caso de los Balcanes. Ya no todos son vecinos con los que los investigadores puedan cruzarse en una cafetería: «Tienen otra forma de trabajar, otros principios», explica Iglesias. Y dos apuntes para acabar de complicar las cosas. Los cárteles mexicanos están cada vez más interesados en exportar a Europa —antes se limitaban a Estados Unidos y los colombianos al Viejo Continente—. Y, por último: hay cárteles que ya producen la cocaína 'in situ', como confirmó el desmantelamiento, también este año y en Pontevedra, del mayor laboratorio de Europa, que manejaba una organización ya sin vínculos con gallegos.
En una escena de la serie 'The Wire', un policía dice a otro que la lucha contra el narcotráfico no es una guerra porque todas las guerras tienen un final. En todo caso, funcionarios como Fontes y sus compañeros seguirán ahí plantándoles batalla cada día.
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