Rueda ve un «punto de inflexión» para el PP en Vigo a partir del 28M tras un ejercicio de autocrítica

De las siete ciudades, con gobiernos en liza en poco más de un mes, es en Vigo donde el PP parte con el techo más bajo, con apenas cuatro de 27 ediles. Tiene mucho que ganar y poco que perder. Rueda confía en la delegada de la Xunta en la ciudad, Marta Fernández-Tapias, como rostro de ese «cambio» que, subrayó, «tiene que empezar el 28 de mayo». Quiere que se coja el toro por los cuernos de una vez, porque las elecciones locales dan «una oportunidad cada cuatro años», y el PP, en Vigo, lleva unos cuantos trenes perdidos. Sin prisa, pero sin pausa, con una candidatura «para ahora», pero «sobre todo, pensada para el futuro».

Los populares no aspiran a pasar de la nada al todo de la noche a la mañana. Por delante, advirtió Rueda, «un camino largo», una carrera de fondo de esas que gustan al presidente del PPdeG, en lo literal y en lo metafórico. Al tiempo, confiando en que con «humildad», «seriedad», «tranquilidad frente a las provocaciones y las crispaciones», con «valentía», sin abandonarse ante la hegemonía del socialista Abel Caballero, se quemen etapas con mayor celeridad de lo que cabría esperar cuando se siembra sobre tierra muy quemada. Y, sobre todo, con «nuevos equipos» y «nuevos líderes».

Tras el batacazo de 2019, Rueda pregonó que la desvelada esta semana es «la mejor lista que ha habido siempre en Vigo» por parte del PP. De ahí que asegurase a Fernández-Tapias y los suyos que sí es posible, marcando ese «punto de inflexión», lograr «cosas impensables hace un tiempo». El líder del PPdeG se ha venido mostrando abiertamente optimista ante su primera gran cita electoral al frente del partido y de la Xunta. Dan oxígeno las encuestas, en prensa y propias. Incluso en el bastión vigués, el del alcalde más votado de España hace cuatro años. «El PSOE, por mucho que se empeñe en decir lo contrario, va a bajar» en sus «resultados», desafío, convencido de que «ha fallado» y «no se merece» una «confianza masiva». Y, como contrapartida, «el PP va a comenzar a subir», «sin ninguna duda».

Causa, a su juicio, del «nerviosismo» e «inseguridad» en las filas socialistas, tanto en el concello como en la Diputación de Pontevedra; plasmado, denunció, en la actitud hacia su candidata, consistente en «ignorarla» y «despreciarla» en cada acto público. Rueda quiso expresamente reseñarlo para dejar en evidencia a «quienes se creyeron que hay que ejercer la política como si fuese una apisonadora» y que «la ciudad era suya».

En todo caso, el líder del PPdeG rehusó entrar en el juego de «crispar y enfrentar» de Caballero, de quien dijo que «lleva un año intentando que le entre al trapo», a base de hablar «mal» de él, como antaño hacia con Alberto Núñez Feijóo. Rueda censuró que el alcalde sea el único de las ciudades gallegas con quien no es posible entenderse, y que hasta deje pasar oportunidades para la ciudad por no ser el «protagonista absoluto». Pero rehusó descender al barro.

El ejercicio de autocrítica fue prolijo. Admitió «fallos», también «éxitos» de sus contrincantes, y en un mensaje para consumo interno lamentó: «Caímos en muchas trampas que nos pusieron», «ahora» más fácil de detectar. «Los malos resultados que tuvimos nos llevaron a encerrarnos en nosotros mismos», confesó sin rodeos. El PP, en cambio, tendría que haber hecho el camino inverso, «abrirse mucho más» a Vigo.

Al tiempo, terció que «todo eso ha empezado a cambiar», que han «entendido el mensaje que nos da la gente» en la ciudad. Rueda pidió el apoyo de quienes lo retiraron, de quienes votan al PP en generales y autonómicas y de todos los que «están deseando» que les den «motivos» para elegir su papeleta. «Hemos entendido que había que hacer las cosas de otra manera», prometió. El PP cree que ha puesto la primera piedra para «abrir un tiempo nuevo». Hablarán las urnas.